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Los recortes en la universidad canaria por Samuel García Arencibia

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No obstante, todos sabemos que la capacidad de movilidad social no era la presumida y la educación/formación tenía escaso aliento de levitación. Cuando la clase trabajadora llegaba al grado, se inventó inmediatamente el máster, privativo para la clase dirigente.

En la sociedad de los servicios la diplomatura y la licenciatura servían para subir un peldaño, pero para alcanzar la cima el sistema exigía un máster elitista, dominio de idiomas, relaciones sociales, parentescos,enchufes. La sociedad desarrollada necesitaba personas con formación técnica, que fue reclutada de la clase trabajadora en sus diferentes niveles permitiendo a algunas familias el escaso ascenso dentro de esa clase (de obrero a maestra, de campesina a médico, jamás de barrendero a presidenta de Endesa), pero los puestos del centro del sistema se mantuvieron a salvo de cualquier aspiración ascendente.

En la sociedad del desempleo sin embargo un título universitario da cada vez menos opciones, porque la generalización de la tecnificación reduce la necesidad del recurso humano, expresándolo con su lenguaje, y del recurso humano cualificado. El título muchas veces no sirve para ocupar un puesto de trabajo acorde a la formación, sino para lucirlo en procesos selectivos en los que se requiere una titulación menor, ya que la conquista del pan se parece al juego de la sillita, quedando fuera los menos titulados y experimentados.

Será por eso que en la sociedad en la que el estado se hace cargo (progresivamente) de gran parte de la deuda privada que los bancos no se pueden tragar o libera a quienes más tienen de la carga tributaria para contribuir al sostenimiento de los servicios (en un planteamiento en el que la igualdad no es una orientación), nos alejemos del modelo de universidad de los últimos treinta años. En el nuevo modelo se le exige un mayor copago (los precios públicos o las tasas) a estudiantes, ya que no se le cobran impuestos a grandes empresas y grandes patrimonio y los impuestos extraordinarios de la burbuja volaron, por lo que lo que el déficit impone aligeramiento. Tampoco se invierte la misma cantidad en becas.

Ni la economía necesita tantos titulados ni la sociedad quiere exigir a las oligarquías los impuestos necesarios para mantener una Universidad abierta.

Como saben, el Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, (de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo) estableció los precios públicos cubrirán entre el 15 por 100 y el 25 por 100 de los costes en primera matrícula; entre el 30 por 100 y el 40 por 100 de los costes en segunda matrícula; entre el 65 por 100 y el 75 por 100 de los costes en la tercera matrícula; y entre el 90 por 100 y el 100 por 100 de los costes a partir de la cuarta matrícula. La norma tenía otros preceptos para permitir reducción de grupos, aumento del tamaño de los grupos, aumento de la jornada de los profesores, no sustitución de profesores en bajas de corta duración.

Por supuesto, a la norma le siguieron las escenificaciones de los partidos no responsables de las medidas. En concreto, en el ámbito canario, el Consejero de Educación se comprometía a hacer la subida mínima. Para que vean hasta dónde llega el cumplimiento comparen estos dos cuadros con los precios públicos de 2011 (primero) y de 2012 (segundo) (los cuadros enlazan con los decretos que establecen los precios públicos).

Como pueden ver, el aumento es muy significativo para estos estudios de Grado. Un 40% en la primera matrícula para estos estudios, que son el grueso y el futuro. Un 423% para las cuartas matrículas. Además, se debe tener en cuenta de que en Canarias gran parte de las titulaciones están clasificadas en el grado 1 de experimentalidad.

Pero todavía hay algo más grave. A esta subida de las tasas se le suma el efecto de unas nuevas normas de matrícula en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, desde 2010, y sobre todo en la Universidad de La Laguna, para este año. En mis tiempos universitarios, todavía no ha transcurrido mucho tiempo, los alumnos tenían libertad para matricularse y superar el número de asignaturas que pudieran asumir, aunque había unos requisitos de permanencia, regulados desde 1976. La regulación actual de la Universidad de La Laguna obliga a una matrícula mínima de 48 créditos (unas ocho asignaturas), a no ser que se le conceda la gracia de una matrícula a tiempo parcial (entonces el mínimo de créditos es de 24, unas cuatro asignaturas). Hay personas que por capacidad o por armonizar estudios con trabajo no pueden con tanta carga. Pero se les obliga a matricularse en asignaturas que saben que no van ni a mirar. Además, en los años sucesivos esas asignaturas ya serán de segunda o de tercera matrícula y pueden ver como se multiplica el precio de las segundas matrículas, por lo que se hace insostenible.

Les expongo el caso de una compañera de trabajo que estudia una carrera de grado 1 de experimentalidad. La voluntad de María era la de matricularse en tres asignaturas de seis créditos. El año pasado le hubiese salido por 241,92. Este año, aplicando los nuevos precios públicos le hubiese subido a 341,10. Sin embargo, se ve obligada a matricularse de 48 créditos y en la hoja de matrícula le aparecen las tres asignaturas con las que cree que puede enfrentarse, cinco de regalo y un importe de 1591,80. Ha pedido la matrícula a tiempo parcial. Si se la dan sólo se tendría que matricular en una asignatura de más; le saldría por 454,8, casi el doble que el año pasado en el caso de que le concedan la gracia.

Detrás de estas decisiones de los gobiernos estatal, regional y universitario tenemos un nuevo modelo de Universidad. La mayoría de la población se ve excluída del empleo estable y calidad, de las pensiones, de la sanidad, de la formación. El control social, el mecanismo de la deuda, la debilidad de la autodefensa auguran un futuro de demolición de ese estado débilmente protector. No se divisan voces que sepan conducir a la sociedad hacia otros modelos.

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Posdata. Por ahorro textual el planteamiento del artículo se ha centrado deliberadamente en la vertiente económica de la formación. Desde luego, creo en una formación integral de la persona, donde el cultivo de la personalidad, la inquietud o el espíritu crítico son tan importantes o más que la profesionalización. Además, me he referido sólo a la formación pública universitaria, sin aplaudir porque no era el lugar a las modalidades no estatales de educación, de la sociedad civil, como los ateneos, la Escuela de la Libre Enseñanza. Tampoco se alerta de que junto a este proceso de exclusión de la universidad pública prolifera la formación universitaria como mercancía.

Samuel García Arencibia

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