Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

PERSONAL SHOPPER

¿Y qué me dicen del auge y proliferación de los llamados “influencers”? Antes, no hace tanto, eran y se les llamaba V.I.P. y, de alguna otra forma, marcaban estilo por lo que habían hecho, dicho o planeaban hacer. Sin embargo, hoy en día, basta con abrir una cuenta en Youtube, empezar a enseñar tal o cual producto, mientras se presume de haber estado en un determinado evento -sea cierto o no- y, cómo no, saltarse sin reparos todas las normas éticas y estéticas que antaño regulaban la publicidad, la promoción y la imagen corporativa de una empresa y/o producto. Luego sólo queda pedirles a tus amigos que le den difusión, toda la que puedan y a todas horas, y si se es lo suficientemente zafio, insultante y transgresor el efecto dominó hará el resto.

Al final -y como en todo- hasta en esto hay clases, un hecho que explica que, entre este nuevo segmento de la manada… perdón, de la población, haya quien hasta se permite tener un asistente personal que le aguante las neurosis, se encargue de hacerle las compras y/ o le exija a las marcas que desean fagocitar la supuesta influencia de dichos influencers.

Maureen (Kristen Stewart), la protagonista de la historia sobre la que les hablaré, es una joven estudiante de diseño y moda que, mientras trata de recuperarse de la muerte de su hermano gemelo, trabaja como compradora personal de una egocéntrica actriz, Kyra (Nora von Waldstätten), la cual anda demasiada ocupada con su agitada vida personal como para preocuparse por la situación en la que se encuentra inmersa la persona que logra que ella luzca cual pincel decimonónico en las fotos que se publican en las redes. Maureen no solamente se preocupa de ir a buscar el sin fin de caprichos de Kyra, sino que también carga con la responsabilidad de justificar los desmanes que su empleadora comete para con algunas de las prendas que las tiendas le ceden para que luego las luzca en un determinado escenario.

En realidad, Maureen permanece en París -soportando las vejaciones verbales y el desprecio de la individua para la que trabaja- dado que está empeñada en contactar con el espíritu de su hermano muerto. Al igual que él, Maureen posee poderes psíquicos desde que era una niña y, confía que estando en Francia, lugar donde éste residía, llegue a poder contactar con el espíritu de su hermano fallecido. Esta situación, claro está, le acarrea a la joven un continuo desasosiego y un estado cercano a la depresión que la actriz americana plasma merced a una fragilidad gestual que nos lleva a pensar que su personaje se va a quebrar, sin mediar palabra, delante de nosotros. Luego, en la secuencia siguiente, todo cambia y, de nuevo, es capaz de dominar la situación como si nada de lo anterior hubiera sucedido.

Por si fuera poco, su relación de pareja se circunscribe las conversaciones que mantiene con su novio por medio de videoconferencia, dado que éste reside en un emirato árabe y poco puede hacer, salvo escucharla y animarla en su empeño por encontrar algún vínculo que le pueda poner en contacto con su hermano, Lewis.

En medio de todo esto, Maureen empieza a recibir mensajes en su teléfono, mensajes anónimos que la llevarán hasta un lugar que nada tiene que ver con su vida cotidiana, pero que, por eso mismo, se le antoja diferente y tremendamente atractivo. Llegado ese momento, la inestabilidad de la joven se torna en curiosidad rodeada de cierto morbo al estar jugando a una charada para la que no está preparada, aunque lo sepa de antemano. Al hacerlo se olvida de la indefensión y la frialdad con la que la trata la actriz de marras y, por ello, todo el conjunto termina por suponer un salvavidas en medio de una vida que lleva naufragando más tiempo del que ella misma quisiera admitir.

Son esos momentos llenos de silencios, pero colmados, de sobra, por las expresiones, las miradas y las dudas de la joven delante de un espejo, una vez que se puesto uno de los vestidos destinados para el disfrute de su jefa, los que resultan más atractivos y enriquecedores dentro de toda la película rodada por el director Olivier Assayas, quien también es responsable del guión. Se podría decir que el director tiene muy bien aprendido el dicho que dice que “el diablo está en los detalles” y nadie mejor que Kristen Stewart que, poco a poco se va desprendiendo de las brumas de su papel de Bella Swan en la saga Twilight (2008-2012) para demostrar cuán cierto puede llegar a ser una frase hecha.

Es más, por momentos el espectador se olvida de que Personal Shopper es, también, una película de género, con apariciones e instantes sobrenaturales. El único problema es que cuesta trabajo perder de vista las tribulaciones de Maureen, inmersa en una situación mucho más cercana a la pesadilla que otra cosa, como para reparar en fenómenos paranormales, que los hay, por mucho que los escribidores de rigor -sobre todo cuando se habla de películas producidas en Francia- se olviden de mencionar.

Sea como fuere, Personal Shopper pone sobre la mesa los modos y maneras de una sociedad, cada días más artificial, simplona e insustancial, y los mezcla con la existencia, mucho más intensa y provechosa, de una joven que busca encontrar las mismas respuestas que buscamos todos. Eso sí, sin dejarse encandilar demasiado por las luces de una bohemia que se ha olvidado mirarse en los espejos del callejón del gato para darse cuenta de quién en realidad es.

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018

Personal Shopper © 2018 CG Cinéma, Vortex Sutra, Sirena Film, Detailfilm, Arte France Cinéma, ARTE & SCOPE Invest.

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Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

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