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Los 60 años de la UE

Bandera europea.

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Interesa más el hecho de que han sido seis décadas en que Europa ha conocido la paz a pesar de la guerra fría. Lo que no es poco para un continente que antes de cumplir el siglo XX sus primeros cincuenta años conoció dos terribles guerras que acabaron por involucrar de hecho a todo el planeta. Ese horror llevó a la creación primero de la Confederación Europea del Carbón y el Acero (CECA) para controlar las materias primas entonces necesarias para la fabricación de armamento; y después el Mercado Común, la llamada “Europa de los Seis” (Francia, Italia, Países Bajos, Alemania, Bélgica y Luxemburgo) que tras sucesivas ampliaciones se convirtió en la de los 28, que serán 27 en cuanto se haga efectivo el Brexit.

La Comunidad Europea ha funcionado, sin duda, pero da la sensación de que al desaparecer sus fundadores y primeros impulsores pasó a convertirse en algo distinto. Aunque su existencia proporcionó bienestar a los países, no puede decirse que las preocupaciones sociales hayan prevalecido sobre los aspectos económicos la mentalidad neoliberal. No se ha logrado siquiera el grado necesario de entendimiento y comprensión entre los países del norte y del sur de tradiciones y costumbres tan distanciadas que no sorprende la que ha formado el ministro de Finanzas holandés y presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Ya se le conocía por su apellido capaz de provocar esguinces en las lenguas de los locutores de RTV y se ha superado con su comentario acerca del vino y las mujeres en que los políticos europeos del Sur se estallan los dineros que les vienen del Norte. Es idea muy extendida en esos países de largos inviernos la de que trabajan y ahorran lo que sus vecinos meridionales derrochan de mala manera con su buena vida.

 Son gentes, éstas del septentrión, que no conciben la existencia de déficits ni las deudas y simpatizan con la hormiga, no con la cigarra. Y como nadie se ha ocupado de que los europeos se conozcan mejor entre sí y comprendan unos las costumbres de los otros pasa lo que pasa. Al desconocimiento mutuo de esas diferencias se sumó, tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS, la serie de países de la órbita soviética incorporados a la UE aprisa y corriendo. Seguramente para reducir o eliminar, a ser posible, la influencia de la nueva Rusia en los países de la Europa oriental. Quizá se ha ido demasiado deprisa con las ampliaciones debido a esa necesidad política de contener a los rusos, combinada con una concepción demasiado economicista que poco repara en la gente.

A todo esto hay que añadir el fenómeno de los refugiados, que huyen de los conflictos de sus países en los que no dejan de tener parte de responsabilidad los países occidentales. Lo que no impide a la ultraderecha europea arremeter contra ellos y responsabilizarlos de los actos terroristas sin pararse a pensar que muchos de los terroristas no son refugiados ni sujetos recién llegados con la bomba bajo el brazo sino ciudadanos europeos. Como ejemplo último, el autor de los atentados de hace unos días en el puente londinense de Westminster, frente al Parlamento británico. Como es sabido, la nada escrupulosa Marine Le Pen aprovechó la ascendencia musulmana del terrorista para arremeter, una vez más, contra los refugiados obviando eso, que era ciudadano británico no un recién llegado unos días antes a Gran Bretaña con órdenes de matar. Debería recordarse con más frecuencia que una de las causas principales de los conflictos europeos los provocaron los ultranacionalismos a los que también trató de desmontar la UE que atraviesa hoy una crisis, producto de la acumulación de otras muchas, internas o que aprietan desde fuera de sus fronteras, de las que no es la menor la manifiesta enemistad de Donald Trump para nada dispuesto a facilitarle las cosas a Europa y ni les cuento de Erdogan.

Por último habría que añadir a estas notas a vuelapluma la paradoja de que buena parte de la izquierda crítica con la UE, con su falta de democracia, exceso de burocratismo, egoísmo economicista y con el “austericidio” que ha incrementado las desigualdades por bandera, aparece hoy defendiendo a Europa y sus instituciones y no precisamente como mal menor frente al populismo xenófobo y fascista que tanto disgustos nos ha dado y que se ofrece ahora como alternativa salvadora. No ha podido Wilders ganar en Holanda y se da por sentado que tampoco conseguirán los ultras triunfar a en las próximas elecciones alemanas y francesas con lo que volvemos a lo mismo: la izquierda desea el triunfo de la derecha conservadora y no como mal menor. Paradojas, ya digo.

