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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni
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Cosas de la desafección

Cristobal Montoro.

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Esta semana asistimos a los esfuerzos en el Congreso de los Diputados del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, no tanto por vendernos la burra de los presupuestos, que también, como para convencernos de que España tiene asombradito al mundo con su recuperación. Los muy viejos del lugar no recuerdan nada igual desde el día en que el Caudillo fue sorprendido probando, en los jardines de El Pardo, el motor de agua de su invención, con Santa Teresa de copiloto y la Guardia Mora vigilando entre los parterres, no fueran los rusos a robarle la patente.

A Montoro le replicó Pedro Sánchez, nuevo líder de la oposición socialista. Hizo las críticas pertinentes, siempre en la línea de la necesidad de un cambio, palabro desvalorizado porque, después de todo, cambio ofrecía también Rajoy frente a Zapatero. Aunque, debe reconocérsele, fue la única promesa electoral que cumplió: nos cambió la vida; para peor, pero no es menos cierto que nunca se comprometió a mejorarla. Decía Gracián que hablar es efecto grande de la racionalidad y atajo único para el saber: hablando los sabios engendran otros”; olvidó el sabio jesuita que eso es así cuando, además, se escuchan los interlocutores, lo que no es el caso del Congreso donde no rige el principio de que hablando se entiende la gente.

Los presupuestos, el petróleo y Canarias

A cada año que pasa quedamos peor los canarios en los presupuestos. Es lo que dicen los responsables económicos del Gobierno. Y me lo creo no porque me mueva sin embarazo en la fronda de números, índices, porcentajes y demás sino porque hemos perdido lo que en su día se llamó “acervo económico” y es evidente que el Gobierno central ya no guarda con Canarias ni las formas. No podía esperarse otra cosa cuando los correspondientes aquí de los partidos estatales comparten la visión subordinada que de las islas tienen sus cúpulas y los nacionaleros de CC siguen perdidos en su laberinto de espejos. Por no hablar de la dirigencia económico-empresarial del tres al cuatro que se contenta con alguna ventajilla para ir tirando. Verlos a todos ellos vestidos de “típicos” canarios con disfraces “made in Taiwán” resulta toda una alegoría.

En ese contexto, aumenta el número de los que advierten la condición colonial de las islas que para otros tantos refrenda el conflicto de las prospecciones petrolíferas. Desde luego hay motivos para poner a caldo a Paulino Rivero, pero en este punto, ya ven, no le faltan razones para advertir del incremento de la desafección española en las islas. Lo que ya sería un signo de vida, qué quieren que les diga.

La disputa petrolera se ha querido reducir en sus alcances. Los que consideran el petróleo una bendición del cielo tildan a quienes se oponen de negados al progreso para volver a la Edad de Piedra. Son tan acríticos y entregados a la causa colonial que nada les dice la mayor comprensión y respeto del Gobierno hacia la oposición en la Península a sus respectivos sondeos. Da que pensar. Sobre todo si consideramos la insistencia en que España necesita del hipotético petróleo canario para reducir su dependencia de las importaciones de crudo: ¿Es que el no menos hipotético que pueda haber en los mares peninsulares no contribuye a aliviar la factura petrolera?

Por otro lado, parece haber acuerdo en que el presunto yacimiento canario producirá como mucho durante veinte años. Estos, ya saben, no son nada y si se supone que un Estado debe obrar con perspectivas temporales a más largo plazo, no se entiende que ponga toda la carne en el asador con las prospecciones canarias; salvo, claro, que no mire al futuro sino al beneficio inmediato y corto en el tiempo de la compañía que aspira a hacer negocio al otro lado de la puerta giratoria. Refuerza esta sospecha el castigo a las fuentes energéticas no convencionales que apuntan a un futuro más largo y esperanzador. Lo que resulta chocante en Canarias que cuenta con notables recursos de viento y sol. No creo aventurado sospechar que el lobby petrolero pretende exprimir el limón a la vista de las previsiones que ya incluyen el agotamiento del petróleo; que no será mañana ni pasado pero se ve venir como variable a tener presente.

