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De cuervos y dedos

Cristóbal D. Peñate

Todavía hay gente a la que le sorprende que los cuervos le saquen los ojos después de criarlos. O que los terroristas a los que arma atenten contra su vida y la de los suyos. Si vendes armas a los totalitarios integristas, no tiene que sorprenderte que a las primeras de cambio te vuelen por los aires. Sin embargo, todavía hay gente a la que le sorprende la obviedad.

Independientemente de las políticas colonizadoras o imperialistas de los países occidentales del primer mundo a lo largo de la historia, que eso da para otro debate, no se sostiene que encima se enriquezcan inicuamente vendiendo su armamento a los dictadores y sátrapas de oriente que tienen subyugados a sus pueblos. Todavía hay gente que le sorprende y declara la guerra a sus compradores de armas y aliados. Una guerra en la que te disparan con tus propias armas.

A nivel doméstico, la gente también se sorprende. Por ejemplo, la delegada del Gobierno saliente se sorprende por que Pablo Iglesias coloque a dedo a algunos candidatos con solera, olvidando que su jefe, Mariano Rajoy, fue situado digitalmente por su antecesor, José María Aznar. O que ella fue enchufada personalmente como delegada por su jefe, José Manuel Soria, el mismo que ha decidido apostar por su hermano (el de Bento, el suyo ya lo nombró hace años consejero en el Gobierno canario) al frente de la Delegación. Hermano sustituye a hermana por obra y gracia del pope mayor del reino. Como se ve, todo muy democrático y aparente.

Es posible que el líder de Podemos se extralimite en sus atribuciones, o no, pero lo que es absolutamente irrefutable es que el PP es un partido que no se caracteriza por la democracia interna. Un plato es un plato, un vaso es un vaso y un dedo es un dedo.

Cuando Soria señaló con su índice a Enrique Hernández Bento, Mari Carmen no miró a su hermano, sino al dedo del jefe, que se había hecho la manicura. Es bastante absurdo criticar los dedazos ocasionales de otros partidos cuando en el tuyo es la regla habitual y sistemática.

Que el partido menos democrático venga a dar lecciones de democracia es tan ridículo como pedante. Y luego hay políticos que se sienten sorprendidos por la desafección. Evidentemente viven en otro mundo.

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