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Hasta el tuétano

Salvador García Llanos / Salvador García Llanos

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Hay que aguardar, sí, a las resoluciones de las investigaciones practicadas que por ahora arrojan, entre otras, detenciones de una deportista tan relevante como Marta Domínguez, la campeona mundial de los 3.000 metros obstáculos; de su entrenador, Manuel Pascua, un auténtico revolucionario de los métodos de preparación y del doctor canario Eufemiano Fuentes, a quien recordamos por su implicación en aquella Operación Puerto que impactó notablemente hace unos años en el ámbito del ciclismo. Hay que aguardar, vale, pero casi todo da a entender que algo huele a corrupto en una parte del atletismo español y que se llegó a una situación límite que ha reventado para desgracia de la disciplina y del deporte.

A la espera de las diligencias y de las comprobaciones -ojalá que salieran favorecidas aquellas personas que alegan no haber intervenido en la prescripción ni ingerido las sustancias dopantes prohibidas-, el daño ya está hecho. Si en el pasado condenamos casos individuales de dopaje por el mal ejemplo, por la destructiva imagen que transmitían a la sociedad, a los deportistas y a los jóvenes, ahora no puede ser de otra manera. Mejorar el rendimiento a base de fármacos y preparados que las organizaciones deportivas, después de sesudas investigaciones basadas en el rigor científico, han prohibido expresamente pues se adulteran las competiciones y hasta se pone en riesgo la salud y la integridad física de los deportistas, es un hecho inasumible.

El daño tiene forma de sospecha contagiosa, la que se ha extendido en varias esferas del deporte nacional de un tiempo a esta parte en la que se nos ve desde el exterior con ojos de duda y de recelo. Desde fuera y desde dentro.

Por eso, porque acaso sean algo más que una válvula de escape, son de agradecer cuantos testimonios reflejan el contento del punto final a una situación desmadrada, que se palpaba pero que, por falta de pruebas o por otros prejuicios, nadie se atrevía a denunciar. Hay quien habla de volver a respirar aire puro en el atletismo español y hay quien se congratula de poder seguir practicando, entrenando y compitiendo, liberados ya de una lacra que, aunque implique a unos pocos, afecta, injustamente, a la generalidad.

En ese sentido, entre las poquísimas aristas positivas desde la que enfocar este feo y penoso asunto, está la iniciativa de las autoridades españolas para acabar con él de forma ejemplar, esto es, haciendo que caiga sobre los culpables todo el peso de la ley. Tomar la delantera era un deber y cuanto antes se esclarezca, mejor. Ya veremos cómo y cuánto se tarda en lavar. Estamos ante hechos ilícitos, claramente tipificados, que precisan de un seguimiento adecuado para dar paso a un procedimiento que, debidamente reglado, debe concluir en sanciones modélicas.

Quizá entonces los culpables se den cuenta del daño tan grande que han causado y se han causado. Y es que la mancha, muy notoria y muy grande, duele hasta los tuétanos. El atletismo y el deporte no se la merecen.

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