Exprimir el limón puede ser una de las claves. Aunque no se maneje habitualmente esa información, el statu quo de Canarias como comunidad española no es seguro y podría irse a la porra si prevalece, a escala internacional, la propuesta de que ningún país posea territorios en continentes que no sean el suyo. Lo que, relacionado con el maltrato presupuestario, podría llevar a la conclusión de que alguien por esas alturas considera del género tonto invertir y favorecer las energías no convencionales de cara al futuro de unas islas que mañana pueden ser marroquíes, por ejemplo. Coge el petróleo y vete, pues. Una política, que puesta al lado de la exquisitez con que el Gobierno trata a quienes se oponen a las prospecciones peninsulares, recuerda demasiado a la tierra quemada que tanto han padecido las antiguas colonias.

Convendría, antes de ver en estas conjeturas desvaríos y sinrazones, que nos fijáramos en la penosa historia colonial española. Para no remontarme demasiado mencionaré solo al Sahara vecino. Hassan II le dio al Régimen franquista sopas con honda y remató la faena con la Marcha Verde cuando el dictador estaba ya en su lecho de muerte. El monarca marroquí, como gendarme de las potencias occidentales en la zona, contaba con el apoyo nada solapado de Estados Unidos y Francia. Tampoco debe olvidarse que dentro del propio Régimen operaba un lobby marroquí que le facilitó la ocupación del territorio y controló a la diplomacia para que no se subiera a las vigas del techo. De entonces a hoy España se ha ido desentendiendo de sus responsabilidades como potencia administradora. Aún recuerdo ver y oír en Tinduf a Felipe González comprometerse con la causa saharaui, a la que olvidó e incluso combatió después como presidente del Gobierno.

Es fácil la lectura de que Felipe traicionó su compromiso de Tinduf. Sin embargo, en la parte que nos toca y con ese precedente mejor sería enfocar la cuestión desde otro punto de vista nada favorable a España y a su clase política. Porque habría que partir de la debilidad y escaso crédito exterior de España, por más que pretenda el Gobierno de Rajoy hacernos creer otra cosa.

Quiero decir, en definitiva, que la dura experiencia de los saharauis invita a no echar en saco roto los avisos que son para Canarias, por ejemplo, que nuestras producciones agrarias sean con frecuencia preteridas a favor de las marroquíes. A estos les asisten, faltaría más, todo el derecho a situarse en los mercados, pero interesa subrayar que tampoco en esto han tenido en las islas perro que les ladre.

Casi no es preciso decir que de las autoridades marroquíes depende, en gran medida, el control de la frontera sur de España y que, de una forma u otra, parte de la factura ya la está pagando Canarias. Rabat tiene en sus manos, como digo, la llave y lo que ocurre en las vallas de Ceuta y Melilla no deja de ser el diario recordatorio de la realidad. ¿O es que alguien piensa que los centenares de sub saharianos que las asaltan han llegado allí porque el Gobierno alauita tolera esa presencia por razones democráticas? No hace tantos meses se produjo una auténtica avalancha y bien se preocuparon los marroquíes de hacer saber que su Policía decretó ese día barra libre. Todo un aviso de lo que podría ocurrir a poco se disguste a Mohamed VI. Ya se mostró el monarca digno hijo de su astuto padre cuando el esperpento de Perejil. Recuerden el alarde militar del entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, que consiguió, eso también es verdad, reducir a cuatro carabineros y un número indeterminado de cabras lujuriosas.