La eterna reforma electoral

Parece, pues con esta gente nunca se sabe, que Coalición Canaria (CC), el Partido Popular (PP) y Casimiro Curbelo (cc) en su propio nombre han advertido al PSOE y Nueva Canarias que ni se les ocurra conchabarse para modificar el sistema electoral canario, que hasta ahí podíamos llegar. De ser tan osados, advierten, aplicarán no sé que disposición para bloquear en las Españas y devolver a las islas la reforma del Estatuto de Autonomía, paralizada desde que Franco era cabo. Cogí el teléfono para informarme mejor y con la misma lo colgué sin marcar siquiera prefijo alguno. Estaba saturado del debate sobre el estado “de la nacionalidad”, á-á-á, y no tenía, la verdad, interés en saber si es tan determinante la voluntad de Clavijo de sacar a flote, qué sé yo, esa ley del Suelo tan del agrado de los empresarios de la Construcción y los especuladores que, al decir, lo patrocinan.

En otro orden de la misma cosa, la visita de Soraya Sáenz de Santamaría. Vino a verse con Clavijo, lo que volvió a poner de manifiesto el gusto nacionalero por los contubernios, que viene de lejos. No sé si lo recordarán, pero la primera manifestación de ese concubinato fue cuando el anuncio urbi et orbe de que la política del nacionalismo canario y dos piedras debía basarse en el apoyo fijo al partido que gobierne España en cada momento, el que sea; el que, a su vez, de forma natural, lógica y recíproca les ayudaría a mantener el chiringuito en esta su colonia. Do ut des, por decirlo finamente. De ese modo, CC lleva gobernando Canarias, alternativamente con tirios y troyanos, nada menos que 23 años, a pesar de ser, como ahora mismo, la tercera fuerza por número de votos. Se entiende que no quiera modificar el sistema electoral.

Más de cuatro lustros después de aquella declaración principios, se produce la reciente visita de Soraya Sáenz de Santamaría (santísima, por supuesto). Para cierto amigo, que abomina de los tiempos en que le interesó la política, el encuentro demostró algo que ya él barruntaba: Clavijo no es mucho más alto que la vicepresidenta. Son los asuntos que ahora le interesan y me enseñó los periódicos en que aparecen los dos juntos. Tan complacido estaba de la comprobación que soportó mis conjeturas sobre el asunto con una sonrisita de complaciente conmiseración. Le hablé de cuan significativas resultan las fechas elegidas por la doña para el garbeo: justo en vísperas del debate sobre el lamentable estado de la nacionalidad canaria, rá-rá-rá, al que seguirá en el Congreso la discusión de los Presupuestos Generales que, si Dios no lo remedia, aprobará el Gobierno el próximo 31 de marzo. Pero apenas le interesó. Trata Soraya de amarrar los votos que necesita Rajoy para otra vez metérnosla doblada, añadí a ver si le conmovía mi modo grosero, pero tampoco.

Me dejó solo sin interesarse siquiera al asegurarle que Clavijo aguantará lo que le echen de Madrid en la línea de Manuel Hermoso que por los días fundacionales puso como piedra angular del tinglado su convencimiento de que el nacionalismo canario es “el más español de los nacionalismos españoles”, desde el de Viriato, que era pastor lusitano.

Pero a lo que iba: Sáenz de Santamaría y Clavijo debieron entenderse visto que CC y PP le pusieron en el Parlamento canario la proa a cualquier cambio del sistema electoral, con el respaldo ya indicado de Casimiro Curbelo. Amenazaron con echar para atrás la reforma del Estatuto de Autonomía, ía-ía.

