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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

VOODOO CHILD: LA LEYENDA DE JIMI HENDRIX

Sólo una persona como él pudo ofrecer un concierto la misma noche en la que se conoció que un demente había asesinado al Dr. Martin Luther King.

Todo estaba en su contra. El ambiente previo al concierto no podía ser más tenso e inapropiado. Sin embargo, Hendrix subió al escenario, aquel 18 de abril de 1.968 y rindió uno de los más sentidos homenajes de cuantos se dedicaron al Dr. King. Por un momento, todos los asistentes escucharon las palabras de King cuando afirmaba que había tenido un sueño donde todos serían, al final, libres.

La vida de Jimi Hendrix comenzó el 27 de noviembre de 1.942 en Seatle, Washington. Allí pasó sus primeros años viviendo con su madre y con el resto de sus parientes mientras su padre estaba en el ejército. Sería este último quien le comprara su primera guitarra, con tan sólo 11 años. Se puede decir que fue amor a primera vista, dado que el niño comenzó a desgranar notas y acordes de una manera considerada por él mismo como MAGIA.

Tras su paso por el ejército –siguiendo la tradición familiar- Hendrix decidió que su futuro pasaba por el mundo de la música y emprendió una carrera que lo convirtió en el guitarrista más grande de su época, y uno de los mejores de todos los tiempos.

Hendrix fue un músico que nunca dejó de experimentar y se centró en encontrar nuevos sonidos, fusión de estilos y experiencias.

No obstante, la vida de Hendrix estuvo condicionada por una industria –la musical, la cual fagocita a sus estrellas con la misma facilidad que las pirañas devoran a sus presas- por sus ansias de encontrar un poco de tranquilidad en una época dominada por los cambios drásticos y las tensiones sociales.

Su traslado a Inglaterra sería capital para que Hendrix madurara como músico.

Después llegaron sus memorables interpretaciones en directo, algunas tan míticas que hoy forman parte de la leyenda de la música.

De entre ellas hay dos que destacan por encima de las otras. Por un lado, está su interpretación en el festival de Monterrey, California, en verano de 1.967. Allí estaban The Who, Janis Joplin, Otis Redding y el músico hindú Ravi Shankar entre otros muchos. Sin embargo, Hendrix brilló con luz propia no sólo por las notas que desgranó su guitarra, sino porque al terminar decidió incendiarla –en medio de un ritual de luces, notas y éxtasis creativo- en señal de agradecimiento al público.

El segundo momento para la historia sucedió dos años después, en el no menos mítico recital de Woodstock. En él, a las ocho y cuatro minutos de la mañana del día 18 de agosto de 1.969 Hendrix interpretó la primera versión del himno americano –Barras y Estrellas- acompañado de su guitarra eléctrica.

Aquel símbolo unificó el espíritu contestatario y contracultural de la época y al país que estaba sufriendo aquellos cambios, gracias a una persona que por entonces ya ostentaba el título de mejor guitarrista de la historia.

La empresa juguetera McFarlane Toys ha inmortalizado ambos momentos dentro de su colección dedicada a grandes cantantes y grupos musicales.

La primera reproduce el momento que Hendrix, en plena actuación, enciende su Guitarra Fender Stratocaster sobre el escenario del festival de Monterrey.

En la segunda, la figura de McFarlane Toys atrapa el momento en el que Hendrix levanta su mano, formando con sus dedos el signo de la paz, antes de entonar las notas de un himno que, en aquellos momentos de luchas -dentro y fuera de Norteamérica- había perdido mucho de su sentido.

Esta figura del festival de Woodstock se puede encontrar en dos versiones – aunque recomiendo la versión en caja de lujo- y atrapa de una manera increíble el aspecto y la expresión de la cara de Hendrix, con lo que nos hace dudar de si estamos ante una fotografía real o ante una figura en tres dimensiones.

A finales del año 2007, la empresa sacó una reproducción, en tres dimensiones, de la portada del disco The Jimi Hendrix Experience, el cual fue comercializado en agosto de 1.967 y que catapultó al artista al Olimpo de los más grandes.

Después de las actuaciones comentadas, Hendrix regresó a Inglaterra y continuó con más recitales, entre ellos el concierto del Festival de la isla de Wright.

A finales del verano de 1.970 Hendrix estaba grabando su cuarto álbum, Fist Rays of the new rising sun en Londres, el cual se pensaba que terminaría siendo un álbum doble por la gran cantidad de canciones planeadas.

En esos días el músico buscaba profundizar en el jazz y el blues, en un intento por fusionarlos con su personal estilo. Sin embargo, en la madrugada del 18 de septiembre, Jimi Hendrix ingirió una mezcla de pastillas para dormir y alcohol y falleció por aspiración de su propio vómito.

La causa real de la muerte continúa sin estar clara, pero lo que sí se sabe es que el músico no murió por causa de las drogas duras –tal y como vocearon los medios de comunicación de la época. Sea como fuere, Hendrix, al igual que otros compañeros de generación -en especial Janis Joplin y Jim Morrison- vieron truncadas sus vidas por un mal viaje.

Siempre quedará en el aire lo que hubiera sido capaz de lograr un músico del talento de Hendrix, si no hubiese fallecido de manera tan prematura.

Hendrix es, ante todo, música y sonidos. Y también imágenes. Aquéllas que definieron su momento y lugar en este mundo.

Por ello, nada mejor que el formato gráfico para contar una vida entremezclada con la leyenda y el mito, a parte iguales.

Voodoo Child nació de la imaginación de Martin I. Green, Bill Sienkiewicz, Jeff Young y el mismísimo Will Eisner –quien trabajó de asesor creativo.

La obra, publicada hace ya una década, fue reeditada en España por la editorial Glénat en una apuesta por rescatar grandes clásicos del noveno arte y ofrecerlos a las nuevas generaciones.

La cuidada edición de la ya desaparecida editorial catalana, -que contó con Bill Sienkiewicz como padrino durante el Salón Internacional de Cómic de Barcelona del año 2006- ilustra la vida de Hendrix apoyada en el grafismo que sólo un genio como Sienkiewicz es capaz de plasmar en una hoja de papel.

Además, la obra está salpicada por multitud de fragmentos de las canciones de Hendrix, definitorias de la mente y el alma del artista.

Misticismo, magia, leyenda, amor, odio, creación y música impregnan cada una de las 128 páginas que forman la obra.

Voodoo Child no es –ni lo pretende- una biografía al uso, sino una suma de experiencias, que, unidas, definen la personalidad y la obra de Hendrix.

Su vida estuvo rodeada por una magia que traté de juntar en cada página. Sé que es difícil lograr que un cómic tenga sonoridad, pero todos los que trabajamos en Voodoo Child intentamos que, quien lo leyera, pudiera escuchar la música de Jimi mientras tenía delante el cómic. Son palabras de Sienkiewicz, comentadas mientras compartimos mesa y entrevista en Barcelona.

Obra imprescindible para todos los amantes del lenguaje gráfico en general y de Bill Sienkiewicz en particular, Voodoo Child demuestra que el noveno arte puede narrar cualquier tipo de historia, siempre y cuando se cuente con el talento de artistas como los responsables de esta obra.

Agradezco a la desaparecida editorial Glénat y al propio Bill Sienkiewicz, con quien tuve la oportunidad de hablar en el encuentro catalán, las facilidades dadas para la escritura de este artículo.

© 1996-2017 Experience Hendrix, L.L.C. All Rights Reserved.

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© 2017 McFarlane Toys

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2017

 

 

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Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

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