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Los pecados de Paquirrín

José María García Linares / José María García Linares

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Y es que la preparación es fundamental. Nada más que hay que mirar la portada de Hola de esta semana para darse cuenta de que, hasta para ser portada, hay que currárselo y trabajar muy duramente. La Pantoja, su Paquirrín “que me lo como entero” y la nuera, felicísima y preñada, anunciando futuro nacimiento y boda. Todos agarrados, sin una arruga, hasta el punto de que no se sabría muy bien quién es la suegra y quién la novia, salvo por la mata de pelo moreno de la primera. Desde pequeñito en las revistas, en los escenarios y en los programas de corazón. Le han pagado 800.000 euros a la pareja por la exclusiva de estos días y por unas pocas más en el futuro. Qué suerte. Menuda caña que le han dado siempre a este muchacho por ser gordo y feuchillo, y ya de mayor, calvo, digámoslo sin pelos en la lengua. Y ahí lo tenemos, hecho un toro, feliz, arrejuntado con una chica guapísima y en primera línea de la parrilla televisiva. Todo el mundo quiere hablar ahora con él, hasta su difunto padre, que fue a verlo al programa de la médium de Telecinco. Y sin estudiar, “pa que veas”, que dirían algunos de mis alumnos.

Paquirrín, hoy Kiko, es de los que pensó siempre que las matemáticas, la filosofía y la literatura eran pecados mortalísimos, y por eso no las estudió, como está pasando en el I.E.S. Rusadir de Melilla con estos alumnos musulmanes que no estudian música porque la disciplina no es otra cosa que la trompeta de Satán, decía ayer domingo el diario El País. Menos mal que Paquirrín nunca tuvo nada en contra de la canción ligera y mucho menos de la copla. En mi caso viví algo parecido pero con matices, claro. “El de plástica es peor que el diablo”, le decía siempre a mi madre. Mi santísima progenitora, tan responsable, en vez de prohibirme realizar aquellos instrumentos del mal que eran las gamas de colores, prefirió hacérmelas ella. Cuestión de educación, por supuesto. Al parecer estos chicos del Rusadir llevan algunos cursos sin estudiar la asignatura de música debidamente, sin que se hayan tomado las medidas que se tomarían si, en vez de ser alumnos musulmanes, fueran laicos o cristianos, judíos o hindúes. Aquí la patata caliente la tiene la Dirección Provincial y la Inspección, porque ya llevamos dos reportajes en este periódico nacional en donde da la sensación de que hay, presuntamente (vaya a ser que?) dejación de responsabilidades por parte de la administración. Que sepamos, la educación en España es un derecho y, además, una obligación para todos los alumnos, sin distinción de raza, sexo o religión. ¿Por qué estos episodios (sí, minoritarios y puntuales? por ahora) de burkas y flautas diabólicas en un centro español y aconfesional? ¿Qué hubiera pasado si una familia cristiana hubiera dicho exactamente lo mismo y le hubiera prohibido a su hijo estudiar música? Enseguida se hablaría de asuntos sociales, inspecciones, mediadores, orientadores, concejales, directores, etc. ¿Darán las autoridades una explicación seria y rigurosa de lo que está ocurriendo? Quedamos a la espera.

José María García Linares

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