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Está bonito el PP para hablar de radicalismo

José María Aznar, expresidente del Gobierno

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

En el programa que Ana Pastor dedicó a Grecia en La Sexta, la periodista griega Dora Makri aclaró que en su país el término “radical” en política nada tiene que ver con las connotaciones abertzales y hasta de complicidad con el terrorismo que advierte el PP en Podemos. Lo comentó tras escuchar al pepero Rafael Hernando recordar, en el mismo programa, que el Syriza griego, ganador de las elecciones, se definía como eso, como “radical”, lo que equivale, según Makri, a “innovador” y no a la imagen del incendiario enemigo de la democracia que proyecta el partido del Gobierno de Podemos, al que acusa de querer un régimen chavista, castrista, marxista leninista o afines por el simple placer de que la gente sufra.

Como ya no está uno para muchos trotes, busqué el remanso del DRAE que define el radicalismo como “doctrina que propugna la reforma total del orden político, científico, moral o religioso”. También designa el mismo palabro al “modo extremado de tratar los asuntos”. Lo que me obligó a buscar “extremado” que resulta equivaler a “exagerado o excesivo” y a lo que es “sumamente bueno o malo”, como el colesterol, si bien lo más tranquilizador fue que “extremado” denominan los ganaderos “al tiempo en que están ocupados en hacer el queso”. De lo que se desprenden una conclusión: si radicales son Podemos y Syriza por querer hacer un queso nuevo, no menos radicales son las reformas del PP que nada más llegar a La Moncloa se puso a la tarea de hacer más ricos a los ricos.

El PP no anda muy ducho en historia. Olvida que el término, “radicalismo” o sea, surgió de los movimientos liberales de los siglos XVIII y XIX alineados con la izquierda burguesa, que haberla, húbola. Creo que el término lo introdujo Charles J. Fox, diputado de la Cámara de los Comunes, antiesclavista, partidario de la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos, que no eran entonces malos quesos. En España, el Partido Radical surgió por los días de la Revolución de 1868; cuajó, no se olviden del queso, en el clima político que llevó al asesinato de Prim, del que Galdós sabía más de lo que contó; se escindió luego en dos alas y entró en descomposición con la Restauración borbónica.

En 1908, Alejandro Lerroux fundó el Partido Republicano Radical que nada tenía que ver con el del siglo anterior. Lerroux fue en tres ocasiones presidente del Gobierno a pesar de los episodios de corrupción que perlaron su carrera. La que truncó el escándalo del estraperlo, castellanización del nombre de una ruleta trucada que se intentó introducir en los casinos españoles. Un buen antecedente del actual modo hispánico de meter en las listas electorales y mantener en sus cargos a los corruptos. En esa tercera presidencia, la del bienio radical-cedista (1933-1936), el gabinete Lerroux, con el apoyo parlamentario de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), de Gil Robles, se esforzó en acabar con las reformas puestas en marcha por la República tras su proclamación en 1931. Su política se centró en cinco puntos que, mecachis, resultan familiares: paralización de la reforma agraria; paralización de la reforma militar y nombramiento en puestos claves de generales declarados antirrepublicanos, como Franco o Mola, entre otros porque había un buen surtido; conciertos con la Iglesia Católica; paralización de las reformas educativas (abandono de las construcciones escolares y eliminación de la enseñanza mixta) y enfrentamiento con los nacionalismos periféricos, en especial con el vasco y el catalán para variar.

En el contexto de la época, la crisis internacional y las dictaduras de Hitler y Stalin ayudaron a polarizar la política española entre derechas e izquierdas. Pudiera decirse que hubo una radicalización en el sentido de cambiar o de defender lo que había, es decir, la lucha de lo sumamente bueno y lo sumamente malo, según el cristal con que lo mirase cada cual, que desembocó en la guerra civil y cuanto vino después. Lo sumamente peor. Todo por no atenerse los encartados al comedimiento del DRAE que, por cierto, no ha estado muy atento a la ampliación semántica del término “radicalismo” durante el siglo XX con la inclusión de ideas y grupos políticos que pasan del Estado de Derecho, cuando no van contra él y se localizan en la extrema derecha o la extrema izquierda. Aquí cabe anotar que la vehemencia con que raja el PP de lo que considera extremismo de izquierdas no se advierte al referirse, por razones de postureo, al de derechas. Lo que se comprende porque lo tiene en su clientela electoral y ha de halagarlo con retrocesos democráticos en la medida de sus posibilidades; incluso por encima de ellas en cuanto consiguen mayoría absoluta con la que ciscarse en el Parlamento. Cada cual es quien cuyo, expresión que nunca he logrado desentrañar pero que viene al caso, intuyo.

