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El periodismo barroco

Juan García Luján / Juan García Luján

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El pintor holandés prefería pintar los ojos que las catedrales. Así vemos los ojos de la mujer en el “Café du Tambourin”, la dueña del café parisino, que fue amante del artista. Los ojos tristes del doctor Gachet, que visitaba con frecuencia a van Gogh durante su estancia en Auvers. El médico había perdido a su esposa, su tristeza la refleja el pintor en el “Retrato del Dr. Gachet”, su amigo aparece apoyado en una mesa roja, con unos libros y unas flores encima, y una mirada casi perdida. Miro las reproducciones de la obra de van Gogh y encuentro el retrato de las pasiones internas, de los miedos, de las emociones de un hombre que fue rechazado por una sociedad burguesa que desconfiaba de los que rompían las reglas. Van Gogh lo contaba en sus cuadros pero también lo escribió en una carta dirigida a su hermano : “En mi trabajo arriesgo mi vida y por su causa mi razón se ha hundido a medias”.

Me gustaría que en de hoy hubiese muchos van Gogh dedicados al periodismo, a la pintura, a la música? Que hubiese muchos creadores que busquen la luz, que miren a los ojos de la gente sin miedo a perder la subvención. Pero me da la impresión de que no corren buenos tiempos para expresar las pasiones con libertad. Más bien estamos volviendo al barroco, a la contrarreforma. En este periodismo barroco que vivimos se esconden las luces impresionistas, se huye de los ojos de la gente y se levantan catedrales de distracción e infamia. Tenemos un periodismo barroco lleno de elementos decorativos, un periodismo donde antes de pintar el cuadro el poder político paga los pinceles, el lienzo, la pintura, el papel y las empresas ponen el personal. Por eso salen los gobernantes tan lindos en la mayoría de los cuadros, no muerdas la mano de quien te da de comer.

No miramos a los ojos de la gente pero sí aceptamos escuchar sus gritos. Mostramos los gritos sin sentido, gritos para pintar cuadros amarillos como el “Campo de trigo con cuervos volando” que pintó Van Gogh unos días antes de pegarse un tiro. En nuestros cuadros retratamos los obscenos gritos parlamentarios que nos asustan utilizando a niños desaparecidos, a raptos que no son raptos, exhibimos a pederastas en prime time y programamos la cultura de madrugada y a título póstumo. Cantamos a nuestra gente, regalamos papas arrugás en la fiesta nacional, pero escondemos los ojos de la gente que espera en las puertas de las urgencias hospitalarias. Los ojos de la gente que siguen sin recibir las ayudas de de Dependencia no salen en nuestros cuadros. Sí salen los gritos de políticos que se asoman desde la ventana del cabildo, del ayuntamiento o del gobierno que utiliza a la gente como una pelota que arrojan al tejado del rival político.

Vicent van Gogh dejó atrás las nieblas holandesas y buscó el sol del Sur. Buscando más horas de sol para poder disfrutar de los colores viajó a la ciudad de Arles y recorrió el sudeste de Francia: “ahora he visto el mar aquí, experimento de pronto la importancia que tiene permanecer en el Sur y sentir que falta todavía llevar el color hasta su último extremo-África no está muy lejana”. Si Vicent van Gogh aterrizara en de hoy podría comprobar que aquí tenemos el sol y los colores del Sur que él buscaba. Si aquel pintor que se cortó la oreja y se la regaló a una prostituta fuese “residente canario” creo que no volvería a pintar los mismos cuadros, y sospecho que aquí la burguesía dominante le impediría pintar los ojos de la gente y, como en el siglo XIX, también lo mandaría a encerrar en un manicomio.

Juan García Luján

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