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PSOE y PP se quieren

PP y PSOE, más cerca de llegar a un acuerdo.(EFE).

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Mucho se ha hablado del maltrato al PSOE canario por parte de Coalición Canaria (CC) y Fernando Clavijo. Al decir, quieren los nacionaleros, lerén, largar a los socialistas para contraer nuevas nupcias con los populares; pero sin que se note demasiado por más que la confusión de estos días no impide observar que la cabra tira al monte. Quiere Clavijo, cuentan, que sean los socialistas quienes rompan de modo que, si la cosa sale mal y el personal se revira, siempre podrá culpar a los socialistas de echarlo a los brazos del PP, a él que es tan de exclusiva “obediencia canaria” y dos piedras. O sea, que no puedan acusarle de preferir al partido que suma ahora mismo nada menos que 102 acusados en los casos Gürtel, en el que aparece en el banquillo el PP como organización y el de las tarjetas black.

Desde luego, no hay duda de que con la ley del Suelo en el “frontispicio del constructo”, que decía cierto y muy redicho franquista isleño, puede interesarle más a Clavijo mojar el pan en el mismo huevo que el PP, llamado a formar gobierno pronto; o en el peor/mejor de los casos, a alzarse con una nueva mayoría absoluta en las posibles terceras elecciones. Las que, de repente, resultan improbables visto lo visto el miércoles pasado en el Palacio Real. Para Clavijo, lo ideal sería una mayoría pepera aunque, valgan verdades, tampoco le inquieta que el PSOE tenga algún chance: ya se encargarán sus vacas sagradas de impedirles de silenciar a los que se opongan al cemento y al despegue económico que pretende por vía inmobiliaria. Que los hay y se atreven a decirlo, aunque, eso sí, con la advertencia añadida de que asumirán en todo momento lo que diga el partido. Lo que tiene sus bemoles pues resulta ser así sólo una fórmula con la que aparentar un pluralismo inexistente desde el momento en que siempre, llueva o luzca el sol, se hará lo que decidan arriba. No quiere decirse que no sea democrática las decisión adoptada por un comité representativo; lo que dudo es que lo sea, en este caso, la eliminación de Pedro Sánchez con el propósito deliberado, confesado incluso, de evitar que la militancia tuviera vela en el entierro.

Por si acaso resulta cierto, deslizo la sospecha de que Fernando Clavijo y Carlos Alonso están versionando el viejo truco de las comisarías, el de policía bueno, policía malo. Así Carlos Alonso, el malo, procura aventar los restos del pleito insular e insiste en tocarle los pinjantes a los socialistas a ver si cogen puerta; Clavijo, el bueno, se muestra en desacuerdo pero sin reprocharle nada, ni siquiera criticarle. De momento, la única reacción socialista es continuar a la espera hasta que se les ocurra algo.

Esto es lo que ha venido a decir Sebastián Franquis, diputado socialista por la provincia de Las Palmas y dirigente del PSOE nada más perder los dientes de leche con lo que ya me contarán la fecha que lleva esa carta. Franquis y Tamara Raya, la no menos solitaria diputada tinerfeña, son partidarios de abstenerse en la investidura de Rajoy, pero anticipan que, en cualquier caso, harán, por último, lo que ordene la Gestora de Javier Fernández o el nuevo Comité Federal, ese mismo que quitó de en medio a Pedro Sánchez para evitar que le diera vela en el entierro (el del PSOE, intuyo) a la militancia. Practican, pues, Franquis y Raya, la obediencia, lo que sorprende que en un partido laico practiquen una virtud propia más bien de órdenes religiosas.

Conviene aclarar que si dar juego a la militancia se acerca más a la democracia pura y dura sin llegar al despendole asambleario, también son democráticas las decisiones de una gestora representativa. Si bien cabe dudar de ese carácter cuando esa gestora surge, como es el caso, precisamente para impedir a los militantes que se pronuncien acerca de si debe facilitarse el acceso al poder de un partido enfangado en la corrupción y responsable cuando menos político del saqueo del país con la agravante de cargas a los ciudadanos de a pie la reposición de las cantidades “vaporizadas”. Dicen que los animalitos se conocen y que el PSOE se preste a procurar que Rajoy gobierne viene a confirmarlo pues han tenido y tienen también lo suyo los socialistas.