Entre los ataques del PP a Podemos más suaves figura tachar sus propuestas de imposibles; con olvido de que todos hemos considerado en ocasiones que algo es imposible hasta que viene uno que no lo sabe y lo hace. Mutatis mutandi es lo mismo que dice Syriza: una cosa es predicar en la oposición y otra muy distinta dar trigo cuando se forma Gobierno; lo que, ya ven, es cierto aunque no justifica que el PP hiciera al llegar a La Moncloa lo (radicalmente) contrario a cuanto prometió no hacer ni amarrado. Muy seguro debía estar Rajoy de que Samarás lograría convencer a los griegos para plantarse en Atenas a apoyarlo en su campaña. Aunque debe reconocérsele que al vencer Syriza no dudó en plegarse al realismo de la UE y de los restantes mandatarios europeos que como él habrán de entenderse con Tsipras. De momento, le han dejado claro que no cuente con la condonación de la deuda o parte de ella. Creo que ha sido el primer ministro finlandés, Alexander Stubb, en vísperas de elecciones, el que mejor expresó la actitud general de los mandatarios: no rebajarán a los griegos ni un euro pero están dispuestos a ampliar los plazos para hacerle a Grecia el pago más llevadero. Una cortesía elemental a la espera con la esperanza de que Tsipras se estrelle. De momento, el mero anuncio de las primeras medidas sociales ha provocado reacciones en contra del mundo del dinero. Por cierto, a España le debe Grecia unos 26.000 millones.

En medio de todo esto, mucho se insiste en que España no es Grecia, lo que es verdad. Como no lo es Alemania, a la que los vencedores de la última guerra mundial condonaron sus deudas, gesto al que se atribuye en mucha medida su recuperación, a la que no son ajenas las virtudes que conlleva la laboriosidad de los propios alemanes. Esto conviene recordarlo porque, al final, siempre resulta determinante de la recuperación la voluntad del pueblo y no sé si los griegos se recuperarán de la especial crueldad a que lo han sometido los austericidas. Los que deseaban el triunfo electoral de quienes representan los ámbitos políticos en que se fraguó la ocultación a la UE y a los organismos económicos internacionales de la magnitud real del déficit del país. Así se refuerza la sospecha de que no era ningún secreto en los sectores de profesionales del dinero. En el caso español va a necesitar Rajoy mucho más que macronúmeros para que el personal recupere su confianza en el futuro una vez comprobado que no está en sus manos y que el esfuerzo de sus vidas está a merced de quienes manejan los hilos de las finanzas y su concepto de la productividad que excluye las actividades tradicionalmente productivas.

Añadiría que, aun siendo cierto que España no es Grecia, mosquea que se insista tanto en la evidencia. Porque si bien no puede hacerse una traslación mecánica y mucho menos pensar que el triunfo de Syriza augura el del partido de Pablo Iglesias, tienen en común la constatación de que la UE, la construcción de la Europa del futuro, requiere un cambio de rumbo (radical, por supuesto) que atempere las desaforadas ínfulas del capitalismo financiero y su criminal monetarismo criminal. Hay indicios de que la troika se tienta las ropas y que ha llegado a reconocer que quizá, solo quizá, le faltó sensibilidad para prever el sufrimiento que ha provocado su política a millones de europeos. Confiemos en que esos indicios se confirmen y no se trate de una reculada de carnero. En todo caso, aunque Podemos y Syriza desaparezcan habrá de reconocérseles que algo han hecho para alumbrar otro modo de hacer las cosas. El que menos conviene a los que mandan y a sus desacreditados mandarines. Nunca me perdonaré que me gustaran tanto de niño los flanes hechos con aquellos paquetitos de la marca “El mandarín”, precisamente.

El regreso de Aznar, Ansar

No puede decirse que Rajoy y los dirigentes del PP aplaudieran con entusiasmo la intervención de José María Aznar en la Convención nacional del partido. Algunos reflejaban cierta contrariedad ceñuda en sus caras de póker, propias de quienes no quieren que les adivinen el juego que han ligado. No es la lealtad virtud que cultive el personaje. No fue leal al país, por mucho que presuma de españolidad a machamartillo, cuando desaconsejó a inversores españoles y extranjeros meter dinero en España mientras estuviera Zapatero en La Moncloa; como no lo fue a su partido, en mayo de 2013 al arremeter en la tele contra Rajoy. Aznar criticó en aquella entrevista al Gobierno del PP, puso en duda la capacidad política de Rajoy y le dio un flato de caudillismo al amenazar con su eventual vuelta a la política activa. “Cumpliré con mi responsabilidad, mi conciencia, mi partido y mi país”, dijo y aunque no recuerdo la fecha exacta, debió ser un miércoles o jueves en los que no dormía muy bien a la espera de la andanada de recortes del Consejo de Ministros del viernes. Aquella noche me desvelé del todo; a pesar de que le metí el diente a la Crítica de la razón dialéctica sartriana que en otras ocasiones ha sido mano de santo.

