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El ''pacto colonial''

José A. Alemán / José A. Alemán

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Conviene hacer memoria para comprender. En el núcleo duro que fundó CC, recuerden, figuraban dirigentes que en sus partidos estatales de origen persiguieron a quienes consideraban la canariedad factor definitorio. Sin embargo, al verse políticamente apurados se aferraron al nacionalismo con la fe del converso; se convirtieron en menos tiempo del que le llevó a Pablo levantarse tras caer del caballo. Y ya deberían saber ustedes quién era Pablo.

El brusco viraje apartó a mucha gente, pero fueron más los abducidos. La siguiente ruptura la propició Mauricio al apoderarse de CC en Gran Canaria, previo apuñalamiento de don Olarte. Entonces se reveló como el mejor político que ha dado la derecha canaria a ojos de los estafados. Luego aburrió a quienes se integrarían después en NC para proseguir sus apaños con el macho Soria y repartirse el poder en Gran Canaria; respaldados, los dos, por ATI, que se reservó su parte del territorio. Mientras, CC se iba convirtiendo en ATI-cc, lo que es hoy.

Era lo de Soria y Mauricio un plan de dominio y lo comenzaron a desplegar contando, para completarlo, con la victoria segura de Rajoy, que sería el sucesor inmediato de Aznar. Pero la sorprendente victoria de Zapatero los cogió con los calzones en las rodillas y pronto se vería que sin Rajoy en La Moncloa poco podría aportar Soria.

Se inició el distanciamiento y el PSC sustituyó al PP en la cama de CC; como concubino, que no legítimo esposo. Aunque luego recobrarían los psocialistas algo de su honra con López Aguilar, siguen dispuestos a volver a las mismas y no se detuvo el proceso de degradación política que certifica el fracaso de la autonomía. No podía ser de otro modo con unos nacionalistas de ocasión e insularistas de vocación agarrados a una ley electoral injusta como principal activo de poder; y unidos a un sujeto, Soria, arquetipo caciquil tan rehogado en añoranzas franquistas que usa el autoritarismo y la intimidación de la ciudadanía como armas políticas.

Siempre he pensado que el nacionalismo es fenómeno cultural. La experiencia histórica y social de siglos da a los pueblos una visión del mundo y del lugar que ocupan en él y configura su idiosincrasia; la que se traduce en expresiones populares y artísticas, desde la musical, folklore incluido, a la pintura, la escultura, la literatura, etcétera, que acrisolan valores como la tolerancia, la comprensión del “diferente” y cuanto ustedes quieran echarle. En definitiva: la variedad como riqueza de los pueblos y las naciones con su exponente más claro en la infinidad de hablas que configuran el idioma castellano, por poner un ejemplo gráfico de la unidad humana en la multiplicidad.

Los problemas comienzan cuando el nacionalismo cultural se convierte en palanca política de partidos que se dicen nacionalistas y que empiezan enseguida a borrar, a adormecer o a envilecer las manifestaciones culturales incómodas y a ignorar o perseguir a los no afines y a los críticos. Lo que lleva a mistificaciones que, en nuestro caso, consisten en reducir la canariedad a un sentimiento narcisista estéril a fuerza de rondallas, romerías, ñoñas devociones marianas, mal hablanza y reclamos orgullosos de “lo nuestro”; eslogan ya utilizado, por cierto, bajo el franquismo por una marca de coñac. No han ido mucho más allá los ideólogos de la vacuidad insultante reclutados en la Universidad de la Vida. Indigna el reduccionismo cultural que embota el sentido crítico de los isleños, desorienta su percepción de las cosas y machaca la identidad que dicen defender.

Savater le dijo a Pomares que el viejo caciquismo recurre a veces al independentismo. Es amenaza siempre a mano y piensa que no le interesa la independencia sino la gestión de esa amenaza para obtener ventajas. El caciquismo, añado yo, reprime y ridiculiza por lo general a los independentistas y cuando le viene bien, los alienta para lograr, en el caso canario, lo que algunos llaman el “pacto colonial”, el que satisface las aspiraciones de la oligarquía a cambio de fidelidad al Estado español.

Visto desde este punto de vista, el pacto se sustanció durante el XIX con los Puertos Francos; y en la negociación del REF, a principios de la década de los 70 del siglo pasado, se agitó el espantajo del “comunismo separatista” para obtener lo que se pretendía.

Hoy el REF está en veremos, necesita la oligarquía un nuevo pacto y el independentismo dispone, casualmente, de un hueco mediático caracterizado por el anatema amenazante y un primitivismo aculturizado y ahistórico del que no se liman siquiera los tropezones xenófobos tan reiterados como negados. CC no participa abiertamente del esperpento, pero se deja querer y hay en su seno opiniones que respiran por esa banda. La gestión de la amenaza.

No sé a qué nuevo “pacto colonial” aspiran ahora, pero no creo que esté CC en condiciones de conseguirlo porque no depende tanto de su determinación y capacidad como de la disposición de Madrid a tragar. Que dependerá de la ventaja que obtenga.

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