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La manguera del pirómano

Cristóbal D. Peñate / ICONOCLASTIA

Las Palmas de Gran Canaria —

El PP canario, o sea, el de Soria, ha querido ser el salvador de la biblioteca pública de Las Palmas usando la misma táctica que acaba de emplear en Cataluña, el del bombero pirómano, pero me temo que el tiro le ha salido por la culata. Igual que en Cataluña.

El ministro de Industria, el mismo que metió la pata hasta el corvejón cuando era alcalde de Las Palmas de Gran Canaria al permitir que se levantara la biblioteca en un solar no urbanizable, es ahora quien se muestra como salvador del edificio público al forzar un acuerdo con Cultura con la excusa de la utilidad y el interés social, a pesar de las sentencias reiteradas de los tribunales que ordenan el derribo de la construcción.

Soria ha hecho un papelón: ser el pirómano y a la vez el bombero. Crea un problema de la nada y luego lo resuelve, como si tuviera mérito quemar el bosque para luego apagarlo.

Es como el que tira al agua a un bebé y luego lo rescata inmediatamente para que le reconozcan la categoría de héroe y le den una medalla en el ministerio. La biblioteca pública lleva años en vilo por culpa del ex alcalde y, aunque haya apagado los rescoldos, no deja ser el principal responsable de ese craso error.

Ahora arreglan el problema en los despachos ministeriales después de que el Tribunal Supremo haya ordenado la demolición del edificio. De lo que nos se librarán los palmenses es de tener que pagar una buena indemnización a los vecinos afectados que demandaron al consistorio.

Porque, de eso estén seguros, Soria no pondrá ni un céntimo para hacer frente a su gran pifia. Cuando los políticos se equivocan o meten la pata alegremente no pagan nunca el entuerto sino que pasan el platillo mientras que siguen viviendo de gorra. El dinero para los vecinos denunciantes va a salir de nuestros bolsillos. Y encima Soria exigirá que le estemos eternamente agradecidos por su gracia. Pagaremos su mentecatada y encima nos tendremos que dar con un canto en los dientes.

Es tan surrealista como lo de Cataluña. El PP saca once diputados y sus portavoces tienen la osadía de pedir a Mas, que sacó 62 parlamentarios, que dimita. Todo esto da mucha risa si no fuera realmente para llorar.

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