No era mi intención, pero la bizarría de Aznar en la Convención al responsabilizarse, nada menos, de sus actos, me llevó a echarle un vistazo a algunos de ellos. Y el primero que saltó fue el asuntillo de la T-4 de Barajas proyectada en 1996, acabadito de llegar el hombre a la presidencia. Iba a costar 1.300 millones de pesetas y había costado, al inaugurarse en 2006, 6.200, de los que correspondió pagar los 2.000 últimos a Zapatero, que lo hizo sin rechistar por el “legado”. Como en 1999 el euro se convirtió en moneda de cuenta y en 2002 se corporizó en monedas y billetes, no debió pesarle tanto la montonera.

La T-4 fue entregada a la compañía Iberia, privatizada a bajo precio en 1999, tercer año de la era aznárica. Entre los compradores estaba Caja Madrid ya al mando de Miguel Blesa, compañero de pupitre de Aznar y encargado de machacar la buena labor de Jaime Terceiro, su antecesor. Caja Madrid adquirió el 10% de Iberia, que luego se convertiría en un 24%, con una gestión desastrosa, siempre a cargo del contribuyente. Al esfumarse Caja Madrid en Bankia se decidió la venta de la compañía aérea a British Airways fusionada en IAG con la ex compañía de bandera española. Ojos que te vieron ir. La T-4 quedó sin perro que le ladrara ni cubrir las expectativas respecto a Latinoamérica y otros propósitos de la grandeur madrileña con cargo al común de los españoles. Para la realización del proyecto apretó lo suyo, cómo no, Esperanza Aguirre, corresponsable con Aznar del desastre adjunto de las autopistas radiales de Madrid que entraron en una quiebra técnica de 3.600 millones. Para suerte de todos ellos, la FAES, donde mandaba y manda Aznar, dictaminó que quienes dilapidaron a manos llenas fueron las autonomías.

Por aquellas fechas o algo después declaraba Aznar a un periódico USA que “el milagro español soy yo”. Para que quedara claro que no tenía abuela ni falta que le hacía. No sabría decirles quien dijo que para sentarse en un trono solo hay que tener trasero, pero sí fue Montaigne el que aseguró que por muy alto que esté el trono, nadie puede sentarse por encima de su culo, cosa que intentó Aznar al atribuirse el milagro.

Es verdad, vuelvo al milagro, que en tiempos de Aznar se creó empleo y que España consiguió cumplir los requisitos para estar en el euro. Luego se vio cuanta razón tenían quienes advirtieron de los riesgos de crear sensación de riqueza sin modificar el modelo productivo, es decir, sin crear un tejido económico productivo. Tan milagroso despegue económico era un bluff, un gigante con pies de barro, con el que buscaba Aznar un beneficio político a cortísimo plazo mediante el impulso a la burbuja inmobiliaria y especulativa que tan cara estamos pagando. Es cierto que no fue esa política temeraria la única causa de la crisis que se nos vino encima, pero sí que la agravó. Lo que convierte en absoluta desvergüenza reprochar a los “paganos” que hoy tocan la miseria haber vivido por encima de sus posibilidades, cuando fue Aznar quien fue más allá de las suyas para hacerse un lugar en la historia. Y ni les cuento de culpar de la crisis a Zapatero como si tuviera una especie de liderazgo mundial y a pesar de conocerse su origen. Semejantes bolas mostraron su desprecio por la inteligencia de la gente con la que se empeñan en jugar.

Los actos de Aznar, de los que está dispuesto a responder, alcanzaron la política exterior. Su viraje atlantista y su compadreo con Bush debilitó la posición de España en Europa y frente a América Latina. Por no hablar del ridículo acento, medio de llanito, medio portorriqueño con que se dirigió a un auditorio hispano. Participó entusiasmado de las tesis del Departamento de Estado acerca de las caducas democracias europeas, con lo que anuló años de esfuerzos para conseguir mejorar la consideración de España en el marco de la UE y de otras instituciones continentales. Respecto a Latinoamérica, es evidente que no advirtió la forma en que estaban evolucionando las relaciones del subcontinente con el vecino del norte. Las que están en el origen del acercamiento de Cuba y Estados Unidos. No captó que los tiempos de Kissinger quedaron atrás con el fin de la guerra fría y que no eran pocas las presiones sobre la Casa Blanca de sectores de opinión estadounidenses, incluidos los empresarios temerosos de que se les adelantaran colegas de otras nacionalidades, canadienses por ejemplo, en los negocios en la isla. Era cuestión de tiempo que llegara un presidente USA que reconociera la inutilidad del bloqueo, que restableciera las relaciones diplomáticas y permitiera las económicas. Lo que acaba de hacer Obama.