Cambiando de tercio puede parecer muy razonable y prudente que se procure asegurar un nuevo periodo de Rajoy para evitar supuestos males mayores. Pero, de ser así, de promoverse la abstención como salida, habrá de reconocerse el fracaso de la democracia española, incapaz de purgarse y autoregenerarse, atrapada por la partitocracia que, según Alejandro Nieto, ha sustituido a la democracia al repartirse el poder unas oligarquías de partido que sólo se diferencian en la retórica que utilizan para hacer más creíble la engañifa. A poco que se paren, verán que la batalla interna del PSOE nada tiene que ver con la ideología, ausente como en las esquelas los parientes del difunto de viaje o emigrados; ni con estrategia alguna de partido: fue una lucha por el poder en la que los que menos interesaban eran los intereses y esperanzas de la gente de a pie. Las declaraciones de Micaela Navarro, presidenta del partido, asegurando en medio del follón que ella era, en aquel momento, la máxima autoridad del partido fueron muy ilustrativas. Dicho sea a sabiendas de que TVE manipuló algunas de sus declaraciones. No acaban de caer en la cuenta los socialistas el momento en que viven. Más de una vez en los últimos años me he referido a la crisis actual de la socialdemocracia europea, en la que se inscribe la del PSOE. No hay duda de que trata de vivir de las rentas de ser la creadora del Estado de Bienestar, el que han sostenido brillantemente durante el siglo pasado. Pero el mundo ha cambiado e impone unas exigencias distintas, las del siglo XXI ante las que nada proponen. No sé qué ocurrirá en el futuro más o menos inmediato y si su apoyo a la investidura de Rajoy le pasará o no factura; lo que sí es seguro que el PSOE corre el riesgo de perderse, como el Pasok griego o el disminuido SPD “protegido” de Merkel. Necesita una catarsis de aquí te espero que no se vislumbra por ningún sitio y sigue caminando hacia la irrelevancia. Así lo tiene Pablo Iglesias, que lo zarandea al modo.

La recepción en el Palacio Real ya mencionada con motivo del 12 de Octubre y me llevo una sirvió a peperos y socialistas para mostrar su súbito nuevo amor. Tanto se quieren que los observadores dieron por sentado que la investidura de Rajoy está al caer. O sea, que los socialistas se abstendrán todo lo que haga falta para que Rajoy forme Gobierno y Dios nos coja confesados porque con las ganas que nos tiene vendrá con nuevos recortes. Como vendrán medidas de quienes dentro de la UE están molestos porque en julio la Comisión Europea perdonó a España una sanción de unos cuantos millones a cambio de un presupuesto austero y de un compromiso creíble para reducir el déficit. Hay en esas latitudes quienes quieren sangre. No se sabía en el momento del perdón de julio que el bloqueo iba a durar tanto y según parece en Bruselas comienzan a estar hasta el gorro. Tanto que podríamos estar el año que viene envidiando a los británicos y considerando los buenos resultados de no hacer nada para llegar a algo.

De momento, el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem ha hecho algo parecido a llamar a capítulo a Luis de Guindos que anda vendiendo la moto de una subida del Impuesto de Sociedades. Pero el dicho Jeroen etcétera piensa que no bastará. La subida supone lograr de las empresas un anticipo de 6.000 millones que los duros de la Comisión estiman insuficientes, mientras Luis de Guindos considera que bastará para evitar el bloqueo de fondos europeos. Yo no sé ustedes pero yo me prepararía para lo peor.

