La crisis del ladrillo deja sin empleo a más de 80.000 personas en Canarias

Edificación de un bloque de viviendas

Román Delgado

Lo ocurrido con la construcción en Canarias no ha sido un tropiezo leve, a levantarse y a seguir el camino, sino que se trata de una crisis profunda (ya se puede decir que estructural) que más se parece al mayor de los leñazos, a los más fuertes y con consecuencias más graves, a la vez que prolongadas en el tiempo; o sea, lo peor de lo peor que se ha detectado en la economía regional de 2007 en adelante.

Este sector productivo, antes con relevancia extrema en la economía de la Comunidad Autónoma de Canarias (en los tiempos en que con cierta altanería se recurría a las bondades del binomio turismo-construcción), se ha ido a pique en los últimos ocho años (2007-2014), lo que queda muy claro, quizá nítido en exceso, si se analizan, por ejemplo, los datos de empleo generado vinculados a esas actividades, que es justo lo que permite la publicación reciente por parte del Instituto Nacional de Estadística (INE) de la Contabilidad Regional de España (2015).

Atendiendo a lo recogido por el INE, la debacle de la construcción en las Islas, que se produce, como en el resto de España, por el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008, ha conducido en ocho años, de 2007 (el antes de la crisis) a 2014 (los últimos datos disponibles que sobre este particular aporta la fuente ya citada), a la destrucción de 80.600 empleos. En 2007, este sector daba trabajo a 111.900 personas en Canarias, el 14,4% del empleo total entonces existente en la Comunidad Autónoma. Ocho años después, el registro es de auténtica agonía, con solo 31.300 trabajadores y el 4,8% de los ocupados que había en el Archipiélago en el mencionado año.

Esa caída continua e imparable hacia los fondos abisales también se refleja, como no podía ser de otra manera, en la pérdida de peso económico del sector de la construcción dentro del Producto Interior Bruto (PIB) regional. En este caso, se observa que, solo para los últimos seis años, de 2010 a 2015, la construcción ha pasado de acaparar el 7,1% de la riqueza general de Canarias a tener un registro bajísimo del 4,3%. Éste nivel es bastante inferior al de la industria local (7,1%), que también está en mínimos. En 2007, la misma variable se hallaba por encima del umbral del 10%.

Para subrayar la magnitud de la crisis de la construcción en Canarias, viene bien el análisis de cómo ha evolucionado el papel de este sector en la economía de las Islas. Si esta operación se realiza utilizando como base 100 el dato del ejercicio de 2010, se aprecia con claridad que la construcción isleña estaba, antes de su debacle, 33,2 puntos por encima del umbral 100 (el de 2010), mientras que en 2015, debido al desplome que ha encadenado este sector, ya aterriza en los 70,8 puntos, casi 30 menos que en 2010 y un indicador que es 62,4 puntos inferior al del ejercicio previo al nacimiento de la recesión, el de 2007.

Pese a tanta adversidad, la misma fuente de referencia, la Contabilidad Regional de España (2015), aporta un dato para la esperanza, único, mínimo, pero sin duda positivo. En el año 2015, el potencial económico de la construcción, o sea, la riqueza que generó este sector a precios corrientes, cambió por primera vez de tendencia y escaló el 5,5% respecto al dato absoluto del ejercicio anterior. Este avance, en cambio, no sirvió para mejorar su participación en el PIB regional, que mantiene en el 4,3% del año anterior, 2014.

El turismo está que se sale en el Archipiélago

Al cierre de 2015, la economía canaria (su PIB) creció el 2,8% (42.517 millones de euros, el dato absoluto, ya algo por encima del de 2007 a precios corrientes, en este caso en 41.656 millones) respecto al año 2014, según la primera estimación que ha ofrecido el INE. Esta mejoría estuvo relacionada de manera especial con el excelente comportamiento del turismo y todo lo que este sector arrastra, que no es poco; con la buena tendencia de las actividades inmobiliarias (no se debe confundir con la construcción), y con la aportación al alza, aunque a veces sea difícil de entender, del sector público canario.

El turismo y sus derivados aportaron al PIB regional en 2015 nada más y nada menos que el 32,1%, con un incremento del 4,2% en relación con 2014. En 2010, este mismo sector acaparaba el 28,4%. En términos absolutos, estas actividades no han dejado de generar más y más riqueza en las Islas desde 2012 (encadenan cuatro años), siempre según el cálculo a precios corrientes.

La importancia del turismo y sus actividades vinculadas en el empleo total de Canarias es abrumadora, con el 40% de los trabajos existentes en 2014 (266.300 personas contratadas), tres puntos porcentuales más de lo que ocurría en 2007, pese a que entonces había una cifra absoluta mejor (287.300 y el 37%), pero se repartía más el empleo debido a que la construcción aún no había enfermado. Como se aprecia en esa secuencia de datos, la dependencia del turismo en Canarias sigue siendo extrema, tanto en generación de riqueza como de empleo, e incluso esta situación se ha agudizado durante los años de la crisis, en especial de 2011 en adelante.

Pese a lo mucho que han hablado representantes de instituciones públicas y políticas acerca de potenciar la diversificación económica en las Islas, la información que publica el INE no contabiliza logros en este aspecto por ningún lado, aunque sí muchos en sentido contrario.

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