Se apaga la llama de España

Sergio Rodríguez junto a Antoine Diot en los cuartos de final. Efe.

Pablo Checa

Las Palmas de Gran Canaria —

Lo que parecía un fuego fatuo ayer recibió un tremendo manguerazo de acento francés. No por esperada y lógica deja de ser dolorosísima la caída de la mejor selección española de la historia, que ayer se dio un topetazo histórico con la granítica Francia. Cuando lo tenía todo a favor para jugar la final soñada contra Estados Unidos, y además en su casa, se vuelve como antaño: en cuartos de final y con el rabo entre las piernas.

Debió pensar España que, solo con el talento, le bastaba para derrotar a Francia, como así sucedió en la fase de grupos. Ni mucho menos. La selección gala demostró además tener el partido mucho más preparado, con un baño sideral de Collet a un inactivo Orenga, totalmente superado por las expectativas del mejor equipo que podía tener.

Francia es un equipo rocoso donde las haya, exuberante físicamente como no lo hay otro en Europa, influenciados como están sus jugadores a nivel sanguíneo por conquistas y colonias antiguas. Desde el primer segundo quiso y consiguió bajar el partido a la arena, enfangarlo, precisamente el escenario donde España menos cómoda se encuentra. Planteó un partido intenso, de mucho contacto, a veces duro, casi siempre limpio. Y es que el repaso táctico fue antológico, tanto como para pensarse seriamente un cambio en la dirección de la selección. Así, Francia empezó como un cohete, 8-0, con dos triples de incluidos de sus interiores, Diaw y Gobert. Un penetración de Rudy despertó a España de la pájara, pero acto seguido volvió a contestar Diaw, talento y clase a raudales (11-2).

Ante la seriedad del partido apareció el de siempre, Juan Carlos Navarro, para recortar distancias (11-8). Parecía que España reaccionaba, pues un mate de Marc tras una bella asistencia de Rudy puso a los nuestros por primera vez con ventaja en el marcador tras culminar un parcial de 0-10. España, con infinidad de apuros, supo contener el ardor francés (15-15). Fue apenas lo único positivo en el partido del pívot de Memphis Grizzlies.

A España le costaba un mundo. Sin excusas más allá del propio juego, el equipo de Orenga náufrago en un mar embravecido como nunca y falto de recurso alguno para parar la tormenta francesa, nunca entró realmente en el partido. Marc fallaba en defensa y en ataque, Ibaka pecó de sobreexcitación y fue inexplicable la ausencia en todo el duelo de Felipe Reyes ante el empuje francés bajo los aros, cargando el rebote como estaban sus jugadores. Orenga seguía empeñado en la tripleta Sergio-Calderón-Llull para hacer lo que sí conseguía Francia, que era mover el balón con fluidez en ataque. Así llegó un espectacular mate de Gobert por encima de Pau (21-17). Un triple de Gelabale le daba alas a Francia, pero solo Pau, con su imparable gancho de izquierda, parecía ponerle coto (28-23). El caso es que el grupo de Vicent Collet no conseguía escaparse del todo, pero España tampoco hacía nada por arrimarse. Al descanso, un preocupante 35-28 iluminaba el cielo de Madrid.

Pausistema.

Es lógico, y hacer lo contrario sería incomprensible, que la primera opción en ataque de España pasa siempre por Pau Gasol. Pero hay mil formas de hacerlo, y las que empleó nuestra selección no pudieron ser más evidentes especialmente en un segundo tiempo para el olvido. Un arranque de furia comandado por Pau y Navarro, cómo no, le dio a España un parcial de 4-11 a favor para empatar (39-39). Pocos motivos había sin embargo para la esperanza, pues en la apuesta por un marcador tan bajo Francia, pese a su manifiesta inferioridad técnica pero dada su supremacía física, tenía todas las opciones de ganar. El tercer cuarto se cerró con el clásico alleyhoop entre Sergio y Rudy y un tremendo tapón de Pau a Heurtel. El 42-43 anunciaba una guerra en el última cuarto, que no pudo ser más desigual.

Tanto fue así que Diaw, otra vez desde el triple, anotó un triple que parecía inofensivo (51-45) pero que supuso el inicio del fin de España en este torneo. España solo pudo anotar nueve puntos en el último cuarto, siete de ellos de Pau Gasol como un canastón que hizo concebir una esperanza que se desvanecía. Después, cinco puntos seguidos de Heurtel, triplazo incluido, hicieron el resto (60-52 y sentencia).

De ahí hasta el bocinazo final solo hubo fiesta francesa y depresión española. Tanto se habló de una final ante Estados Unidos que poco se reparó en los partidos previos. Con todo a favor, con el mejor equipo posible, España se llevó un sopapo histórico. Fue, sin duda, el posible final, salvo milagro, de la mejor selección que jamás pudimos soñar. Adiós al sueño. Su sueño. Nuestro sueño.

Ficha técnica

Francia:

España:

Árbitros:

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