El mérito de los chicos malos

Los Pistons de Detroit esperan rival. Con mano firme, los Bad Boys han asaltado a los Sixers de Philadelphia y a los Magic de Orlando. Todo para unir seis presencias consecutivas en las finales de la Conferencia Este, racha que permite calibrar muy bien, al milímetro, el enorme potencial que auna una plantilla plagada de talento, oficio y compromiso. Algo atípico en el resto de franquicias.

Mientras los Pistons han logrado allanar su camino, los otros dos gallos de la Conferencia Este se enfrentan en una serie plomiza, pero conmovedora. Los Cavaliers de Cleveland y los Celtics de Boston gastan buena parte de sus reservas energéticas, de sus jugadas maestras y de todos sus recursos en un duelo de alto voltaje defensivo. Nadie brilla por encima del resto: LeBron James, una y otra vez, sucumbe, enredado, frustrado y desesperado, en la tela de araña que teje cada noche Doc Rivers, el técnico que ha vuelto a convertir al equipo de Massachusetts en un conjunto que aspira, de verdad, al anillo por primera ocasión desde 1986; y Kevin Garnett, la rama más sólida del Big Three verde, predica sólo en el desierto más de lo recomendable para los Celtics.

Con ventaja, 3-2, a favor de los Celtics, la serie regresa este viernes a Ohio, donde los Cavs se han mostrado fiables y el equipo de Boston incapaz de poner en un solo apuro a su rival. La lesión de Daniel Gibson restará buena parte del potencial en el perímetro a los Cavaliers que, a pesar de los traspasos firmados en febrero, han vuelto a depender casi en exclusiva en estos playoffs de LeBron James, que en la primera serie ante los Wizards sufrió los ataques descomunales de DeShawn Stevenson (tanto, que el rapero Jay-Z salió en su defensa con una canción). El Elegido aún no ha brillado ante los Celtics y ahora, con su equipo arrinconado en las cuerdas, es el momento de demostrar su valía.

Y mientras los Celtics y Cavs se despellejan, los Pistons, los Bad Boys de Flip Saunders, se relamen sus heridas con un objetivo claro en su horizonte: regresar a las Finales de la NBA tres años después de su última cita en el gran baile. La gran virtud del equipo de la Motown es su nula dependencia de la inspiración de un jugador concreto. Su juego no está subordinado a un arrebato particular.

Son los Pistons una máquina bien engrasada. Tal vez corta, porque Flip Saunders utiliza casi en exclusiva a siete jugadores, pero que se apoya en una columna sólida, fuerte y casi infalible. Chauncey Billups, Rip Hamilton, Tayshaun Prince, Jason Maxiell y Rasheed Wallace forman un quintento titular capaz de plantar cara a cualquiera en la liga. Probablemente no hay cinco más duro que el que componen y, a la hora de anotar, le pueden hacer un traje al más temible de los adversarios.

Además, se mueven viento a favor. Tras sestear en los cuatro primeros encuentros de su serie ante los Sixers, los Pistons pisaron el acelerador, molieron al equipo de Mo Cheeks y, acto seguido, sacudieron tan fuerte a los Magic que Dwight Howard, el pívot más dominante de la liga regular, pareció un liliputiense rodeado de los Bad Boys. Nada valió, ni la progresión de Hedo Turkoglu, ni los puntos de Rashard Lewis, ni la pillería de Jameer Nelson, a la franquicia de Florida para plantar cara al conjunto de Detroit.

Ahora sólo resta saber si los Bad Boys, con su exigua rotación, serán capaces de batir a cualquiera de los miuras que saldrá vencedor de la otra semifinal. A priori, por entereza, por talento, por mala leche y descaro, los Pistons apuntan a ser el único equipio capaz de asaltar el Garden de Boston.

Salvaje Oeste

En la Conferencia Oeste, con tantos equipos a un nivel similar (y casi sobresaliente), la pelea ha dejado encuentros, duelos y situaciones inolvidables (el triple de Tim Duncan, para forzar la primera prórroga, en el primer envite entre los Spurs de San Antonio y los Suns de Phoenix pasará a la historia como uno de los momentos más brillantes de los playoffs).

En pie quedan los cuatro equipos más fuertes del Oeste. Lakers de Los Angeles, Jazz de Utah, Spurs de San Antonio y Hornets de Nueva Orleans. Los dos primeros disputan una eliminatoria donde, de momento, predomina el factor cancha por encima de cualquier elemento (3-2 a favor de los Lakers). Kobe Bryant sigue firmando números de MVP, pero el rendimiento de sus escuderos, Pau Gasol y Lamar Odom, oscila dependiendo si el partido se juega en California o en Salt Lake City, lugar en el que los árbitros permiten que los Jazz practiquen una defensa casi de arte marcial.

En la franquicia de Utah sobresale Deron Williams, el mejor base de la liga junto a Chris Paul. Con Carlos Boozer y Andrei Kirilenko con números por debajo de su nivel habitual, el uno de West Virginia ha tirado de su equipo en los momentos más difíciles con una ambición intratable. Es justo la extensión de Jerry Sloan en la cancha. Es, por fin, el heredero de John Stockton al frente de las operaciones de la franquicia mormona.

Tras fallar dos veces seguidas en Utah, los Lakers tienen este sábado otra oportunidad para finiquitar la serie en Salt Lake City, donde los Jazz sólo perdieron cuatro partidos en la liga regular. Uno, precisamente, fue ante la franquicia angelina, en una noche donde Kobe Bryant avisó, en el vestuario, a sus compañeros que ganar allí era algo personal.

La rivalidad entre Lakers y Jazz supera a lo estrictamente deportivo. Va más allá. En realidad son dos comunidades, California y Utah, con dos visiones muy particulares de la vida: por un lado, el carpe diem californiano; por el otro, la severidad mormona. El sexto partido de esta serie será macanudo. Un hipotético séptimo, imprescindible para calibrar la belleza y nivel de la NBA.

En la otra semifinal de Conferencia, los Spurs salvaron este jueves el primer match-ball (la serie está igualada, 3-3). Los actuales campeones de la NBA han estado al borde del KO ante unos Hornets de Nueva Orleans que se mueven al ritmo que marca Chris Paul. El joven base se está doctorando en estos playoffs. Nadie puede con él. Ni Tony Parker ni el insoportable empeño defensivo de Bruce Lee Bowen. Paul marca el ritmo, tiene la pelota y todo sucede a su antojo.

La eliminatoria se decidirá en Nueva Orleans, ciudad que tras el desastre del Katrina se ha volcado con los Hornets. Allí, el equipo de Byron Scott no ha cedido un solo encuentro de playoffs. Y justo ahí, en el Golfo de México, los Spurs volverán a medir sus excelencias, esas que les han llevado a ganar cuatro títulos de campeones en los últimos 10 años. Y con Manudona Ginobili, Tim Duncan y Tony Parker en sus filas darán su enésima lección de baloncesto. Pase lo que pase.

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