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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

GUIA DE LECTURA Y DISFRUTE DE TROMA ENTERTAINMENT

Sea como fuere, Troma y sus impulsores siempre han ido un paso por delante del resto de sus competidores, y dentro de la plataforma Youtube hay una página llamada TromaMovies, donde se puede ver, de manera gratuita, buena parte de sus mejores propuestas (https://www.youtube.com/user/Tromamovies)

La idea no sólo es un acierto, promocionalmente hablando, sino que demuestra quién entiende las necesidades del mercado actual y quienes se empeñan en analizar dicho mercado según unos esquemas del siglo pasado, caducos e inadecuados a todas luces.

Dejando un lado que las películas están en versión original -un pecado que sigue lastrando la difusión de muchos contenidos, a causa de una de las grandes lacras de la sociedad española, pues falta un programa que fomente el bilingüismo real y no uno adecuado a los gustos de los mandarines de las comunidades autónomas- el poder disfrutar de un escaparate como éste supone la mejor tarjeta de presentación para “atravesar el espejo” y adentrarse en el universo de Tromaville, ¡la capital más contaminada del mundo mundial!

La visita, como es de rigor, empieza con el sin par Vengador Tóxico (The Toxic Avenger) o Melvin Ferd, para los amigos. Película estrenada en 1984 tuvo su continuación, de corte oriental, El Vengador Tóxico 2 (The Toxic Avenger Part II, 1989) secuela tan disparatada como la primera, pero como un presupuesto astronómico si se lo compara con lo que se gastó Kaufman en la primera parte.

El Vengador Tóxico es un vademécum que recoge el listado en donde se detallan las principales críticas que Lloyd Kaufman, Michael Herz y su productora le achacan a la sociedad norteamericana, en particular, y el resto del mundo en general -aunque hay detalles que están directamente relacionados con el ya adulterado “American way of life”. Melvin es un ser normal, anodino, sin nada que destaque de la media, salvo su dedicación por hacer bien su trabajo de chico de la limpieza, fregona en mano, en un selecto club de gimnasia y/o fitness, como se dice ahora.

Tal y como es lógico pensar -por lo menos, si se tiene algo en la cabeza- Melvin es el blanco de las críticas y los abusos de los niños y las niñas “guapos y/o guapas” que detestan al chico de la fregona por definición. Para ellos, Melvin desentona en aquel lugar impregnado de testosterona, prepotencia y falta del más mínimo sentido ético.

Llegado el momento, Melvin caerá en las redes de una de las arpías que pululan por el lugar, pero, gracias a este suceso, el anodino Melvin se transformará -con la interacción de los socorridos residuos tóxicos que apuntalaron la creación de Marvel Comics, unas décadas antes- en un monstruoso ser conocido como El Vengador Tóxico. Su rostro, deforme, y su cuerpo, enorme, serán las herramientas con las que Melvin comenzará a perseguir a los malosos, a los abusadores, a los mediocres y a los corruptos, colectivos que abundan como las cucarachas en las cloacas sociales de Tromaville.

Y todo gracias a una mutación genética que le indica cuándo un maloso se cruza en su camino, un efecto secundario de los residuos tóxicos. Esta circunstancia será la pesadilla de quienes, hasta este momento, han operado con absoluta impunidad en Tromaville. Sobre todo, el seboso alcalde y su clan de malosos corruptos... Como verán, las cosas se pueden decir más altas, pero no más claras, por mucho que los métodos sean un tanto bruscos. La corrupción apesta en cualquier parte del mundo y quienes miran para otro lado son, acaso, más corruptos que quienes se enriquecen a costa de los dineros ajenos. Si a eso le suman, la querencia, enfermiza, por el aspecto físico; la no menos enfermiza competitividad; una pésima alimentación, cuyo máximo exponente es el alcalde Peter Belgoody; y el denodado gusto por la violencia y la tenencia de armas de fuego, defectos que conforman la actual sociedad norteamericana, el mosaico está completo.

El Vengador Tóxico representa a todos aquellos ciudadanos de a pie, tachados de mediocres por una élite embalsamada en principios nauseabundos, que suelen ser siempre los que pagan el pato de los excesos de sus semejantes. Melvin es, mejor que cualquier otro personaje de Troma, el héroe por casualidad con el que la mayoría de los ciudadanos norteamericanos se podrían identificar. Sus peripecias, su deseo por ser una persona “normal” en un mundo torticero y vacío no es algo ajeno al común de los mortales, que malamente llega a mediados de mes y sólo quiere un poco de tranquilidad en su vida.

Puede que los métodos de Toxi -apodo utilizado por Kaufman cuando se refiere a su creación- no sean muy políticamente correctos, pero tampoco lo son los que enarbolan los usureros y las entidades bancarias que han dejado sin un techo a millones de personas. Lamentablemente, sus métodos, por lo menos hasta que se empezaron a suicidar personas por dicho motivo, sí que era muy políticamente correctos. De tener que elegir, me quedo con los métodos de Melvin, sin pensarlo dos veces.

En su segunda aventura, desarrollada en el país del sol naciente, el desparpajo y la inmediatez de la primera entrega se han perdido, pero no por ello el interés por seguir las peripecias de un personaje que termina por integrarse en una sociedad tan rígida como permisiva para aceptar lo que le llega desde occidente, aunque se trate de un Vengador Tóxico, de enorme figura, grotesco aspecto y buen corazón.

