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La obligación social como único sentido

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Partiendo de la base del trabajo como dogma que abre las puertas al crecimiento; con la ausencia de este principio básico nos hallamos ante el dilema de cómo recuperar esa calidad de vida que comenzamos a perder en los últimos meses de 2006. Hechos que en palabras de estudiosos analistas de economía, nos recuerdan la crisis sufrida tras la Guerra Civil que tuvo similares características de empobrecimiento y desempleo en la sociedad española, cuyas consecuencias trajeron desigualdades predecibles por el azote de la dictadura.

Es ahora, cuando la cruda realidad nos presenta un futuro incierto, que comenzamos a visualizar la similitud de aquellos años con una gestión política que nos empotra de forma violenta e injusta contra la pared de los impuestos, exprimiéndonos los pocos recursos que nos quedan. La insolidaridad del Gobierno está haciendo mella en la sociedad con un colectivo débil en un sistema de atención al dependiente, olvidados en la austeridad de los recortes cuyas prestaciones han caído de manera insultante -70%- y al filo de la marginación con la precariedad de sus medios.

Dicen de Zapatero que el cree en el poder como una comisión de servicio, hablan del Sr. Aznar de líder civil uniformado y del Sr. González que atiende a cualquiera que le requiera. Es como si las ciencias más contemporáneas de la política española confluyeran en un club social en el que se urden estrategias diferentes con las mismas calumnias; tramas de especulación desde diversos ángulos de percepción de la política en España y por alusión, en el resto de la eurozona de la que hablan tan enfáticos y seguros de tener la llave que cierre el arcón de la recesión; como “El club Lovecraft” del escritor Antonio Lázaro, en el que buscadores de un libro tan mágico como maligno llamado “Necronomicom” arrastran sucedidos en las cavernas de Toledo -¿Tendrán algo que ver con aquellos Pactos en Toledo de abril del 1995?-.

Parece ser que este Gobierno nos devuelve a épocas ancestrales en las que la Iglesia y el Estado confluían como únicos valedores del poder. El mismo que sometía al pueblo a sus intereses en ocasiones ilegítimos y repudiables para la sociedad de hoy. Se vislumbra de nuevo la postura que más les conviene y llegan a compartir la hegemonía de sus designios con la que acotar la de los ciudadanos a través de ese “tratado o convenio” sobre asuntos eclesiásticos que el gobierno de un Estado hace con la Santa Sede“, la acepción adecuada es la de concordato; el famoso pacto con el que el Sr. Wert quiere infundir nuevo protagonismo a los obispos a costa de influir -no precisamente de manera democrática- en la educación de nuestros hijos.

Ya creíamos haber salido de la amarga historia con la llegada de la Constitución -1978- y ahora la reforma en la enseñanza promovida por el ministro nos demuestra lo contrario, el derecho a la libertad de creencias religiosas y la neutralidad del Estado no han servido para “dar fe” en nuestro país de que los privilegios de la Iglesia eran pasado. Una asignatura sin calado en el ámbito de la enseñanza pública marca la diferencia entre democracia y autoritarismo, sin tener en consideración problemas más urgentes en el sistema educativo como pudiera ser “Conciencia social contra la violencia de género” o “Ética e igualdad en derecho de ambos sexos” que a bote pronto se me antojan como más necesarias de concienciar a nuestros jóvenes desde temprana edad así como títulos sugerentes de atención inmediata.

Con la ley en disposición, entra a formar parte de “El club?” el presidente del Banco de España, sugiriendo la supresión del salario mínimo por falta de cualificación o edad problemática para conseguir empleo. Es decir, discriminar por colectivos a trabajadores en dificultades de inserción y carentes de formación para un trabajo, sin mencionar cual. De igual manera, se atreve con una observación inapropiada que sin embargo ha sido bien recibida como no podía ser menos, por los empresarios y la patronal, de pagar al trabajador lo que les venga en gana, sin tener como referencia convenio alguno. Más profecías de los representantes de instituciones que echar al cubo de los desperdicios de unas ideas que caen en la más profunda incongruencia.

Vamos a tener que encomendarnos al improbable éxito de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, elegida por el Presidente para servirle de reserva cuando esté ausente ?indispuesto-, de cuyo nombramiento como segunda en la Comisión Delegada de Asuntos Económicos nos hemos enterado por los medios, excepto algunos observadores del BOE del pasado sábado; ya no se acuerda el Sr. Rajoy de su predisposición a poner las fichas en el tablero de su Ejecutivo según sus conocimientos y dudo mucho que Dª Soraya, sepa más de economía que lo impuesto durante su formación en derecho; a no ser claro, que su función sea la de intermediar entre Montoro y Guindos para que “la sangre no llegue al río” solo así se entiende el nombramiento. Esperemos no obstante a que el Sr. Rajoy con ese estereotipo de hombre tranquilo, que ahora se muestra apartado en su meditación personal, nos lo cuente, porque decirlo, nos lo dirá seguro ¿Cuándo? Es otra cuestión y si es desde fuera del territorio, lo hará probablemente antes como dice su lugarteniente Soraya: “Ahora al Presidente todo el mundo le escucha”. Grotesco el hecho de decirlo tan ufana si estamos ya acostumbrados a “las rajadas del Presidente”.

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