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Tres marías para poner a prueba la voluntad política

Carlos Castañosa

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Son asignaturas pendientes que no requieren esfuerzo por parte del alumno para ser aprobadas. Pero no parece que los educandos tengan demasiado interés en presentarse a examen. Sin embargo, es imprescindible “pasar por el aro” para sacar el curso adelante.

Son tres REFORMAS de alto rango por su interés general. Responsabilidad ineludible para quienes asumen el poder delegado en las urnas y de muy sencillo planteamiento y resolución. La simple voluntad política es el único requisito para cumplimentar con éxito un clamor popular a tres bandas: CONSTITUCIONAL, ELECTORAL y LABORAL.

–Con respecto a la primera; han pasado los años desde aquel 1978 en que este pueblo estrenó su condición de país democrático, en un estado de derecho respaldado por la Constitución, cuyo articulado protege los valores humanos y salvaguarda los derechos fundamentales de todos los españoles. Un proceso de transición política ejemplar, como lo fueron los siete padres constituyentes encargados de su redacción en espíritu y letra: Cisneros, Herrero de Miñón, Pérez-Llorca, Peces-Barba, Solé Tura, Manuel Fraga y Miquel Roca. ¿Sería posible hoy convocar personajes tan válidos y de tan diferentes ideologías, que configurasen una mesa como aquella para modificar y actualizar el texto actual en beneficio exclusivo de los intereses del pueblo? Es la tesitura en que nos encontramos. Pues el tiempo pasa, envejece los cuerpos, añeja los vinos, ensalza tecnologías, crece en conocimiento y mengua facultades para bailar al ritmo de antaño. Lógica racional: plantear una revisión para adaptar el contenido a la realidad actual y rectificar aquellos artículos o puntos determinados, cuya puesta en práctica los ha confirmado como erróneos. Por ejemplo, el diseño de Estado de las Autonomías ha sido un flagrante fiasco debido al despilfarro que supone un gasto público brutal e inasumible, por el exceso de gravosos cargos políticos y un complejo entramado institucional que dificulta la detección y control de los abundantes casos de corrupción y nepotismo. Una burocracia enmarañada e inservible por incidir varias competencias sobre una misma área para que nada funcione y facilitar la elusión de responsabilidades… y la casa sin barrer. La alternativa es complicada, pues la más aproximada sería el Estado Federal. Pero el principio básico del federalismo es la simetría entre todos sus componentes. Incompatible con territorios infectados de separatismos. Penosa circunstancia que España lleva padeciendo siglos, con una actualidad recrudecida que dificulta cualquier intento inmediato de reforma en nuestra Carta Magna.

–Otra: La presente Ley Electoral supone grave insulto a uno de los principios básicos de la democracia: “un hombre, un voto”, y por ende, a la dignidad de todo un pueblo soberano. (Quizá, para no zaherir susceptibilidades tendenciosas, convendría sustituir en el dicho, el término “hombre” por “ser humano mayor de edad”). La Ley D´Hondt por la que se rigen varios estados, incluido el nuestro, está considerada un mal menor por el cúmulo de defectos, imprecisiones y el atentado democrático que fomenta, a veces, esa especie del denostado “voto de calidad”. La circunscripción electoral por provincias representa un verdadero hándicap para la equidad que relacione escaños con número de votos. –Léase la reciente barbaridad acaecida en Cataluña–. Si para colmo, en Canarias añadimos las “barreras electorales” o topes insulares, el destrozo está servido; como se vivió en las pasadas elecciones con el escandaloso número de escaños obtenidos por el gomero Sr, Curbelo con un ridículo puñado de votos. Si la solución propuesta es aumentar otros diez parlamentarios autonómicos a los ya existentes para que todo siga igual, se demuestra que estamos en manos de los más interesados en que nada cambie… y a seguir forrándose…

–Y la tercera: La Reforma Laboral en vigor necesita con urgencia una contrarreforma que rescate la calidad y dignidad del concepto “puesto de trabajo”. No es aceptable que en los diez años de crisis los beneficios empresariales hayan superado el 200 %, y que los sueldos permanezcan anquilosados en empleos precarizados, porque se simuló la creación de puestos de trabajo sustituyendo uno cualificado (trabajo digno/sueldo digno) por tres o cuatro eventuales con el coste de uno antiguo, en condiciones laborales humillantes e ineludibles por la situación de necesidad generalizada e intencionadamente urdida. Con cierto triunfalismo político se alardea hoy de que ya se ha superado la crisis. Así parece ser para unos pocos, pero las diferencias socio-económicas y los niveles de pobreza siguen aumentando cada año. Los sindicatos, en virtud de su demostrada ineficacia, deberían desaparecer. Al menos nos ahorraríamos los caudales públicos de su dotación económica en subvenciones y otras regalías, en favor, por ejemplo, de la decrépita caja de las pensiones; que también debiera nutrirse de las inconcebibles y abusivas subvenciones a partidos políticos y demás organismos tipo CEOE; así como de la supresión de excesos salariales y otras prebendas del desorbitado número de cargos públicos.

Tres marías que solo necesitarían voluntad política para superar el examen. Pero así planteada la realidad objetiva, deducimos que la contumaz inoperancia política y el exceso de intereses personales o de partido, hacen inviable cualquier algoritmo que se proponga para alcanzar soluciones ajustadas a los derechos del pueblo soberano y a los legítimos intereses ciudadanos, alejados de la aviesa y egoísta intencionalidad de los supuestos servidores del pueblo.

Tres sencillas marías convertidas en hueso difícil de roer por no hallarnos en buenas manos.

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