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La prima de riesgo y los primos

Juan García Luján / Juan García Luján

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Ahora lo que se lleva es la prima de riesgo. Todos los periódicos hablan hoy de la prima de riesgo, todos los tertulianos nos cuentan esta mañana y nos analizarán esta noche cómo ha crecido la prima española y la italiana. Pero no se equivoquen, no se trata de una adolescente que cruza los semáforos en rojo, ni de una muchacha que le gusta hacer puenting, ni siquiera es una ministra en una playa fotografiada para vender más periódicos por decisión de un machista cavernícola que dirige un periódico. No, la prima de riesgo no es nada de eso. Todo el mundo habla de ella pero nadie lo explica porque en economía, como en el mundo del Derecho, el lenguaje está reservado para la clase dominante, porque si la plebe comienza a entender todo esto podría rebelarse y se organizaría el asalta de los palacios (los de justicia y los de la bolsa).

Me estoy enrollando. La prima de riesgo, dicen los expertos financieros, es el rendimiento que exige un inversionista a medida que el riesgo de su inversión crece. Según la ley que impera en este capitalismo de casino que padecemos a mayor riesgo, mayor deben ser los rendimientos. La prima se calcula restando la tasa de rendimiento de una inversión con poco riesgo o sin ninguno a la tasa de rendimiento que se espera de una inversión riesgosa. Estos días estamos viendo como en el mercado secundario de la deuda (donde los mercaderes especulan con las deudas de los estados) se calcula la rentabilidad de los bonos españoles a diez años con los bonos alemanes. Sin ninguna lógica basada en la productividad de la economía, en el nivel del desempleo, en los mercados laborales o en la calidad de las mercancías que exporta un país. Sin tener en cuenta nada de eso que se suele argumentar a la hora de realizar reformas económicas, la prima de riesgo española ha ido subiendo los últimos días, y ayer también la italiana. Y cuánto más puntos sube, más se acerca España o Italia (por poner los dos últimos ejemplos) al abismo económico. Más se convierte un estado en carne de rescate.

Resulta que presidentes de gobiernos, dirigentes de la patronal, banqueros, el 90% de los tertulianos radiofónicos, columnistas de opinión y personas poco piadosas en general nos repiten cada día que para salir de la crisis el Estado debe recortar los gastos sociales, que hay que abaratar los despidos, que hay que trabajar más años, que hay que privatizar los servicios públicos, que hay que desmontar el estado de bienestar porque sale caro. Resulta que los parlamentos autonómicos y el congreso llevan 3 años recortando los presupuestos públicos. Los ayuntamientos recortan los servicios sociales mientras muchos alcaldes se suben el sueldo. Resulta que Zapatero dice que no se va hasta que realice nuevas reformas económicas después de haber aprobado una reforma laboral que abarató el despido pero no ha provocado la recuperación del empleo. Resulta que se siguen los consejos del FMI, del BCE y de todos los órganos que imponen la doctrina neoliberal al margen de la ideología de los partidos que han votado los ciudadanos. Y a pesar de esa obediencia de los gobiernos a los mercados, la prima de riesgo sigue creciendo y la amenaza del abismo y del rescate posterior sigue ahí.

Llevamos tres años de dura crisis económica. El estado ha recortado los derechos a los ciudadanos y ha respaldado a la banca. Las grandes empresas y los bancos despiden a los trabajadores y aumentan sus beneficios. Se rebajan los salarios en empresas que están en crisis pero también en multinacionales que tienen records de beneficios. Se pierde la oportunidad de contar con las cajas de ahorro como banca pública, se tapan sus agujeros y se entregan a la gran banca y, como cuenta González Viéitez, todo ante el silencio cómplice de nuestros políticos que estaban ahí y no vieron nada. Nos imponen una economía de casino en contra de la voluntad de miles de ciudadanos indignados que salen a las calles a decirles a los títeres de los poderes económicos que no nos representan. Los especuladores se esconden bajo el paragüas de las agencias de calificación para disfrazar de ciencia económica una economía de casino que extorsiona a gobiernos y parlamentos delante de todos nosotros. Se pasa de la democracia formal capitalista a la dictadura de los mercados. Pasa todo eso y la crisis siguen padeciéndola los que no la han provocado y los especuladores de burbujas inmobiliarias y financieras siguen aumentando sus beneficios y amenazando a los estados. Por mucho que nos hablen de la prima española o de la italiana, tengo la impresión de que siempre somos los de abajo a los que nos toca hacer los primos.

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