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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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La tercera visita de Bush

Rafael Morales / Rafael Morales

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Cuando Gordon Brown viajó a Estados Unidos mostró lealtad a su tradicional aliado atlántico, pero también le dijo que la decisión de retirarse progresivamente de Irak estaba tomada. Los electores lo exigían. Bush solicitó plazos, los mismos que pidió al Congreso estadounidense, y Brown respondió que no haría nada que menoscabara aún más la maltrecha popularidad del presidente republicano.Una ruptura abierta del principal acompañante en la aventura iraquí, Gran Bretaña, hubiera sido fatal para Bush, pero el nuevo primer ministro laborista tampoco estaba dispuesto a dejar en la estacada a la opinión pública británica y a los altos mandos militares que exigían su salida de Irak lo antes posible. El repliegue británico ha comenzado con discreción..Y llegó septiembre. Los informes sobre la situación iraquí al Congreso se multiplicarán. Concluirán antes del día 15 con la presentación del correspondiente al propio presidente, quien resumirá la valoración de su Gobierno, seguramente dirigida a convencer al Congreso sobre la necesidad de aprobar el presupuesto militar para el año fiscal, incluyendo casi 145 mil millones de dólares para la guerra contra el terrorismo. Días antes, el Capitolio escuchará los informes del general David Petraeus, jefe supremo de las tropas estadounidenses en Irak, y del embajador Ryan Crocker. Petraeus y Crocker lo tienen difícil si pretenden facilitarle la tarea a su presidente.Nadie creerá sus palabras como expongan perspectivas favorables a la continuación de la ocupación. The Washington Post difundió parte de un documento a punto de salir a la luz, redactado por la Oficina de Contabilidad Gubernamental (GAO) del Congreso. La GAO reconoce que el nivel de violencia en Irak se mantiene alto. Significa que la Casa Blanca fracasó sin paliativos en la última estrategia de pacificación decidida por Bush hace unos meses y aplicada por Petraeus. La cantidad de civiles muertos aumentó en agosto, manteniéndose el mismo número de soldados estadounidenses caídos en combates. En la capital, prueba de fuego para la pacificación, aparecieron 421 cadáveres con síntomas de torturas. Los atentados de la resistencia apuntaron hacia altos líderes colaboracionistas iraquíes, al tiempo que las acusaciones contra el gobierno de Maliki por incapacidad y corrupción generalizada llegaron también desde Estados Unidos. Las disculpas de Gordon Brown destinadas a cubrir a su casi amigo Bush carecen de credibilidad. Las autoridades locales, infiltradas por la resistencia hasta el cuello, no están en condiciones de asegurarle el orden a Estados Unidos ni en Basora ni en parte alguna tras el entrenamiento recibido. La opinión pública británica ya exige el calendario de retirada. El empecinamiento de Bush tampoco mejorará la situación de su ejército desmoralizado ni de la población iraquí. Lo mejor para todos será que ofrezca al Congreso su propio calendario para regresar a casa. Insisto. Esa opción es la precondición para la paz, así como para la búsqueda de soluciones políticas en Irak y en el conjunto de la región. Rafael Morales

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