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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Ya no sé ni dónde vivo

Ignacio González Santiago / Ignacio González Santiago

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La explicación que me dio Miguel para tan sorprendente y repentino decretazo callejero fue sencillamente que como tenía que hacerlo por imperativo de la Ley de Memoria Histórica, así se hacía más rápido, lo que es una verdad a medias porque lo que demuestra en realidad es que se había dormido y por eso no se había hecho antes. De cualquier modo, no parece el mejor método, el del decretazo, para borrar de nuestro callejero los nombres de militares de una época que se caracterizó curiosamente por esa forma de actuación política: arbitraria, impuesta y sin consultar previamente con nadie, ni los demás concejales del grupo de gobierno, la oposición o los vecinos que viven en esas calles, a los que se les ha hecho la puñeta, al cambiarles la dirección sin haberse mudado de casa.

Y es que lo de cambiar el nombre de las calles no es una bobería, sino que tiene un coste económico directo muy importante, por lo que en tiempos de crisis habría que pensárselo muy bien antes de hacerlo. Todas las empresas tendrán que tirar a la basura su papelería: tarjetas, sobres, folios, carpetas, folletos, manuales, catálogos, etcétera, y encargar otra nueva. Igualmente, se verán obligadas a cambiar sus carteles y rótulos en los que conste su anterior dirección y la serigrafía de los vehículos. Tampoco servirán más los videos corporativos, de promoción, ni el material publicitario. Por último, tendrán que pasar por el calvario de comunicar la nueva dirección a los proveedores, clientes, correos, bancos y todos los organismos oficiales. Y lo mismo tendrán que hacer los vecinos que tengan su domicilio en esas calles.

Sólo en La Rambla, el cambio afectará al Gobierno de Canarias (la Consejería de Sanidad), al Parlamento de Canarias (el Diputado del Común), a los colegios El Chapatal, El Hispano Inglés y La Pureza de María, a los hoteles Colón y Contemporáneo, a las clínicas Capote y Hospitén, a casi todos los bancos, a la mayoría de los concesionarios de coches, a multitud de restaurantes, bares, supermercados, comercios, quioscos, y a la Comandancia de Marina, entre otros muchos. Casi nada.

Tenía que haberse hecho antes y tenía que haberse hecho bien, contando con los demás concejales y con los vecinos, preguntándoles. No ahora, en medio de las navidades, con una crisis galopante, y por decreto. Porque si cada vez que a un alcalde se le ocurra va a cambiarnos el nombre de las calles, nos hunde. La ciudad es de todos, no es patrimonio de nadie, ni de ningún partido, y los vecinos que viven en esas calles deben ser consultados.

Si nos consultaron lo que se iba a hacer en la plaza de toros, que era una propiedad privada, ¿por qué no se nos consultó el cambio de los nombres de las calles? Santa Cruz no está dormida, son sus dirigentes los que a veces parece que están “pallá” ¡Ay, Santa Cruz! Yo no sé si están locos, lo que sí sé es que nos van a volver locos.

* Concejal del CCN Ignacio González Santiago*

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