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La salvaje ley del mercado

Juan García Luján / Juan García Luján

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Pero ahora, en esta Europa de los resucitado Adam Smith, que no se conforma con enterrar a los pocos keynesianos que quedaban, Smith viene con su mano invisible dispuesto a estrangular a cualquiera que defienda los derechos de los trabajadores frente a la codicia del capital. Casi sin darnos cuenta en 1993 Adam Smith sacó la mano de su tumba y se metió en una reunión del gobierno de John Major. Ese año Bruselas había aprobado una directiva que limitaba la jornada laboral en los países europeos a 48 horas semanales como máximo. La mano de Smith tachó ese límite y escribió la llamada cláusula de “opting out” que permite que cada trabajador pueda pactar “libremente” su jornada laboral con el empresario. Esta medida supuso en la práctica la abolición en Gran Bretaña del “ Convenio sobre sindicación y negociación colectiva” aprobado por del Trabajo en 1949. Un documento de señala que esa cláusula defendida por el gobierno conservador de Major ha provocado que cuatro millones de británicos trabajen ahora más de 48 horas a la semana, mientras que en 1993 esa jornada la tenían 3, 3 millones. Además un millón y medio de trabajadores británicos tiene una jornada que supera las 50 horas semanales.

Los ministros de Trabajo de aprobaron ayer la propuesta de la presidencia eslovena para elevar hasta las 60 horas el límite de la jornada laboral. La decisión de los ministros (el gobierno de España se opone a la nueva medida) deberá ser ratificada por el Parlamento Europeo. En la práctica pasaremos de trabajar 1920 horas al año a 2880, osea 960 horas más, que serían 120 jornadas más al año. Si el parlamento europeo lo ratifica los trabajadores de 27 estados podrían pasar a trabajar de forma obligatoria 120 días más al año, es como si de repente nos suprimiesen el mes de vacaciones durante los próximos cuatro años. Para que luego digan que la crisis no va a ser rentable.

Ya están tardando los sindicatos en preparar una movilización general en toda Europa. La mano invisible de Adam Smith no se ha conformado con ahorcar los derechos laborales de sus compatriotas, el orden natural del mercado se impone, un orden que no es otra cosa que la ley de la selva donde sobrevive la fiera más fuerte. Queridos fundamentalistas del mercado, sólo quiero hacerles una pregunta: en una negociación individual entre un león y una hormiguita ¿alguien duda quién impondrá su voluntad?. La mano invisible se escapó de la tumba de Adam Smith y fue alimentada por el economista ultraliberal norteamericano Milton Friedman, que asesoró a los gobiernos de Reagan, Thatcher y Pinochet. Desmantelaron la sanidad, la educación y los servicios públicos de esos países y comenzaron a morir los pobres en las puertas de los hospitales privados. A Reagan le parecían pocos muertos, por eso su gobierno asesinaba a los comunistas de su patio trasero de Nicaragua o el Salvador, Thacher acudió al patio trasero de Las Malvinas y Pinochet no se molestó en acudir al patio, asesinó a los que defendían a los pobres en el salón de la casa y en el Estadio Nacional de Santiago. La mano invisible aparecía en los países del Norte en forma de privatizaciones de servicios públicos y en África, Asia y Latinoamérica en forma de deuda externa y políticas de necolonialismo económico (llamado oficialmente ajuste estructural). Ahora con la excusa de la crisis los mandamases europeos creen que es el momento ideal para seguir pisoteando los derechos laborales. Habrá que recordar lo que escribió Beltor Bretch: “primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío no me importó?Después a los comunistas, pero como yo no era comunista no me importó, después a los obreros, a los intelectuales, a los curas?Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde.”

Juan García Luján

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