Los enredos de don Diego Figueroa y Córdoba

MADRID, 3 (EUROPA PRESS)

La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) que dirige Eduardo Vasco incorpora título y autor a su repertorio con la obra 'Todo es enredos Amor' de Diego Figueroa y Córdoba, una función que se estrena en el Teatro Pavón de Madrid a cargo de la segunda promoción de la Joven Compañía Nacional donde estará en cartel hasta el 6 de febrero.

Dirigida por Álvaro Lavín, la obra reúne a trece artistas a los que acompaña el pianista Ángel Galán. “Nuestro montaje depende exactamente de todos y cada uno de nosotros desde el primer día de ensayos. Eso hace que sea nuestro, de todos: un trabajo de equipo”, afirma el director.

Según Eduardo Vasco, “poco se sabe de la vida de este cortesano, caballero de Alcántara y señor de las villas de los Salmeroncillos que fue protector de las artes y amante de las letras”. Como dramaturgo, Figueroa y Córdoba firmó varias obras con su hermano José, caballero de Calatrava.

“Hábil en el manejo de la intriga, se sirvió habitualmente de la técnica de la 'contaminatio', lo cual no impide que sus contemporáneos le profirieran alabanzas para ensalzar 'el hábito de sus gracias' y 'la salsa de sus donaires'”, apunta Vasco.

ATRIBUIDA A MORETO

Impresa en Madrid en 1671 como de don Diego de Figueroa y Córdoba, 'Todo es enredos Amor y diablos son las mujeres', se reimprimió posteriormente en Valencia como comedia de Moreto, por obra y gracia del impresor, lo que genera la confusión habitual y llega hasta nuestros días incluida entre las del popular dramaturgo.

Ajustada a la tendencia dominante en el teatro del XVII, esta comedia de enredo cuenta con la popular dama que se disfraza de caballero, criada o lo que haga falta, y cuartos de casas contiguas que posibilitan el enredo y la confusión típicas del género.

El director de la función recuerda que no hay noticias de representaciones anteriores en nuestra época de esta obra lo que le aporta “sorpresa”. “Es sobre todo una comedia de enredo, ligera, sin complicaciones. Esto le aporta, al menos en teoría, frescura. Y además tiene una estructura y un ritmo muy vivos, divertidos”, explica.

Para el director de escena madrileño, la obra busca “que los jóvenes de hoy puedan sentirse reflejados” además de “ser fieles al espíritu del autor, que pretendía divertir, hacer reír y, desde luego, enredar”.

COMPLICIDAD DEL ESPECTADOR

Por lo que se refiere a la puesta en escena el montaje se centra en el uso del “aparte”, “propiciando la complicidad del espectador que conoce en cada momento lo que piensan realmente todos los personajes”, dice Lavín. “Hemos procurado también un uso plástico de estos apartes, tan propios del teatro clásico, trabajando en la creación de cuadros”, apostilla.

La música actúa en el montaje no solo como ayuda en la ambientación, sino también como acompañamiento de la sonoridad del verso realzando momentos precisos y sirviendo de trampolín emocional de actores y público.

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