'Bendito blues'

Billy Branch.

Noé Ramón

Santa Cruz de Tenerife —

Santa Blues es la ineludible cita anual para los amantes del blues y la música negra de Tenerife. La única oportunidad para los sufridos chicharreros que tienen la desgracia de gustarle este estilo en vez de la salsa, pachanga y reggeaton. Hace algunos años Santa Blues era todo un lujo. Durante tres viernes y sábados consecutivos los amantes chicharreros de este estilo tenían la posibilidad de escuchar auténticas figuras que nadie pensaría que podrían llegar a actuar en la Isla.

Un recuerdo imborrable dejaron, por ejemplo, los conciertos de Ike Turner, Carl Craigh o Norma Jean. Pero ha habido muchos más. Hace un par de años Santa Blues se recortó drásticamente y se limitó a tan sólo una noche. Puede parecer triste, pero en realidad, el hecho de que no hayan desaparecido ha sido tomado como un auténtico regalo por los amantes del blues acostumbrados como están a que se cumplan las peores de las previsiones.

Nadie se explica como en un desolador panorama musical dominado por la pachanga, esta cita ha conseguido sobrevivir aunque sea en su mínima expresión. Alguien en alguna remota esquina de la Dirección General de Cultura del Gobierno canario o del Cabildo tinerfeño o del Ayuntamiento de Santa Cruz, o en los tres sitios a la vez, debe ser un amante incondicional de esta música y defiende a Santa Blues como sólo los fanáticos del sonido negro saben hacerlo.

El sábado pasado le tocó el turno a Billy Branch Blues Band, un bluesmen brillante, elegante y entregado a un público cuya pasión parecía asombrarle. Su especialidad es la armónica. Con ella vuela y hace vibrar a los numerosos asistentes congregados en la plaza de La Concepción en el casco histórico de La Noria, de Santa Cruz. Un lugar al que podría ser calificado con aquello tan manido como “marco incomparable”. Y además, con razón.

Su carrera musical es exitosa, aunque no parezca haber sido recibido así por los encargados de conceder premios, entre ellos los Grammy. Branch ha sido nominado en tres ocasiones pero no ha llegado a recibir aún el óscar de la música. Y no será por no merecerlo, sino más bien por el nivel de los músicos con los que compite en la liga americana.

Branch es natural de Chicago, que para el blues es como Andalucía para el flamenco. Este intérprete ha aparecido en los créditos de alrededor de 150 discos firmados por algunas de las grandes estrellas del blues de los que parece haber aprendido muy bien sus lecciones. Estuvo acompañado de su banda que no sólo le rodea sino que arropa y adora.

El público tinerfeño, blanco como los músicos de la banda, estaba formado por una mezcla de neohippies, seguramente llegados del Sur, jóvenes de los cuales unos eran heavies y otros inclasificables, maduritos melómanos y guiris eternamente de paso. Pero también de chicharreros de todas las edades aburridos que no encontraban -y no sorprende- lugares donde divertirse en la noche santacrucera.

Un poco más allá un bar celebraba la semana del orgullo gay y más lejos sonaba una fiesta house sin demasiado público. La luna se mostró esta vez en su posición más árabe, más daliniana. Con la misma forma en la que se sentó Donna Summer en la portada del disco, Four Seasons Of Love.

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