Un discapacitado afirma que la visibilidad en el Galdós no es buena

Aldo Bolaños, un estudiante que se desplaza en silla de ruedas, y su madre, Magdalena Fonte, fueron el día 10 de julio a la función de El lago de los cisnes. Accedieron al teatro por las rampas habilitadas al efecto, pero al sentarse en la fila número 16, aseguran que tenían sólo una visión parcial del escenario.

Varias butacas de dicha fila son desmontables para que los discapacitados puedan disfrutar del espectáculo desde su silla de ruedas. Las localidades del teatro están, como en muchos cines, “en forma de ola”: la primera línea de butacas ?la más próxima al escenario- está a una altura menor y, las siguientes se encuentran en un nivel superior, de forma progresiva.

Sin embargo, la última fila de asientos está, prácticamente, al mismo nivel que las butacas de la fila anterior. Al estar el escenario más bajo, no en un plano superior como ocurre con la pantalla de un cine, quien tenga delante una persona de su misma altura o superior puede tener problemas para disfrutar de una buena visión del escenario. “Nosotros no veíamos nada”, cuenta Magdalena Fonte. “Hubo una señora que se fue en el segundo acto porque se cansó de no poder ver la función. Yo estaba indignadísima. Después de un rato me levanté para poder verlo bien pero aguanté cinco minutos”. Su hijo se limitó a escuchar la música. “No me enteré de nada”, añade el estudiante.

La fila número 16 es la última del patio de butacas, y una de las que dispone de localidades desmontables para que personas con movilidad reducida puedan colocarse en su silla. Cuando estas personas no las van a usar, se dejan los asientos habituales y las entradas se venden al público.

“Se ve sin ningún problema desde la fila número 16”

Los responsables del remozado recinto capitalino señalan que su propio personal se “ha sentado muchas veces en esa fila y ven la función sin problemas”. Apuntan que “por ley, el arquitecto no puede dejar la fila para discapacitados en cuesta, porque las sillas de ruedas tienen que estar en un plano recto”. Añaden que “aparte de la queja de este chico y de su madre, a nosotros nunca nos han llegado protestas por esta fila de butacas”.

Este periódico intentó ponerse en contacto con Carlos Díaz, arquitecto del Teatro Pérez Galdós, en varias ocasiones, sin éxito.

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