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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

PRELUDIO AL ESTRENO DE LA FORMA DEL AGUA

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Y no seré yo quien diga que todas las películas de Guillermo del Toro están realizadas con la misma soltura y acierto que, por ejemplo, la última de todas, The shape of water The shape of water(2017), cinta que le está haciendo tragar inquina y humildad a quienes lo han despreciado hasta este mismo momento. Sin embargo, títulos tales como El espinazo del diablo El espinazo del diablo(2001), El laberinto del fauno (2006), Hellboy (2004), la secuela de Blade (2002), Mimic (1997) o la ignorada y vilipendiada Pacific Rim Pacific Rim(2013) debieron correr una suerte mucho más digna y no ser condenadas a sufrir el acoso y derribo de quienes disfrutan con atacar cualquier producción de género, casi por imposición vital y profesional.

Cierto es que los temas que se tratan en algunos de esos títulos están relacionados con disciplinas que tampoco son comunes y que suelen arrastrar los mismos tópicos -negativos, en su mayoría- que también debe soportar el cine de género. Otra cosa muy distinta es que dos películas como El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, rodadas en nuestro país y con una temática que nos tocaba directamente -ambas están ubicadas en plena postguerra y en ambas se muestran las miserias, los excesos y la insensatez que rodeó la represión impulsada, bendecida y promulgada por el bando vencedor y sus cruzados victoriosos-, tampoco lograran el favor ni de la crítica, ni del público.

Puede que, a la caverna conservadora, no le gustara que un gordinflón mejicano les viniera a decir que la cruzada nacional católica fue, en realidad, una contienda con un marcadísimo sesgo fascista que sólo buscaba perpetuar la enorme brecha entre los ricos y los pobres, sin reparar en gastos.

O puede que, al tener el ya comentado regusto a cine de género, las virtudes y bondades fueran dejadas a un lado con tal de no admitir que se puede contar una buena historia sin necesidad de que ésta venga con el entorchado de cine dogma, indie y/o independiente.

Si lo piensan fríamente, y dejando a un lado, aunque sin olvidarlo, claro está, que el director danés Lars von Trier es un mamarracho impresentable -por mucho que haya tratado de demostrar lo contrario, tras su “momento estelar” durante el festival de Cannes del año del año 2011- el fracaso de su película tan sobresaliente como lo es Melancholia se debió más a su temática que a las desafortunadas frases del realizador nórdico durante el encuentro cinematográfico francés.

Melancholia es el nombre de un planeta que amenaza con destruir la Tierra y cuya misma aparición provoca comportamientos límites entre quienes deben observar su implacable camino hasta nuestro mundo. Incluir una banda sonora que bebe directamente del preludio de la ópera Tristan e Isolda (1865), de Richard Wagner, sólo sirve para introducirnos en ese hemisferio de ensoñación que tantas veces ha recorrido el cine de género y que, en este caso, llena de forma plena los diez primeros minutos del metraje cinematográfico de la película.

Luego está la cuestión del estilo y de cómo el director utiliza al implacable planeta de excusa para plasmar las miserias y carencias de sus protagonistas, pero, por mucho que pueda molestar, la película puede y debe ser considerada una película de género, aunque no aparezcan naves espaciales, ni androides, ni alienígenas homicidas.

Sea como fuere, y ésta es la parte que más me gusta de toda esta historia, al final la ilógica de las cosas se ha tornado en lógica y, con el galardón otorgado en el consagrado y SERIO festival cinematográfico de Venecia -el mismo que suele premiar películas tremendamente minoritarias y apartadas de los circuitos comerciales, y que ignora, normalmente, a películas de género- un nuevo amanecer asoma por el horizonte. Ahora, todo lo anteriormente dicho y omitido queda atrás y lo que, en realidad, es una magnífica y hermosa actualización de uno de los grandes clásicos del cine de terror contemporáneo, Creature from the Black Lagoon (Universal Pictures, 1954) -dirigida por Jack Arnold, y que se conoce en el mundo hispano hablante con el nombre de La mujer y el monstruo (España) o El monstruo de la laguna negra (hispano américa)- se ha convertido en el tema de conversación, crítica y comentario de quienes, ni siquiera, creo que hayan visto la película estrenada en la década de los años cincuenta del pasado siglo XX.

¿Y qué me dicen de la sombra que proyecta sobre la película del director mejicano uno de los mayores clásicos de la literatura universal, Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), escrito por la escritora Mary Wollstonecraft Shelley y que luego fuera inmortalizado en la gran pantalla por el director James Whale en la versión que rodó para la Universal en el año 1931?

Dentro de ese mismo espacio, habría cabida para la indefensión, la soledad y el conflicto emocional de quien se ve el último de su raza, tal y como le sucede tanto al “monstruo” de la película de Guillermo del Toro, como al personaje creado por el escritor Richard Matheson, Robert Neville, para su novela I am legend (Gold Medal Box, 1954) y que luego contó con el rostro de Vicent Price (1964) Charlton Heston (1971) y Will Smith (2007) en sus respectivas versiones cinematográficas.

Incluso la paranoia que demuestra el personaje interpretado por Michael Shannon (el coronel Richard Strickland) y todo el discurso exportado de los peores años de la histeria anti-comunista beben del espíritu y la impronta de otro de los grandes clásicos del cine de género contemporáneo, Invasion of the Body Snatchers (1956) dirigido por Don Siegel. Lo único que le falta al nefasto coronel es señalar a todo el que se opone a sus megalómanos deseos, de la misma forma que los personajes protagonistas de la película, basada en un relato del escritor Jack Finney (The Body Snatchers, 1955)

Por supuesto que hay una dura crítica social, como la hay en películas de género tales como THX-1138 (George Lucas, 1971); Soylent Green (Richard Fleischer, 1973); o Rollerbal (Norman Jewison, 1975), dado que se puede criticar a nuestra nauseabunda sociedad sin necesidad de rodar una película de tres horas, circunscritas a un solo escenario y en medio de ninguna parte.

Al final, ha tenido que ser el atípico romance entre la introvertida y casi diría que invisible Elisa Esposito y una acuática criatura, atrapada entre medio del sinsentido que supuso para nuestra sociedad la Guerra Fría, el principal responsable de que Guillermo del Toro haya pasado a ser un director del que merece hablar, comentar, escribir y, cómo no, alabar.

Sin embargo, la realidad es que están alabando el trabajo de un director de cine de género, con unas enormes influencias del cine, la literatura y los cómics de género y que ha logrado cautivarles con una película de género. Por todo ello, me lo estoy pasando muy bien. Además me da la oportunidad de reírme mucho de la insensatez de mis semejantes y compañeros de viaje en esta profesión de escribiente cinematográfico… Si quieren les recuerdo aquello del tiempo y el sitio, pero me parece que ya es suficiente con lo que les está cayendo como para incidir más en el tema (risas)

Y si quieren conocer más sobre mi opinión sobre The Shape of water, por favor, miren el siguiente enlace: http://www.eldiario.es/canariasahora/filmkino/THE-SHAPE-OF-WATER_6_720287981.html

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018

© El Deseo, Tequila Gang & Anhelo Producciones, 2018

© 2018 Universal International Pictures.

© 2018 Bull Productions, Double Dare You (DDY) & Fox Searchlight Pictures

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Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

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