Mohamed VI utilizó Perejil, creo, como test para comprobar la reacción española, tan divertida como aparatosa con viento de levante y todo, y las actitudes que adoptarían otras potencias de producirse la chamolona. Marruecos ha dejado claro que no renuncia a Ceuta y Melilla y bien sabemos que en una segunda tanda reivindicativa reclamaría también las islas. No sé si continuará allí, pero en la sede del partido nacionalista Istiqlal había un mapa que incluía a Canarias en el futuro Gran Marruecos. Quiero decir, en fin, que llegado el caso, puesta España en la tesitura de optar por la seguridad peninsular y las islas, entregaría estas no digo que porque sea plato de gusto sino por su muy escaso peso en la comunidad occidental de naciones a la que resulta más útil Marruecos que un país que traga lo que no está escrito. Canarias está en la zona de influencia económica marroquí y los canarios hemos de atravesar su espacio aéreo o marítimo para comunicarnos con la Península y el resto de Europa. Todo esto producirá a la larga sus efectos.

Volviendo a las prospecciones, habrán observado que poco se insiste ya en los miles de empleos y los fabulosos ingresos que obtendría la Hacienda isleña. Indígenas, sí, pero no bobos del todo. Al final se impone que el Estado tiene las competencias en la materia y aquí no hay más que hablar. Los empleos de que hablaron al principio no serán tantos como para incidir significativamente en los índices de desempleo. Utilizan nuestro drama para engañarnos. Quizá le vaya bien a las empresas de reparaciones navales y punto. A la Hacienda estatal irán los ingresos fiscales, que decidirá graciosamente si a las islas les toca o no algo; lo que está en veremos, vista la cicatería con que se viene comportando con las islas en los presupuestos; incluso en el supuesto de que medie una ley porque con incumplirla tienen. Como suele ocurrir y vaya usted a reclamar en los tribunales.

Otra buena son las medidas de seguridad prometidas que harán, dicen, imposible un accidente. Lo que equivale a decir que en los lugares donde los ha habido no las adoptaron. Como si no supiéramos que la catástrofe del Golfo de México se produjo por un error humano que, obviamente, no contemplaron tales medidas. Por cierto, para que vean que no me duelen prendas, reconozco que Soria no mintió al asegurar que este desastre no afectó al turismo mexicano. Es verdad que no alcanzó a Acapulco, su principal zona turística, entre otras razones porque está en la costa del Pacífico; y porque el golfo de México es bastante más ancho que Castilla y la explosión con sus vertidos se produjo en el mar al sur de Estados Unidos, algo lejos de las costas mexicanas. Pero si digo una cosa digo otra: no mintió por su manejo deficiente de la geografía y sus meridianos que puso de manifiesto cuando advirtió a Rivero de que, se pusiera como se pusiera, Greenwich seguiría pasando por Canarias.

Dado que de Repsol y la seguridad hablamos, es oportuno recordar que entre 2006 y 2010 esta compañía tuvo 6.985 vertidos. Supongo que se adoptaron las medidas necesarias para hacerlos imposibles. Y como se acusa a quienes advierten de los riesgos de meterle el miedo en el cuerpo a la gente, recordaré que los propios técnicos de Repsol consideran normales en los sondeos vertidos de lodos, derrames de combustible, de aceites de los equipos de perforación y de otras sustancias peligrosas. No me extenderé en cómo afectarán las prospecciones y la eventual extracción al medio ambiente marino y a su fauna, a su integridad geológica y qué sé yo. No trato de hacer el catálogo de riesgos sino ilustrar la forma en que el PP, su Gobierno y Soria se pasan por el forro los sentimientos y las aprensiones de los indígenas isleños.