Las cosas de Cospedal

Más de una vez me he referido a las desvergüenzas del PP que ahora, con las vistas públicas de los casos Gürtel y las tarjetas blacks, han vuelto por sus fueros, señal de que ya huelen poder garantizado por el PSOE. Me referiré esta vez a las declaraciones de Dolores de Cospedal en relación al caso Gürtel: afirma Cospedal, sin sonrojarse ni nada, que los acusados del PP no han contado con garantías suficientes para sus derechos. Es decir, que jueces, fiscales y las fuerzas que actuaron a sus órdenes se pasaron por el arco del triunfo las garantías que la ley establece para los procesados. No quiero ponerme serio y hablar de la irresponsabilidad de la mandamás pepera de la que cabe esperar una cierta prudencia. Pero debe ser que no anda muy desarrollado el sentido de la responsabilidad en el PP cuando el ministro de Justicia, Rafael Catalá, preguntado sobre las declaraciones de Cospedal no hizo el menor reproche y dio a entender que las suscribía, que al menos no las condenaba; lo que tiene delito, nunca mejor dicho porque a él corresponde (léase “debería corresponder”) la defensa de la Administración de Justicia. No sé si en un momento posterior arregló la cosa, pero lo cierto es que no lo hizo en caliente.

El comentario de Cospedal es de un cinismo que tira de espaldas que en otro país, donde las urnas no premien la corrupción, tendría consecuencias. Como apear de sus cargos al autor/a de comentarios de este tipo. Pero esto es Jauja para esta gente y en el caso de esta señora, debe recordarse que es la secretaria general del PP y no cabe suponerla ajena a las trapisondas demostradas de su partido para dificultar la labor de los jueces encargados de las investigaciones con campañas sesgadas por falsas imputaciones de sujetos sin escrúpulos y todas esas barbaridades que hemos visto y escuchado y que ruborizarían a un elefante. La protección dispensada por el PP a sus corruptos no sólo ha extendido aún más el mal sino que ha repercutido en la moral ciudadana y ha puesto en veremos la credibilidad de las instituciones, de los políticos y de sus partidos, del país en el exterior y de la misma democracia. Como el diablo las carga, la infumable intervención de Cospedal en defensa de los imputados en Gürtel produce vergüenza ajena. Sobre todo al constatar que la mayoría de los procesados asistieron a la boda de la hija de Aznar que convirtió el Escorial en una esperpéntica corte en la que los milagros alcanzaron que fueron bastante más allá del afecto que pudieran inspirar los contrayentes.

No me extenderé en los esfuerzos del PP para acabar las investigaciones, sus manejos contra los jueces que culminaron con la inhabilitación de Baltasar Garzón que, por cierto, acaba de poner en las librerías un libro contando la historia. Por no hablar del juez Rus, que tuvo que expulsar de la investigación a los peperos por sus intentos de reventarla desde dentro; ni de los manejos a que se prestaron determinados periodistas y medios. Y todo ello, faltaría más, sin mayores consecuencias.

Pero el diablo las carga y por los mismos días del alarde de desvergüenza de Cospedal nos enteramos de que el Consejo de Europa, a través del Grupo de Estados contra la Corrupción (Greco), se dirigió con dureza al Gobierno español recriminándole que no garantice la independencia del Consejo General del Poder Judicial y de los jueces que se juegan el físico; además de desoir las recomendaciones para combatir la corrupción, que es muy jodido autoperseguirse. Lo que no es cierto del todo pues habrán visto que en la vista del Gürtel la defensa del PP, que aparece encausado como partido, pidió que anulara la totalidad de las pruebas: nadie puede negar que, de aceptarse la solicitud, se hubiera acabado del zapatazo con la corrupción; al menos con la pasada, de modo que se pudiera estrenar alguna nuevecita.

La cumbre autonómica, madre

Si les digo la verdad, no sé para qué sirve una “cumbre” autonómica informal ni una Conferencia de Presidentes más institucionalizada con las autonomías que tenemos. No digo que estén de más porque no lo sé, pero me da que sería poco relevante en un Estado negado a desarrollar las potencialidades autonómicas de la Constitución, las que llevaron a afirmar a Alejandro Nieto su orientación federal. De haber tenido esa propensión ya hubiera intentado, por ejemplo, reformar el Senado convirtiéndolo en cámara de las autonomías que hubiera liberado al Congreso de esos cuidados. Y desde luego, no hubiera cometido el tremendo error de judicializar el conflicto catalán en lugar de mantenerlo en el terreno de la negociación política, el que le corresponde. Tanta torpeza se me antoja en ocasiones intencionada, que por alguna razón se ha provocado a posta el avance del independentismo. Una sospecha que circula por ahí y no son pocos los que afirman el papel decisivo del PP en el aumento del número de independentistas en Cataluña.

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