Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

WILLY WONKA Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE DE GENE WILDER

Y es que la carrera del actor, escritor, director y comediante Jerome Silberman, conocido por su nombre artístico Gene Wilder, estará siempre ligada al nombre del director, guionista y actor Mel Brooks, a la del también actor y comediante Richard Pryor y, por antonomasia, a la película The Woman in Red, protagonizada por la modelo Kelly Le Brock, la cual fue escrita y dirigida por el propio Wilder.

Si me ciño a la relación con el siempre imprevisible, pero igualmente genial, Mel Brooks, aún recuerdo la primera vez que vi Young Frankenstein (1974) película en la que Wilder, magníficamente secundado por Martin Felman, actor tristemente desaparecido a principios de la década de los ochenta, daba la réplica a un doctor Frankenstein que en nada se parecía a los que hasta ese momento había llevado el personaje a la gran pantalla.

Considerada casi un sacrilegio por los defensores de la antigüedad y del legado de Universal Pictures -responsable de la película protagonizada por Boris Karloff en 1931- la actuación de Gene Wilder, histriónica, surrealista, delirante, pero, a todas luces, magnifica supuso un antes y un después en la carrera del actor. Luego comenzaría su también larga trayectoria compartiendo cartel y pantalla con el excesivo, incisivo y desmedido Richard Pryor, actor con quien Wilder nunca terminó de encajar, dado el gusto por los excesos del cómico afroamericano.

Su primera colaboración, Silver Streak (1976) retitulada en nuestro país, El expreso de Chicago, continúa siendo mi preferida, a pesar de ese disparate mayúsculo que es See No Evil, Hear No Evil (1989) surrealista comedia que bien la pudieran haber firmado los inmortales e inimitables hermanos Marx. La película dirigida por Arthur Hiller, director igualmente responsable de See No Evil, Hear No Evil, tiene todos los ingredientes para no darle al espectador un momento de tregua y, además, Pryor no está, ni mucho menos, tan desmedido como en sus siguientes colaboraciones. En cuanto a See No Evil, Hear No Evil baste decir una cosa: ¿A quién se le ocurre poner a una persona invidente a los mandos de un vehículo, si lo que se pretende es escapar de una situación comprometida?

Sin desmerecer el trabajo del actor, las dos películas que más me han gustado de su filmografía, ahora y entonces, son anteriores a su colaboración con Mel Brooks y Richard Pryor y, sobre todo, una de ellas, pasó totalmente desapercibida.

Dirigida por Stanley Donen en 1974, The Little Prince es una de esas películas que no sólo respeta la letra original en la que está basada su guión; es decir, la novela del escritor Antoine de Saint-Exupéry, sino que la lleva un paso más allá, en especial por lo acertado del reparto, en especial Wilder (el Zorro) y el bailarín y coreógrafo Bob Fosse (la serpiente).

El segundo, además de demostrar su versatilidad como bailarín, deja claro que Michael Jackson no inventó nada cuando saltó al estrellato. En cuanto al primero, su recreación de una criatura asustadiza, pero inteligente y esquiva a partes iguales, tendría que haber tenido más halagos, pero la historia del séptimo arte está llena de buenas películas que pasaron sin pena de gloria, dado el nivel de ignorancia de una sociedad que ni ella misma se entiende.

La segunda de mis películas favorita sí que tuvo mayor aceptación en el mundo anglosajón, pero en nuestro país el cambio de título que sufrió la película desvirtuó y ocultó el nombre del verdadero protagonista de la historia.

En nuestras latitudes, Willy Wonka & the Chocolate Factory (1971) pasó a llamarse Un mundo de fantasía, una estratagema por parte de los distribuidores patrios para emparentar la película de Mel Stuart con las producciones de la factoría Disney. Esto fue un craso error, más si se tiene en cuenta que el autor de la obra original en la que está basada la película, Roald Dahl, era el polo opuesto a los edulcorados y rancios planteamientos de los que hacen gala las producciones Disney de la época.

Sea como fuere, la interpretación del incalificable Willy Wonka -quien vive alejado del mundanal ruido dentro de su mítica factoría, rodeado de los Oompa-Loompas- desarrollada por Wilder no sólo llevó al personaje escrito por Roald Dahl a formar parte del imaginario de varias generaciones, tanto por el compromiso personal del actor como por la difusión que con su trabajo logró la obra de Roald Dahl fuera del mundo anglosajón. La idea, que quede claro, de la primera secuencia en la que aparece Willy Wonka es obra de Wilder.

Cierto es que, con el paso de los años, la película quedó olvidada, al igual que el relato original y no fue hasta el estreno de la versión dirigida por Tim Burton e interpretada por Johnny Depp, en el año 2005, cuando el personaje y la historia volvieron a sonar y/ o aparecer en los medios de comunicación de masas.

Sin embargo, para varias generaciones, incluyendo quienes fuimos en su momento a ver la película en los cines, la imagen de aquel personaje que, al perder su bastón, cae, da una voltereta y se levanta, tal cual, para luego invitarnos a conocer su maravillosa factoría de chocolate, permanecerá imborrable, mientras estemos viviendo en este manicomio de locos que es el planeta Tierra.

No me olvido de mi “frustración infantil” cuando ninguno de mis compañeros de colegio sabía lo que era un Oompaa-Loompa… En realidad, tampoco me debió extrañar entonces, dado que yo era el “raro” –“Freak”, en el lenguaje moderno- y, en vez de perder el tiempo dándole patadas a un balón, prefería estar leyendo en mi tiempo libre.

Y, qué quieren que les diga, prefiero haber pasado mi infancia -y el resto de mi vida- sabiendo quiénes eran Willy Wonka y los Oompaa-Loompas, antes que haberme aprendido las alineaciones de la “liga de las estrellas”, mientras perdía el tiempo delante del “partido/s de la semana”.

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2016

© 2016 Wolper Pictures Ltd.

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Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

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