“Ese petróleo que destruiría el mar y el turismo no daría beneficio más que a la multinacional que se lo lleve” […] “Las meras prospecciones son dañinas para los cetáceos y la pradera de posidonias […]” En ningún caso se autorizará por el PP la explotación“ […] ”No se puede cambiar la playa de Valencia o de Ibiza por un petróleo que, de extraerse, acabaría con el verde y el turismo“ […]. No son estas afirmaciones de ningún izquierdoso buscarruidos y eterno descontento; son afirmaciones de Esteban González Pons, vicesecretario general del PP, en relación a las prospecciones entre Valencia y Baleares. Más o menos lo mismo ha dicho la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Y en lo que a la doble y siempre dura cara del malvado Soria se refiere, no fue poca la satisfacción del diputado Enrique Fajarnés, portavoz de Turismo del PP, ”por la decisión, contestación y predisposición del ministro José Manuel Soria y de los secretarios de Estado por solucionar un problema en que nos había metido el Gobierno anterior y que tanto podría perjudicar al turismo, el medio ambiente y a la imagen de Baleares“. Salió de nuevo la herencia zapateril de obligada alusión para el buen pepero. Sin olvidar a Celia Villalobos, diputada del PP por Málaga, que emitió un comunicado elogiando a Soria por haber paralizado las prospecciones previstas en la Costa del Sol. Creo que las citas anotadas hablan por sí solas y explican la razón de que los protestones canarios seamos unos desalmados empeñados en fastidiarle el negocio a Repsol, sus adherencias y adherentes.

Es evidente que el Estado, el Gobierno, el ministro Soria y su subsecretario Enrique Hernández Bento, que suena como candidato del PP a la Presidencia de Canarias, no han cometido ninguna ilegalidad; tan legal es impedir que en unos sitios se realicen las prospecciones como imponerlas en otros. Otras cosas es que sea justo. Hubo un poderoso político de la derecha canaria, muy superior a los sucedáneos que ahora despachan, que lo dejó claro. A él se le atribuye aquello de “a los amigos, el favor; a los enemigos la ley”. Pues eso.

La noticia última en relación al referéndum es que el Consejo de Estado ve visos de inconstitucionalidad en la consulta propuesta por Rivero sobre los sondeos. Lo raro hubiera sido que no los viera, de modo que me voy al último paginón en la Prensa en que Repsol nos pregunta por qué Marruecos sí y Canarias no. Con la coletilla de que “Canarias tiene una oportunidad que ningún país ha desaprovechado”. Nada que oponer a que la compañía utilice sus armas y nos llame subrepticiamente idiotas por no facilitarle el negocio. Solo diría que el hecho de que Marruecos lo haga entraña un riesgo que no sé ahora mismo hasta qué punto nos afectará. En cualquier caso de lo que se trata aquí es de no multiplicar ese riesgo por la misma razón que nadie se tira por un barranco porque lo haya hecho el vecino. Y que no nos obliguen a volver sobre los efectos de la actividad en los países que no han desaprovechado la oportunidad. Ya cansa. Además nos obligarían a pecar de su misma demagogia y preguntar por qué en Canarias sí y no en Málaga o Baleares.

Rodrigo Rato se fue y Podemos viene

Rodrigo Rato ha renunciado a la militancia hasta que se aclare lo de su tarjeta que no podrá utilizar más para el pago de las cuotas. Así ha podido el PP hacer el PP, o sea, de Poncio Pilato lavándose las manos y arrimar la embarazosa comisión de investigación preceptiva para proceder a tan dolorosa expulsión. El argumento es una nueva muestra de desvergüenza: ya que Rato ha dejado de ser militante, no tiene sentido la investigación para expulsarlo. Por un lado, está reconociendo el partido su culpabilidad pues da por descontado que tendrían que expulsarlo así que mejor se va; por el otro, evitan el levantamiento de alguna que otra alfombra bajo la que puede aparecer cualquier cosa y nuevos implicados colaterales que, de momento, contienen la respiración atorrados a la espera de que pase todo. El último en acudir a la cita ha sido Ángel Acebes, que fuera secretario general del PP, por haber tirado presuntamente de la menos presunta caja b del partido para echarle una mano a Libertad Digital donde oficia de sacerdote del odio ultra el ínclito Jiménez Losantos. El listado es ya impresionante; por el número de implicados y las cuantías.

