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Un fantasma recorre Europa

Antonio González Viéitez / Antonio González Vieitez

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Y eso no tiene vuelta de hoja. Es así y lo saben Agamenón y su porquero. Y no nos queda otra que afrontar esa contundente realidad. Porque hemos tenido un sueño: que, con trabajar cuarenta (incluso treinta y cinco) horas semanales, era suficiente; que teníamos garantizada la educación y la sanidad para nosotros y nuestros hijos; que cuando nos jubiláramos (o pre ) tendría que hundirse el mundo para no gozar de una merecida pensión, digna y revalorizada anualmente; que si por arte de birlibirloque nos quedamos sin trabajo, tenemos derecho a cobrar el paro; además, que nadie nos puede poner en duda nuestro derecho a un mes completito de vacaciones pagadas.

Pero ese sueño era una ensoñación. Porque [estribillo] “hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades” ¿O es que alguien se llegó a creer que aquí se amarran los perros con longanizas?

Hay que apretarse el cinturón. Y si hay que trabajar más horas por menos salario, pues habrá que aceptarlo. Y si hay que pagar una cantidad por visita médica o por llevar los chiquillos a la escuela ¡qué se le va a hacer! Y no nos quedará otra que contratar un plan privado de pensiones porque cada vez somos más viejos los viejos? ¿Seguimos? ¡Es lo que hay!

Porque tenemos que ser competitivos globalmente y, en ese escenario, no es posible mantener los Estados de Bienestar que, recordémoslo, son de ámbito nacional. Y el que no quiera entenderlo irá, voluntaria o inconscientemente, proa al marisco.

Así, con ese fantasma metido en el cuerpo, todos nos sentimos desconcertados y aterrorizados. Y, como se trata de algo ineluctable, igualito que la Ley de la Gravitación Universal, no hay ninguna alternativa ¡Sálvese el que pueda! Y “Nada de las mujeres y los niños primero” brama el capitán. Hay que intentar sobrevivir en un mundo donde impera la Ley de la Jungla, en donde sobrevive el que es más fuerte y el que se adapta mejor. De ahí que las posibles salidas y soluciones solo puedan tener un marcado carácter individual. Porque [estribillo] “hay que competir”. Así, en ese mundo orwelliano, la cooperación es un peligro, y la solidaridad una forma irresponsable de suicidio. Y se entroniza el “Homo homini lupus”. El hombre es un lobo para el hombre. Y ahora ya todo está permitido.

De esta forma, la política, que sigue siendo la función más noble y digna del ser humano, se transforma en una de las actividades sociales más repugnante. Porque los políticos incluso quieren presentarse, hipócritamente, como defensores del interés común. Cuando de sobra sabemos que todos son igualitos y que el único lenguaje que conocen es “de lo mío ¿qué?”.

Más arriba dijimos que se trataba de un fantasma. Ahora se convierte en una pesadilla. O, mejor dicho, hace que nuestra vida, nuestras vidas, se transformen en una pesadilla. De la que, además, nadie es culpable. Porque las cosas son así y hay que aguantarse. Pero ¿son así?

Empecemos a la defensiva. Porque se sabe que ese fantasma se sustenta en una verdad absoluta y “científica” (¡Las cosas son así!). Sin embargo, todos sabemos que las verdades absolutas solo se mantienen en y con la fe. Por tanto, tienen que basarse en las esencias y en los arcanos de los fundamentos incomprensibles, es decir, tienen que tornarse fundamentalistas. Con todo lo que esto implica.

Apuntemos algunos argumentos positivos y defendamos que las cosas no tienen que ser así.

Un pequeño apunte inicial. Las sociedades humanas dieron un gran salto adelante cuando inventaron el dinero, instrumento insustituible como medio de pago y, así, superar las limitaciones del primitivismo del trueque. Con el paso de milenios, se sabe que el dinero tiene hoy dos componentes básicos. El “dinero legal”, que se emite en exclusiva por los Bancos Centrales, y el “dinero bancario” que crean los bancos y un cada vez más variopinto elenco de entidades financieras privadas.

