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Cuando la dignidad sobrepasa a la política

Carlos Castañosa

Quizá era necesario un revulsivo como el protagonizado por el concejal de urbanismo del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Carlos Garcinuño, para que la ciudadanía confirme que el discurso político suele adolecer de medias verdades y mensajes falaces en favor de intereses electoralistas, contrarios a los derechos de la población.

El manotazo en la mesa del edil, debe servir como punto de apoyo para dignificar el muy deteriorado prestigio de la clase política, que solo parece moverse por cálculo de los votos que se pueden ganar o perder si se toma tal o cuál decisión; con menosprecio para el interés general y fuera de la ética impuesta por el compromiso “teórico” de servicio al pueblo; que se incumple y atenta contra la buena fe de los votantes con promesas capciosas, al abrigo de un discurso dialéctico de baja estofa con el que se intenta camuflar el fracaso de una gestión, cuyo objetivo real y prioritario es el beneficio para el partido o maniobra bien urdida para mantener la poltrona; o conseguir cazarla. Si prescindimos de eufemismos, quien quebranta la lealtad debida, incurre en traición (definición del DRAE).

Por fortuna, no todos son iguales. Ni por desgracia podemos cuantificar porcentajes. Pero que un caso puntual, aislado y poco habitual sea paradigma del ideal político para el pueblo, da una medida de nuestra indefensión ante el poder instituido.

El enquistado y escandaloso caso de Las Teresitas es gangrena incurable para nuestra querida capital. Cualquier conflicto relacionado con su entorno, supone un drama colectivo, social, económico, político y judicial.

El testimonio del concejal cesado por el alcalde, a petición del partido en el que milita (¿“disciplina de partido” vs. “democracia interna”?), aclara conceptos oscurecidos en el fondo de alguna gaveta de despacho; que además coinciden con el deseo popular de que no se desperdicie la millonada que se pagó por la obra de un gran arquitecto, más lo despilfarrado en seguridad del edificio y el pastón que costará el derribo.

¡Claro que hay que cumplir una sentencia firme! Faltaría más. Pero como bien ha explicado en todos los foros el concejal defenestrado, obligación del ayuntamiento era luchar por la defensa de un patrimonio público; o la parte que pueda salvarse, según daba opción la sentencia, para evitar una chapuza impresentable si una vez derruido el aparcamiento subterráneo hay que construir otro igual en el mismo sitio, en un área de 7000 M2 salvando los 200 M2 que invadían supuesta e irregularmente espacio público.

No sé de ningún conciudadano desinteresado y bien informado que no abomine de una sentencia tan dañina para las arcas municipales. Solo aplauden y urgen su ejecución los políticos que en su día denunciaron la irregularidad por vía penal. Para ellos, unos pocos, supuso un éxito personal y de partido; en un alarde triunfalista y derrochador con dinero que no era de su bolsillo, sino de todos nosotros.

Ahora vendrá lo peor. El alcalde y el partido del concejal quedan en entredicho ante la contundencia de los argumentos proporcionados a una opinión pública acostumbrada a las sesgadas medias tintas electoralistas,

Debe prepararse el edil díscolo; pues su aleccionador gesto de dignidad, consecuente en conciencia, apoyado por el uso de razón de las personas normales, no puede quedar así. Comenzará la amenaza de demandas y querellas. Además, la reacción prevista para estos casos es una demoledora campaña mediática de desprestigio personal para intentar contrarrestar los efectos negativos que han hecho tambalear las patas de varias poltronas. Llegado el caso, ahí estaremos muchos formando la barrera al borde del área

Todo mi respeto para el Sr. Garcinuño que, además de la gran lección de moral política que ha impartido con la firmeza de su gesto, renunciará a su acta de concejal por razones de coherencia bien explicada. Algunos amigos le aconsejarán que no lo haga; pero protéjase de quienes intenten utilizarlo como punto de referencia para previstas operaciones de transfuguismo y justificar así que ellos/as no piensen soltar cacho.

Este alegato no se basa en conjeturas ni juicios temerarios. Baste considerar la realidad de cómo estas autoridades municipales maltratan nuestro patrimonio público; sea histórico, cultural o simplemente urbano… ¿Lo repasamos?...

El alcalde y el partido no saben lo que pierden sin usted. Sr. Garcinuño. Los ciudadanos, sí lo sabemos y lo lamentamos. Gracias por el ejemplo que nos ha dado.

Este artículo ha sido publicado en www.elrincondelbonzo.blogspot.com

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