Nada de esto tuvo en cuenta Aznar cuando se entregó a Bush que lo llamaba, cariñosamente, “Ansar”. Puedo equivocarme, pero no creo que Bush posea ilustración suficiente para saber que “ánsar”, en castellano, es la forma cuasi poética de denominar al ganso y aprovechar irónicamente que en inglés no hay acento.

A lo que iba: Aznar pasó de los latinoamericanos y promovió la Posición Común Europea contra Cuba en la línea de los sectores más reaccionarios del exilio cubano. Puso de su parte cuanto pudo para “perfeccionar” el asedio al régimen castrista con tal determinación que Fidel lo bautizó como “Franquito”; todo un honor según se mire. Mi abuelo siempre decía que no hay que meterse en pleitos de terceros porque, al final, ellos acaban amigados y se viran en contra tuya. Ahora las dos administraciones comienzan a hablar para acabar con el rescoldo caribeño de la guerra fría y ni ocurrírseles tener en cuenta a España y su Marca, que algo podría hacer. Ni para servir café, oye. Encima, en ambientes peperos he constatado que consideran la actitud de varios países latinoamericanos respecto a España indicio de la penetración del castrismo, cuando en realidad lo que les molesta es que traten los europeos de meter la nariz en los asuntos del subcontinente. Pienso que el batacazo de Madrid como sede olímpica tuvo que ver lo suyo con la pérdida de prestigio internacional de España por errores como este de los mismos a los que quedó ancho el esperpento de Perejil. Nunca han destacado los gobernantes españoles por su lucidez en la escena internacional.

Conviene no olvidar que el mandato de Aznar coincide con la instalación de la trama Gürtel que encontró su mejor caldo de cultivo en los círculos del PP. Lo que, en principio, no tiene que ser una de las acciones que deba asumir Aznar. Pero lo cierto es que Correa, el jefe de Gürtel, costeó, en 2002, buena parte de la fastuosa y algo cutre boda de su hija Ana. Cuando se supo Aznar alegó, según me cuentan, que lo aceptó como el regalo de un amigo. Desde luego, eso sí que no, ni se le pasó por la cabeza cuando encarcelaron a Correa enviarle un mensaje recomendándole que fuera fuerte.

No me extiendo en la contribución de Aznar al enrarecimiento de la política en España porque a la vista está. El terrible atentado de Atocha marcó toda la primera legislatura de Zapatero por el empeño pepero de mezclar sus naturales deseos de hacerse con el poder con la necesidad de Aznar de salvar el palmito. El mantenimiento contra las evidencias de la autoría de ETA y no del terrorismo islámico, que vinculaba el atentado a la agresión ilegal de Irak, llevó a excesos como afirmar la existencia de un acuerdo de Zapatero con los etarras para que matara en beneficio de sus aspiraciones presidenciales. Fue una política de oposición muy marcada por la deslealtad propia de Aznar que puso en solfa la política antiterrorista pactada por los dos partidos y crispó la convivencia entre españoles de forma intolerable. No importó al PP desprestigiar en esa batalla prácticamente todas las instituciones del Estado, desde la Policía a la Justicia. Una tónica que mantuvo en la segunda legislatura de Zapatero con la práctica de algo muy parecido a la obstrucción parlamentaria que acabó dándole frutos con la mayoría absoluta que nos ha traído hasta hoy y que en mi apreciación personal es síntoma de que este no es un país políticamente sano.

Despilfarros sorianos en Las Palmas, ciudad

En la misma carpeta en que estaba la información de los despilfarros de la época de Aznar, de los que mencioné sólo unos pocos, estaban los referidos a ese prodigio de la gestión pública que dice ser y pretende parecer José Manuel Soria. Aparece, por ejemplo, la referencia de Jorge Rodríguez (no el de Soria sino el que fuera presidente de CC) a los 296 millones que, según él, había costado a la ciudad la gestión pepera que dejó la caja municipal tan exhausta que no le quedó a Jerónimo Saavedra de donde que invertir. Posteriormente, en junio del año pasado, el concejal socialista, Alfonso Campoamor, cifró en 337 los euros que cada vecino ha de soltar para pagar a los bancos los créditos solicitados por el PP. Aseguró Campoamor que nada más llegar a la Alcaldía, pidió Cardona otros 82 millones, de lo que resulta que una familia de tres miembros ha de pagar 1.011 euros por los préstamos solicitados por el trío Soria-Luzardo-Cardona. La subida del IBI o de las tarifas de guaguas y demás son algunas de las consecuencias. El PP no ha replicado ni el PSC ha insistido, quizá porque la ciudadanía no ha rechistado.