Simplificando un montón. El “dinero bancario”, utilizando los infinitos instrumentos que le viene proporcionando la ingeniería financiera, ha crecido de tal modo que ha pulverizado cualquier relación “sensata” con el “dinero legal”. Así, este “dinero legal”, apenas es una ridícula fracción de los ingentes volúmenes del “dinero bancario”. Es decir, cada vez hay más “dinero bancario” que no tiene como objetivo el ser medio de pago en operaciones reales de intercambio de bienes y servicios. Y entonces ¡Eureka! Quienes ejercen el control (no es necesaria la propiedad) de esas ingentes cantidades de “dinero bancario”, “abandonan” la economía real y se instalan en un muy peculiar pudiéramos llamar “mundo virtual”. Donde han conseguido, mediante la Globalización, eliminar o impedir la aparición de cualquier ley o norma que los regule. Y donde han conseguido carta de naturaleza para la impunidad de los Estados Corsarios, conocidos como Paraísos Fiscales.

Y en ese mundo virtual (donde hasta El Bosco carecería de imaginación), esas cataratas de “dinero bancario” no tienen otra finalidad que moverse febrilmente para maximizar ganancias, sin tener otro sustento que la insaciabilidad de la avaricia. Y consiguen forzar la aparición de “Burbujas” de muy diverso tipo. Y, cuando revientan, y si hay pérdidas en el mundo virtual, se las traspasa con impudicia al mundo real, donde están los gobiernos como fieles servidores y apagafuegos dispuestos a socializar las pérdidas. Porque los bancos, especialmente los más grandes, son tan importantes e imprescindibles que no se les puede dejar caer. Y cuando esos mismos Gobiernos se endeudan hasta las cejas (para salvar a esos bancos y para luchar contra el paro que ellos mismos generan en la economía real), les caen encima, les bajan su grado de confianza culpándolos (¡!) de ser unos despilfarradores y unos manirrotos. Y que tienen que enmendarse y apretar el cinturón a todos los habitantes de la economía real.

Y nos encontramos ante una situación dual. La globalizada economía virtual, al margen de cualquier ley y con la avaricia como única regla, consigue con sus operaciones especulativas ganancias cada vez mayores. Pero cuando aparecen las dificultades, las traspasan a la economía real no globalizada (socialización de pérdidas, encarecimiento de la deuda, explosión del paro) y se quedan al socaire y a la expectativa hasta la próxima. Es esa misma economía virtual la que escudriña las diferencias que siempre hay (entre países, entre monedas, entre tiempos) y, cuando llega el momento adecuado, se abalanzan sobre ellas y producen fuertes sacudidas en las Bolsas, en los tipos de cambio y en los precios de los Bonos-Estado. Y es que cuando hay estabilidad (muy valiosa en la economía real), como no hay fuertes diferencias, no se puede especular y no se puede ganar. Y eso no les interesa. Porque la Economía Virtual vive de y para provocar sobresaltos. ¡El mundo al revés!

En todo esto hay una enorme dificultad. Porque ese continuo recorrido de crisis y bandazos (hipotecas-basura, quiebras bancarias, Grecia, Portugal, España, Hungría, Francia, el euro??), esa hegemonía del “dinero bancario” y del mundo de lo virtual, puede llegar a ser considerada intolerable por los sujetos de la economía real, es decir por todos nosotros, que sufrimos sus consecuencias. Pero, para que eso ocurriera, haría falta que, entre todos, tomáramos conciencia de la verdadera situación.

Justo para evitarlo, es que los dueños del espantajo del fantasma actúan en un doble plano. En el primero, removiendo todos los obstáculos para que la economía virtual pueda señorear a su antojo sobre la economía real. Hace unos días, un socio menor de la firma británica “Variant Perception”,lo decía sin despeinarse “Tal vez parezca duro, pero sin esa presión (de los mercados) el Gobierno español nunca habría abordado ni la reforma financiera [se refiere a la privatización de la Cajas] ni la del mercado de trabajo”. Es decir, nos aterrorizan y nos dejan inermes ante sus embestidas. En el segundo (y si consiguen grabarlo en nuestro adn, la victoria de la economía virtual sobre la economía real está asegurada) consiste en imponer su Verdad Absoluta, a saber: “No podemos seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades”.

Y el fantasma se apoderaría de Europa.

Otro día podríamos reflexionar sobre cómo espantar al dichoso fantasma.

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