De vuelta a la capital del residuo tóxico, “esos que mejor los tiramos sin que nadie se dé cuenta, antes de gastarse el dinero en hacer lo correcto”, es hora de volver a clase y nada mejor que formando parte de la clase de 1986 del instituto Atómico o Nuke 'Em High (Class of Nuke 'Em High, 1986). Nuke 'Em HighClass of Nuke 'Em HighEn esta ocasión, el protagonista real es la corrupción medioambiental, aquélla que amenaza con dejar hecho unos zorros a nuestro viejo y cacareado planeta, por mucho que algunos se empeñen en decir lo contrario.

La vuelta a la escuela le da la oportunidad a Troma para incidir en la falta de preparación, la desidia del sistema y cómo una sociedad, la norteamericana, se preocupa más por los beneficios que por el bienestar de sus habitantes. Sin armar mucho ruido, temas tales como el puritanismo de salón, la represión sexual, las mentes estrechas y la doble moral salen a la palestra, para sofoco de quienes piensan que cuanto más se prohíba, censure y controle las mentes de las personas, mejor vivirá la minoría que siempre ha vivido bien. Como en el caso del alcalde Tromaville en The Toxic Avenger -quien cuenta con un asistente nacionalsocialista en el más amplio sentido de la palabra- todavía quedan demasiados nostálgicos de los sistemas totalitarios, que a punto están de acabar con el mundo conocido bajo el peso de sus botas.

¿Y qué opinan de los padres que abusan de sus hijos, los clérigos que se remangan las sotanas y los explotadores que destruyen todo lo que se les pone a tiro? Pues que, por mucho que nos sorprenda, son algunas de las bases argumentales de la versión “made in Troma” del clásico Romeo y Julieta, aunque, en este caso, sea Tromeo & Juliet.

Narrada por el genial, y ya desaparecido, líder de la banda de Heavy Metal Motörhead, Lemmy (nacido Ian Fraser Kilmister) la película es una actualización “tromática” del texto escrito por William Shakespeare entre 1591 y 1595, aunque el escenario y las motivaciones no sean exactamente las mismas. Tromeo & Juliet demuestra, además de la impronta imperecedera del escritor británico en la sociedad contemporánea, un hecho incontestable; es decir, Lloyd Kaufman es un romántico incurable y es de esas personas que creen en los finales felices. Felices, según el tamiz de Troma, eso sí...

En la narración hay Capuletos, Montescos, corruptos, salidos, reprimidos, lesbianas, sangre y vísceras, y amor, mucho amor y sin censuras. Vamos, que si la sociedad norteamericana fuera como le gustaría a Kaufman, algún que otro monstruo aparecería, pero sería mucho más inocuo que los que actualmente pululan por las altas esferas de la economía, la política y la sociedad de aquel país.

Y aún con lágrimas en los ojos -y las risas de Shakespeare al final de Tromeo & Juliet- llegamos a la última película de este pequeño recorrido, Sargento Kabukiman, de la policía de Nueva York (Sgt. Kabukiman N.Y.P.D. 1990), una de mis películas favoritas de Troma por excelencia.

Protagonizada por el patoso, pero voluntarioso sargento Harry Griswold, la combativa Lotus y el corrupto, desmedido y megalómano Reginald Stuart -personaje que guarda un nada disimulado parecido con cierto candidato presidencial que pugna, en estos instantes, por hacerse con el país más propenso a declarar contiendas de cuantos jalonan el globo terráqueo- Sargento Kabikiman es una hábil transmutación de elementos orientales, occidentales, excesos delirantes propios de la productora y un sinfín de aciertos visuales, además del ácido sentido de humor que desprende toda la cita.

Griswold verá como su existencia y su lugar en el mundo cambian merced a una milenaria profecía. Las fuerzas de bien y del mal, enfrentadas, como es costumbre y todo por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Otro en su lugar hubiese salido corriendo, pero Griswold, no, y eso que todo aquello le superaba antes, siquiera, de llegar al teatro donde da comienzo la acción...

Una vez aceptados sus nuevos poderes, volar de una forma decente y no tener miedo al maloso de rigor, la vida del, hasta entonces, anodino sargento Griswold se transformará en la colorida cruzada del Sargento Kabikiman, multicolor defensor de los más débiles, azotes de los poderosos y amante del sushi y las féminas orientales.

Vista con la perspectiva que dan los años, cuesta entender por qué la película debió esperar un lustro hasta que alguien se dignó a estrenarla en los cines de los Estados Unidos de América. Entendería que ahora, en plena carrera presidencial, “alguien” pusiera el grito en el cielo, y el dinero sobre la mesa para evitar que se estrenara, pero, en los años noventa, cuesta entender tanta estrechez de miras para con una de las películas más fáciles de digerir por el público, siempre y cuando se hable de Troma Entertainment.

Para el recuerdo quedan los carteles con la leyenda “Wanted” con los rostros de Lloyd Kaufman y Michael Herz, directores e ideólogos del proyecto, así como el grupo de baile que se ve por las ventanas del despacho del capitán Bender, mientras éste habla con Griswold. Esos detalles son lo que han hecho a Troma una productora que merece ser tenida en cuenta cuando se habla del séptimo arte. Y por eso es tan importante y digno de destacar el acuerdo al que han llegado los responsables del Festivalito de La Palma y los responsables de la productora norteamericana.

Pensar que todo esto es una cuestión baladí, demuestra un nivel de ignorancia que, a estas alturas, resulta insultante y que, para nada, favorece el desarrollo socio-cultural del archipiélago y de quienes habitan en él.

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2016

© 2016 Troma Entertainment

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