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De mercados y mercadeo

José A. Alemán / José A. Alemán

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Asegura Rajoy que sus decisiones no le gustan, que las tomó contra su voluntad porque no le quedó otro remedio. Más o menos lo mismo que dijera Zapatero cuando se viró guirre; corregido y ampliado, claro. Mucho habría que decir de la actitud del PP entonces y ahora, pero no merece la pena. Prefiero resaltar que el reconocimiento de su impotencia por Rajoy, que no otra cosa es admitir que no le gusta lo que ha hecho, es cínico y de efectos perversos sobre la moral ciudadana.

Cínico es justificar el incumplimiento de su juramentos de eso nunca lo haré, madre querida, culpando al legado sorpresa de Zapatero. No me creo que el PP necesitara llegar a La Moncloa para enterarse de que el déficit real estaba dos puntos por encima del que se creía o quiso el PSOE que creyera. Afirmarlo es admitir que los peperos estaban, como oposición, en la luna de Valencia (nunca mejor dicho, Gürtel mediante) o carecían de analistas profesionales lo bastante expertos para que no se la dieran con queso; o no se la metieran doblada, que es la forma coloquial grosera de decir lo mismo.

La perversidad radica en que confesarse impotente equivale a decirle a la gente que no hay nada que hacer, que se ponga como se ponga no hay otro camino, que ha de resignarse y en lugar de explicar las razones para que no se eche a la calle, porque, dicen, escrito está en las estrellas que no hay solución, prometer un futuro mejor a medio o largo plazo. Un futurible de la serie “de esta vamos a salir” que es lo único en que no mienten los peperos porque, es fama, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

Hay, además, un punto de sadismo. Porque tratan de crearnos la mala conciencia de que cuanto ocurre se debe a que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades; y nos advierten, los peperos, que nada volverá a ser como antes. En mi ingenuidad, pensaba que se referían al derroche consumista de las vacas gordas, pero ahora sé que nos invitan a decirle adiós al Estado del bienestar. Por culpa, hay que decirlo, de los psocialistas que pusieron la línea roja en la Sanidad y la Educación a sabiendas, los muy provocativos, de que es coloración insoportable para la derechona que por ello ha aprovechado la mayoría absoluta para llevárselas por delante y sumirnos en su azul nada celestial.

Dejó claro Rajoy, menos mal, que trata de “calmar a los mercados”. Cosa que, lo reconozco, ha conseguido: no hay nada que calme más los nervios que hacer caja, como la que conseguirán con solo subir la prima de riesgo a los 430 puntos. Con un Gobierno tan sensible a sus apretones, sería del género tonto despreciar la oportunidad. .

Los “mercados”, debe recordarse, son el eufemismo del capitalismo salvaje que representan las agencias de valoración manejadas, a conveniencia, por el conglomerado de bancos, compañías de seguros, grandes corporaciones y otras instituciones que las financian. A través de ellas, Wall Street promovió ataques contra la administración Obama; y contra los bonos públicos franceses como represalia a la propuesta de Sarkozy de crear una agencia pública europea que las sustituyera. No les salió bien y vino a consolarlas España donde encontraron una defensora incondicional en Elena Salgado, ministra de Hacienda de Zapatero. No menor es la adicción a ellas de Luis de Guindos, ex director para España de Lehman Brothers, el banco que desencadenó la crisis al día siguiente de recibir todas las bendiciones de las mismas agencias que santificaron, qué cosas, las cuentas del Gobierno griego hasta que Papandreu se hizo con el poder y destapó los farfullos. Que viva España, tan hospitalaria ella.

Si algo positivo tiene la crisis es permitirnos entrever los mecanismos del capitalismo financiero para gobernar y/o machacar países mediante políticos delegados; o subordinados, que haberlos, háylos. Descubrir que el Banco Central Europeo es más lobby bancario que institución europea es otro jallo, que le dicen.

Ante todo esto clama al cielo que los representantes empresariales canarios, tras considerar premio gordo que Soria sea ministro, parecieron advertir que ni pedrea, oye, e instaron a Paulino a plantarle cara a Madrid; al tiempo que “avalaron” las medidas de Rajoy y volvieron a prosternarse ante Soria para que anime a la inversión a un Gobierno que practica, precisamente, la desinversión y los mayores recortes presupuestarios a Canarias. En lo que debe andar la mano de Soria para debilitar a Paulino y alentar a quienes dentro del PSOE, donde nunca han faltado toletes ambiciosos y tipos sin escrúpulos, están dispuestos a pactar con él un Gobierno de regeneración política, que la económica al por ciento queda para más adelante. Debió impresionarles la apostura de jefe provincial del Movimiento con que desfiló el muy ministro en la procesión del Viernes Santo.

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