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Mientras los perros no caguen flores

Juan García Luján / Juan García Luján

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Las Palmas de Gran Canaria es diferente. Quizá sea la única ciudad del mundo donde la policía local va en pantalones cortos sobre una bicicleta por la única avenida de la ciudad donde está prohibido circular en bicicleta. Es una maravilla, en el principal pulmón de la ciudad no hay carril bici, el punto de la capital que más gente convoca apenas tiene infraestructuras para aparcar la bicicleta. Puede ocurrirte que recorras dos metros sobre tu bicicleta y un coche zeta de la policía te persiga, te atropelle y luego te multe.

Por eso la reforma de las ordenanzas municipales que acaba de aprobar el gobierno de la capital grancanaria no debe sorprendernos. Sigue la misma línea de lo que han hecho los gobiernos anteriores, la contradicción es el eje central de las normas municipales. Porque las caquitas de los perros hacen el mismo daño a la salud de los usuarios de la playa de Las Canteras que a la de los que van a las Alcaravaneras o La Laja. Dice la concejala Inma Medina que los informes técnicos municipales desaconsejaban un cambio en las ordenanzas que prohíben la circulación de perros y animales en la principal playa de la capital. Estaría bien saber si se pidió un informe técnico sobre las otras playas, o se dio por hecho que en las Alcaravaneras, La Laja o San Cristóbal los perros cagan flores.

El cambio en las ordenanzas municipales es positivo, porque reconoce una situación que ya ocurría: en esta ciudad hay 50.000 perros que cagan y mean y no lo hacen en los retretes de sus casas. La prohición generalizada que existía hasta ahora es ridícula. Igual de ridícula que las críticas del PP que estuvo 12 años al frente del gobierno, con mayorías absoluta, y mantuvo las absurdas prohibiciones. Pero una vez reconocida la parte positiva hay que decirle al grupo de gobierno que los ciudadanos de esta capital somos igual de mayorcitos y responsables (o irresponsables) que los de Donosti o Barcelona. En la capital catalana se puede pasear con animales algunos meses del año y los días entre semana. Ambas ciudades tienen la bandera azul europea. Ni los perros de la capital grancanaria ni sus dueños tienen la culpa de que Las Canteras haya perdido la bandera azul.

Es cierto que hay muchos ciudadanos guarros, que no recogen los excrementos de sus perros. Pero son muchos más los que cada día se montan en un coche y aparcan en doble fila, sobre la acera, o en vados para discapacitados. Incluso hay algún alcalde que ha permitido que su coche oficial se aparque en un vado para ambulancias. Pero por eso no vamos a quitarle el coche a los ciudadanos o al alcalde. Mientras los perros no caguen flores la solución está en reconocer que existen, dejar que paseen por los lugares públicos debidamente atados y establecer una serie de sanciones a los ciudadanos guarros o incívicos, iguales para todos, los que pasean por Las Canteras, por Las Rehoyas o por Vegueta.

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