Un estudio sugiere que la opinión pública puede moderar los precios aéreos

Un avión de Binter Canarias y otro de Iberia Express, en el Aeropuerto de Gran Canaria (ALEJANDRO RAMOS)

Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

La presión de la opinión pública en una sociedad concienciada de su dependencia del transporte aéreo puede contener los precios de los billetes, incluso en un mercado donde la competencia ha desaparecido después de años y donde las principales rutas dependen de una sola compañía.

Esa es la tesis que defienden en la revista Transport policy tres investigadores de los departamentos de Economía Aplicada de las Universidades de Las Palmas de Gran Canaria y Autónoma de Barcelona, a partir de lo ocurrido en el mercado de los vuelos interinsulares de Canarias desde 2012, cuando quebró Islas Airways, la compañía que venía compitiendo con Binter por esas rutas desde nueve años antes.

Los autores recuerdan que el cierre de Islas Airways dejó el mercado de los vuelos interinsulares de Canarias en manos exclusivamente de Binter, en un monopolio que solo comenzó a atenuar pasados unos meses Canary Fly, pero a mucha menor escala, ya que solo competía con seis frecuencias semanales en dos rutas concretas (de Gran Canaria a Fuerteventura y de Gran Canaria a Lanzarote).

Los firmantes del artículo constatan que, durante los meses en los que Binter estuvo en monopolio, las tarifas de las rutas que dejó de operar Islas Airways no solo no aumentaron, sino que bajaron en promedio hasta 10 céntimos por kilómetro respecto a la situación previa. Y con la entrada de Canary Fly, bajaron 11 céntimos más.

Los economistas Javier Campos, Juan Luis Jiménez y Jordi Perdiguero se preguntan en su trabajo por qué las tarifas no respondieron en este caso como cabría suponer en un monopolio.

A su juicio, lo que ocurrió tiene mucho que ver con el debate público que abrió en Canarias la quiebra de Islas Airways y con los temores expresados por políticos y representantes sociales a que los precios subieran si solo una compañía se ocupaba de esas rutas.

“La polémica social y la presión política que acompañaron a la transformación de ese mercado en un monopolio fueron factores que atemperaron la estrategia de precios de los monopolistas. De hecho, solo cuando la presión se relajó, después de la entrada de un rival más débil, se observaron subidas de precios”, argumentan.

Los autores de este artículo defienden que la relevancia de este caso va más allá de Canarias, aunque se trate de un ejemplo que afecta a un territorio que, al estar fragmentado en islas, es mucho más dependiente que otros de determinados modos de transporte.

“Los fallos de mercado y la falta de competencia en servicios públicos siempre tienen un impacto directo sobre los consumidores. En estos casos, la opinión pública es muy sensible y sobrerreacciona ante amenazas reales o potenciales, ejerciendo una gran presión sobre los políticos y las empresas”, alegan.

Y subrayan que, en el mundo actual, los monopolios no solo están sometidos a la vigilancia de las autoridades de competencia, sino “a un escrutinio cada vez mayor por parte de los ciudadanos”.

“En consecuencia, (los monopolios) tienen todos los incentivos para disimular su comportamiento o para posponer decisiones impopulares para cuando se den mejores circunstancias”, concluyen.

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