Entre los papeles figura una información de Canarias Ahora, fechada el 12 de agosto de 2013 y titulada “Solo cuatro acciones de Soria supusieron casi 120 millones”. A la primera de ellas, la potabilizadora Las Palmas I, que mencioné la semana pasada, correspondió una inversión de 75 millones y no ha producido un solo litro de agua. Soria, como también dije, se empeñó en construirla pese a los informes negativos de los técnicos municipales y de Emalsa. Su puesta en marcha era inviable por el alto coste del fuel que casi cuadruplicaba el coste del metro cúbico producido. Se quiso venderla y no pudo ser porque ni el Ayuntamiento ni Emalsa la recibieron. El mismo obstáculo con el que se encontró Cardona cuando se planteó su desguace. No tengo ni la menor idea de en que ha parado este asunto. Si alguien lo sabe, que lo cuente.

La siguiente gracia anotada por Canarias Ahora fue el de las membranas de Isolux. La inversión fue de 8 millones, tras un concurso que cumplió a rajatabla el precepto evangélico de que los últimos serán los primeros: la obra se adjudicó a la empresa que había quedado en noveno lugar y que jamás se había dedicado a este negocio. La puesta en marcha de los nuevos bastidores de desalación se retrasó varios años por lo que se incoó un expediente de sanción que debió ahogarse en el agua que nunca produjo Las Palmas I. Fueron estas membranas las que, entre otras cosas, produjeron la crisis del boro durante el mandato de Jerónimo Saavedra. A los 8 millones habría que añadirle el coste de las frecuentes paradas por mal funcionamiento y la compra de agua en los mercados durante los meses de parada. Isolux fue un paquetito que le dejó Soria a Luzardo que no iba a negarse a hacerle el gusto.

La tercera acción reseñada por este periódico fue la compra de La Favorita que se ofertaba en los mercados en 5 millones y el Ayuntamiento la adquirió en 12 millones. A los que hubo que añadir 2 millones más en la retirada de las planchas de amianto y los 285.000 solo en medidas contra incendios. Las naves de la antigua factoría tabaquera resultaron inservibles para almacenes municipales y sede del parque móvil para lo que se adquirieron. Fue un buen negocio para el vendedor, el constructor Santana Cazorla que ganó en un año 7,2 millones de euros, por lo que no dudo en felicitarlo así como su habilidad para conservar una pieza de suelo anexo mediante el procedimiento de determinación de restos al que no tengo el gusto. De por medio, el día antes de aprobar el pliego de condiciones que cumplía rigurosamente el vendedor, el concejal de Hacienda hizo a Suiza un viaje relámpago de 24 horas; personal, por supuesto.

El puente de la Feria también tiene lo suyo. Se presupuestó en 5,8 millones y costó 14,1. Quedó casi enseguida medio escacharrado y pidiendo a gritos refuerzos, lo que permite agruparlos en otras obras sorianas, como los campos de fútbol de La Ballena, otro monumento al gusto soriano por las apariencias más endebles que los decorados de una pieza teatral en un colegio.

Además de estas cuatro acciones sorianas de alcalde hay otras en el Cabildo, pero prefiero saltar a sus días de consejero de Hacienda a los que alude Canarias Ahora. Concretamente, al aval del Gobierno a Vanyera 3 que mostró en todo su esplendor la capacidad gestora del hoy ministro. Al tratarse de una empresa en concurso de acreedores, como consejero de Hacienda estaba obligado a inscribir en el Registro de Bienes Muebles y en el de Patentes y Marcas las garantías aportadas por Vanyera para recibir los 5,2 millones que aprobara el Parlamento, con condiciones. Caixabank ejecutó el aval con un millón más de intereses al no poder inscribir esa deuda en la masa de acreedores al no hacer Soria las inscripciones en los registros citados. El Gobierno se dijo dispuesto a exigir responsabilidades por el quebranto a las autoridades y funcionarios responsables. Y colorín colorado pues no sé en que acabó o no acabó todo. Una bendición del cielo el muy ministro.

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