Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

NIGHT VISIONS: COLTTIKONSERTTI

Puede que -y es sólo una teoría, forjada tras tres décadas de carrera profesional- si se expandieran horizontes, y muchos festivales cinematográficos, filmotecas regionales y aulas de cine varias dejaran sus anquilosados principios y se abrieran a la pluralidad, otro “gallo” cantaría. Y lo mismo digo acerca de quienes ahora descargan las películas de manera ILEGAL. Si decidieran acudir a una sala de cine a ver cómo luce tal o cual título, en pantalla grande, las cosas serían diferentes.

El aplicar una metodología distinta es la base sobre la que se explica que, en este remoto país del norte de Europa, no se tenga, por ejemplo, ningún pudor en organizar una velada cinematográfica bajo el título COLTTIKONSERTTI y, hasta donde yo sé -y vivo bien cerca del cine Orion- ninguna pared se rasgó como el bíblico “velo del templo” ante tal herejía. ¿Y por qué digo esto? Pues muy simple. La mencionada velada, celebrada hace unas semanas en la ciudad de Helsinki y organizada por el festival de cine de género Night Visions, estaba dedicada al western, de ahí la palabra Colt -apellido del creador del celebérrimos revolver calibre 40/44, icono del viejo oeste americano- al principio del título.

En realidad, la herejía es doble, porque además de abrir las puertas del cine del Instituto Nacional Audiovisual (versión finlandesa de lo que sería la Filmoteca Nacional española) al denostado género del oeste, los impulsores del proyecto son los responsables de un festival de serie B y para freaks. Les puedo asegurar que, en la década que pasé viviendo en Madrid, sede del ya mencionado organismo español, nunca vi nada parecido. Tampoco lo vi durante el tiempo que viví en Barcelona y, sobra decir que estas cosas no suelen pasarse por la cabeza de los “doctores cinematográficos” insulares, ni por error.

Pues, por estos lares, no sólo son capaces de hacerlo, sino que, además, demuestran una capacidad de gestión digna de reseñar. En tan sólo una noche, los responsables de organizar el COLTTIKONSERTTI nos deleitaron con un clásico del espagueti western, Minnesota Clay (Sergio Corbucci, 1964); con uno de los western que Clint Eastwood rodó a las órdenes del director Donald Siegel, Two Mules for Sister Sara (1970); con la controvertida cinta de Ralph Nelson, Soldier Blue (1970) protagonizada por Peter Strauss y Candice Bergen; y con Red Sun (Terence Young, 1971) película que reunió al gran Toshirȏ Mifune con los no menos conocidos Charles Bronson, Alain Delon y la espectacular Ursula Andress y los llevó hasta el lejano oeste que antaño retratara John Ford en sus míticas realizaciones.

Lo más chocante de todos esto es ver cómo en un país que no tuvo una implicación directa con el desarrollo del espagueti western -algo que SÍ sucedió en nuestra geografía- se tenga más respeto, cuidado y mimo para con el trabajo de quienes desarrollaron toda una industria cinematográfica europea. Esto último explica la razón por la cual los responsables de Night Visions suelen ofrecer una muestra del cine de género que se produce en nuestro país, mientras que las producciones nórdicas de terror y fantasía -que las hay, y muy buenas-, raramente llegan más allá del mercado nórdico, salvo contadas excepciones.

Es cierto que no siempre existe la disponibilidad deseada por parte de las productoras asentadas en estos países del norte de Europa para promocionar sus productos, pero tampoco hay ningún interés por abrir los ojos ante lo que se hace en mercado menos conocidos, frente al rodillo galo o, cómo no, el anglosajón.

Sea como fuere, Night Visiones es un muy buen ejemplo en el arte de combinar el presente con el pasado y, de paso, preservar la tradición. En la última edición del encuentro, celebrada en noviembre del pasado año, sus responsables programaron la novedosa Knock Knock -último exceso visual del director Eli Roth-; un aniversario, el treinta cumpleaños de la película Re-Animator (Stuart Gordon, 1985); y un clásico distópico de la filmografía nacional, The Last Border (Viimeisellä Rajalla), dirigida en 1993 por Mika Kaurismäki, uno de los pocos realizadores finlandeses conocidos fuera de las fronteras de este país.

The Last Border parte de la premisa, más que versionada, de un mundo devastado tras un desastre de proporciones bíblicas. Como resultado de todo, el terreno se convierte en el lugar ideal para el desenfreno de los supervivientes más desalmados. El villano, Duke (Jürgen Prochnow) -importado de una película dirigida por John Carpenter, George Miller o Enzo G. Castellari- responde a las señas de identidad de este tipo de personajes, aunque el escenario, los helados parajes del norte de Europa sean bien distintos de las arenas del guerrero Max o de las calles por donde pulula Snake Plissken. Sus instintos asesinos, propios de un sociópata en potencia, son fruto de una circunstancia vital, pero, por otro lado, demuestran que el hombre es mucho más que un “lobo para el hombre” como antaño sentenciara el filósofo del siglo XVIII Thomas Hobbes en su obra El Leviatán (1651). La llegada de un outsider, Jake (Jolyon Baker), de una joven amnésica, Doaiva (Fanny Bastien) y de un pintoresco, pero decido superviviente, Borka (Kari Väänänen), alterarán el “Status Quo” del lugar y el liderazgo de Duke, incapaz de asimilar lo que se le viene encima.

Contada con la idiosincrasia propia de estos países -hay que vivir aquí para entender el peculiar sentido del humor, y la crudeza, pero desparpajo con la que presentan algunas de las situaciones que se ven en la pantalla- The Last Border es una de esas películas sobre las que se lee en los libros de historia, o en las web especializadas en cine de género, pero que raramente se puede ver si no se vive en un país nórdico o en Alemania, igualmente implicado en la producción. Poder verla en pantalla grande, con parte de su elenco original y sin ningún tipo de prejuicio es algo que ya desearían muchos, pero, por las exigencias del guión de unos pocos, resulta del todo imposible.

Las cosas pueden cambiar, siempre que se aúnan fuerzas, se dejen atrás los corralitos, y se pongan manos a la obra. Muchos de los eventos de los que ahora todo el mundo habla empezaron siendo una idea secundada por un grupo de amigos y, llegado el momento, la idea se transformó en… añadan el ejemplo que se les ocurra. De ser así, no se estaría limitado a los designios de unos pocos, sino que habría pluralidad, tal y como sucede en estas latitudes y, con ello, toda la sociedad ganaría. Vaya que sí.

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2016

Cameron Mitchell y Fernando Sancho. Minnesota Clay © 2016 Ultra Film, Jaguar Films & Franco London Films

© 2016 Connexion Film Productions & Last Border Productions

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Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

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