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De paranormalidades y otras ignorancias

Francisco Pomares

Siempre he creído que en el edificio de la vieja mancomunidad de Teobaldo Power, hoy sede de la Cámara regional, viven algunos fantasmas no reconocidos. Y no me refiero en absoluto a Sus Señorías, a los que considero de muchas maneras, pero no necesariamente entes ectoplasmáticos. Los fantasmas que a mi se me aparecen por los pasillos del Parlamento son los de los sentenciados durante el primer franquismo, cuando la hoy sede del Parlamento fue ocupada por los juzgados, en un tiempo en el que los tribunales condenaban con fusilamiento a rojos, masones y otra gente de mal vivir. El Parlamento debería rescatar del olvido a los condenados entre sus viejas paredes, por haber luchado en defensa de la República, la democracia y la libertad. Pero esa es, como siempre, una historia pendiente.

La que nos ocupa es que en materia de fantasmas, el Parlamento da mucho de sí: el martes, sin ir más lejos, la consejera de la Cosa Calamitosa y otros Asuntos Más o Menos Sociales invocó al fantasma del doctor Chill y Naranjo, con el que dijo estar “en contacto” para intentar resolver los problemas económicos del Museo Canario. No se si don Gregrorio se revolvió en la tumba en la que descansa desde 1901, o la cosa va en serio: he revisado la nómina de asesores gubernamentales, en la que hay casi absolutamente de todo (incluso algún conejero imputado, colocado de perfil), pero no he dado aún con ningún medium especializado en contactos de ultratumba. Claro que conociendo a doña Inés del alma mía, y sus dotes para la invocación y otros ritos, quizá el contacto con don Gregorio pudo resolverse con ayuda de una güija en una reunión del Consejo de Gobierno.

En fin: hace unos meses me tropecé por casualidad con La sociedad de la ignorancia, un curioso opúsculo de Antoni Brey [lo recomiendo: está colgado en la web con licencia creative commons], en el que se reflexiona sobre la relación entre los seres humanos y el conocimiento en esta época de ruido e intoxicación. Cada vez sabemos menos. No hay que saberlo todo para ser consejero del Gobierno, juez, periodista, bombero o ingeniero agrónomo. Pero el problema es cuando no se sabe nada de nada, y aún así se aguanta en un consejo de Gobierno durante ocho años, los últimos cuatro como responsable de la cultura en esta región. Lo de Inés Rojas puede ser un lapsus, como lo fue (incluso más salvaje) la conferencia-lapsus de la ex consejera de Turismo, Rita Martín, hablando de las virtudes de la sal en el turismo wellness, durante la reinauguración de la Casa de los Sall en el teldense barrio de San Francisco. Pero el problema de doña Inés no son los lapsus sino cuatro años de desprecio a todo lo que representa la cultura.

La próxima vez que doña Inés precise invocar a alguien para tratar de las dificultades del Museo Canario, podría llamar a Víctor Montelongo, su presidente. Puede que este algo enfadado, porque el Gobierno de Canarias retiró unilateralmente todas las ayudas al Museo, mientras se gasta los cuartos en volver a preguntar a los ciudadanos lo que ya había preguntado y ya sabía, sobre el asunto éste del petróleo. El cabreo de Montelongo por el desentendimiento del Gobierno con la más importante institución cultural de Gran Canaria podría dificultar un contacto fructífero con él, pero resulta que al menos don Víctor esta vivo. Para empezar a hablar parece un requisito cuando menos conveniente…

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