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La derecha tiene un proyecto

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Por mucha que sea la satisfacción que se pueda sentir cuando miembros de la clase a la que nos sentimos adheridos logran salir de los suplicios del desempleo, aunque sea coyunturalmente, por mucho que sea así, y justamente por eso, no podemos dejar de subrayar los procesos que están detrás de esos alivios, el lado que se oscurece, el verdadero “cambio” que conlleva el propio carácter del alivio y la afectación al interés de clase a su conjunto.

La sucesivas y particularmente las últimas “reformas” laborales emprendidas primero por los gobiernos del PSOE y después por los del PP -entre los primeros y los segundos la diferencia no va más allá de lo que separa a la regla del exceso - encierran mucho más que modificaciones de grado, concretan, por el contrario, las bases jurídicas -y, por tanto, ideológicas y políticas- de un cambio radical y reaccionario, una regresión centenaria en las formas de explotación de capital sobre el trabajo.

El capital nunca se sintió a gusto, con ninguna manifestación de ese ámbito de derecho social que perturba sus “libertades” económicas y que descansa sobre los pilares de una legislación laboral “autónoma” del derecho civil común, con fines “equilibradores” (Engels le llamaba la lucha por “anticipos”) un sistema de protección social, público, el contrato colectivo -“convenio”- y todo su despliegue normativo. Todo ello se asomó al mundo temprano desde que el movimiento obrero, de clase, independiente, se movía a gatas. En durísimo parto y con mayores dolores de crecimiento, se ha ido conformando un cuerpo de derecho conquistado.

Adam Przeworski, de la Universidad de Nueva York, recientemente beatificado con esa suerte de Premio “Nobel” de Ciencias Políticas -Premio Skytte Johan- , valoraba así ese “derecho conquistado” y la estrategia para su exterminio por el capital:

“La combinación de la propiedad privada con el sufragio universal es un compromiso que implica que la lógica de la acumulación de capital no se reduce a la lógica de los agentes privados. La actual ofensiva de la derecha no es simplemente una cuestión de impuestos, de gasto publico, ni siquiera de distribución de los ingresos. Los planes para reducir los impuestos sobre los beneficios, abolir los controles medioambientales, eliminar los programas de bienestar, desmantelar el control gubernamental sobre las condiciones de trabajo y debilitar a los sindicatos suponen algo más que una reorientación de la política económica. Constituyen un proyecto para una nueva sociedad, una revolución burguesa (?) Por primera vez, en décadas, la derecha tiene un proyecto histórico propio: liberar la acumulación de capital de todas las trabas que le impone la democracia”.

La crisis, actual forzó las cosas al nivel que GRAMSCI calificaba de “equilibrio catastrófico”: o se dilucida liquidando definitivamente el derecho conquistado, o el derecho conquistado se expande de una esfera a otra conduciendo a la sociedad capitalista a marcos de transición al socialismo.

Aquellos “alivios”, no hay que acercarse mucho para comprenderlo, actúan como paliativos que encubren “los progresos” dados en la orientación “del proyecto histórico propio” de la reacción derechista: trabajo precario y sin derecho, trabajadores pobres, demolición de la negociación colectiva, liquidación de las capas medias, trato maltusiano al “excedente humano” (a escala planetaria)?

Ocurre, sin embargo, que esa orientación no es una opción del capital, sino una necesidad de un sistema exhausto que ha perdido hegemonía y carácter dirigente, que tiene en frente una sociedad, en su inmensa mayoría pauperizada, donde los antagonismos objetivos ascienden a la subjetividad, a la conciencia social colectiva, a ritmos insospechados hace bien poco tiempo.

Pero lo subjetivo, en términos de acción político/social transformadora, es parte de lo objetivo, necesita, actuar con audacia para alcanzar los agrupamientos de las mayorías, para construirlas y dotarlas de orientación, iniciativa y dirección política unitaria en los mínimos esenciales que conciernen al interés general.

“Es necesario y de modo intenso poner toda la atención en el presente tal como es, tal como se nos muestra, si se quiere la transformación” (A. GRAMSCI). Y para estar a la altura de un presente tal como es, en extremo amenazador, donde esta en juego para las condiciones de existencia de generaciones, lo que se requiere, como las plantas el aire, es un programa mínimo común de la mayoría de la democracia real, orientado a quebrar las posiciones de las oligarquías del gran capital, a la defensa de la soberanía frente a los poderes imperialistas, a la profundización de la democracia política y los derechos sociales, laborales y civiles.

El resto vendrá después. ¿Conoce alguien de algún proceso de transformación social en la historia donde “la letra menuda”, por importante que sea haya prevalecido sobre el trazo grueso?

Huelga decir que a la involución en las formas y modos de explotación del trabajo asalariado y de desalojo del “estado social” le corresponde la reacción en todos los órdenes de la vida social. No en vano, sobre aquella base, en última instancia, se levanta todo un mundo jurídico, ideológico, político, cultural, al que, por estorbarle, hasta le estorba el sufragio universal.

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