Como bien saben, el PSOE también tiene lo suyo de la época de Felipe y últimamente con los ERE andaluces a los que se agarra el PP cada vez que le mentan la bicha. No tienen motivos para mostrarse orgullosos los socialistas y casi es de justicia poética que me los hayan trincado a todos en el asunto de Caja Madrid-Bankia. Solo escapó la Conferencia Episcopal que juega con la ventaja del Espíritu Santo. Pero así y todo noto en las corruptelas del PP una repetición de procedimientos estandarizados que resultan más rentables que los de sus competidores directos.

No se equivocan quienes consideran que la indignante impunidad que ha rodeado desde siempre estos manejos ha quebrado. No tanto como quisiéramos pero si hace unos meses el verbo “dimitir” estuvo a punto de morir en el diccionario por desuso, ahora las dimisiones y los que han visto retirado el amparo de sus organizaciones son el pan (casi, no conviene exagerar) de cada día. Uno, que ha tenido ocasión de ver a personajes envidiados por sus teneres contar de sus manejos para eludir a Hacienda a partir del tercer whisky, se encuentra ahora con unos alardes de probidad alarmantes para el futuro de ese periodismo, una agenda bien provista de zarandajos. Algo ha cambiado la cosa y me da que todo lo ha desencadenado, miren por donde, la presencia de Podemos. Unos explican el fenómeno por lo mediático de sus líderes y atribuyen su éxito al favor de determinadas cadenas de TV. Otros, más atinados, a que ha conseguido hacer visibles y cohesionar en el campo de la política las reivindicaciones y sentimientos de la gente de a pie, a la que incita a participar mediante las ya no tan nuevas tecnologías. El 15-M fue un primer brote de la rebeldía de fondo y no tuvieron los partidos establecidos sino que esperar a que amainara. Lo mismo pensaron cuando surgió la iniciativa de Podemos que tampoco se tomaron muy en serio hasta ver los resultados de las elecciones europeos. Muchos no descartaron ni por esas que el movimiento se desfondara y pasara a mejor vida, pero resulta que no, que se sigue organizando y de ahí la atención con que siguieron su reunión del pasado fin de semana y la apertura de un procedimiento de votación a través de las redes sociales no menos inédito que permite una participación de ciudadanos con los que solo cuentan las encuestas telefónicas sobre el tabaco que fuma o su grado de satisfacción, del 1 al 10, respecto a los servicios de su banco. En esa capacidad de penetración y la llamada a participar, miren por donde, a la mayoría silenciosa que tanto apoya al Gobierno, Rajoy dixit, está su fuerza y de ahí que personajes como Eduardo Inda, de El Mundo, insistan en considerarlo ya de la casta política. Un empecinamiento que viene a demostrar que los esperan en la subidita para acabar con tanta bobería ética. Es evidente que a Podemos han comenzado a tomársela en serio y partidos como el PSOE o IU, que al principio adoptaron actitudes paternalistas, ahora se encuentran con división de opiniones dentro de sus formaciones entre los que quieren acercársele y los que tratan de marcar distancias.

La cuestión de fondo es que se vislumbra un cauce de participación política que si provoca aprensiones en las dirigencias partidistas ya instaladas, no menos deberá preocupar a Podemos que no puede defraudar las expectativas creadas. Entre las novedades que me es especialmente grata está la trasversalidad ideológica, que tanto gentes de izquierdas como derechas tiendan a confluir en Podemos poniendo por delante su condición de ciudadanos. De momento ha contribuido lo suyo a que el verbo dimitir siga vigente y a que esa imagen de pollaboba del político honesto que no usa los cargos para medrar vaya desapareciendo. Tengo un amigo convencido de que corrupción habrá siempre por lo que se conformaría con que no fuese tan fácil robar y dejara de considerarse genial al tipo listo que se enriquece indebidamente. Me queda por dilucidar si mi amigo habla así por pura envidia o transportado por la ética calvinista burguesa.

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