Sin embargo, recapacitaron y debió antojárseles demasiado fuerte el plante que ponía de manifiesto que los intereses partidistas van delante de los generales. Es decir, que la defensa del monopolio del Gobierno canario por parte de CC y el apoyo a Rajoy son prioritarios respecto a la aspiración de una ley electoral justa y equilibrada y a la reforma de un Estatuto que no se ajusta a la realidad canaria ni a sus seculares derechos y tradiciones político-administrativas. Tanto canta el asunto que se han echado atrás a instancias, seguramente, del PP, es decir, de Asier Antona, que ha demostrado en los últimos meses, tras el batacazo de Soria, la inteligencia política de mantenerse al pairo para hacer ver que no le apremian las ganas de sentarse en el Gobierno, a la espera de que CC se sitúe y consiga el equilibrio frente a los sacudones. Es decir, a que se calmen las aguas y saque Rajoy los presupuestos. Y todo sin dejar de cauterizar las heridas que un personaje del talante fascistoide de Soria deja siempre allí donde se sienta. Entonces, con el panorama encalmado por la resignación, entrará en el Gobierno. Él personalmente o alguien de su cuerda que lucirá frente a Clavijo, que va de capa caída; por tolete.

Creo que el PP ha ganado sin Soria. Antona, guste o no y aunque lo sienta en el fondo de mi alma, ha crecido políticamente y no niega su ambición de que el PP gobierne Canarias. Es el líder mejor colocado con capacidad para llevarse el gato al agua. Que tome nota el mester de progresía.

Adiós a Pepe Rivero

Justo el día de San José, el de su santo, se nos fue Pepe Rivero. Debí conocerlo cuando éramos muy niños pues no consigo precisar el momento, la época, en que trabamos amistad. Sí cuanto la estrechamos durante los años 60 y 70, incluso los primeros 80 que fueron los tiempos en que mantuvimos mayor relación, incluso diaria. Fueron los años de El Conduto con Cho Juaá y aquella pandilla de cachondos a los que Eduardo perseguía incansable cada semana para que le entregáramos las colaboraciones humorísticas. Pepe era “Pepito el de Tafira” y ya por entonces alternaba sus colaboraciones periodísticas con su afición a la lucha canaria, al fútbol de la Unión Deportiva y al tenis y al golf que no por ser deportes de fuera dejaba de considerarlos isleños la particular anglofilia familiar.

Compartí después con Pepe la página Mundo Canario, que salió durante varias semanas en La Provincia hasta que dejó de hacerlo pues no gustaba en el Gobierno Civil ni en Información y Turismo su beligerancia contra la “canariología” de lamentable recordación. Pepe batalló también en aquel frente mientras, callada la boca, desarrollaba sus investigaciones especialmente en el campo de los deportes tratando de dar con la pista de Padrón, el Zueco, un extraordinario jugador del que tanto su padre como el mío hablaban las maravillas que lo convirtieron en mito. Fue Pepe quien me aclaró que nada tenía que ver su apodo con el país nórdico; venía de que le dio por usar como calzado zuecos que le hacían subir unos centímetros entre sus amigos de La Isleta.

Pepe dio con la pista de el Zueco en Francia donde participó en el maquis francés contra los nazis y consiguió testimonios directos acerca de su participación en el maquis, de su presencia en la liberación de París y de su importante papel, junto a otros combatientes canarios, en la avanzadilla española que en agosto de 1944 tomó el Hotel de Ville.

Los detalles de la vida de el Zueco en Francia, cambiando de equipo con frecuencia para burlar los intentos franquistas de repatriarlo y su fallecimiento en 1966, en el hospital Pitié de Salpêtrière de París, los dio a conocer la formidable constancia de Pepe Rivero. La misma que le llevó a la instalación del museo dedicado a la memoria de su abuelo paterno, el poeta Domingo Rivero, otra de sus justificadas pasiones que lo indujo a crear este centro sostenido con recursos familiares y aglutinador de la cultura de la ciudad de Las Palmas y de su isla.

"Pepe era “Pepito el de Tafira” y ya por entonces alternaba sus colaboraciones periodísticas con su afición a la lucha canaria, al fútbol de la Unión Deportiva y al tenis y al golf que no por ser deportes de fuera dejaba de considerarlos isleños la particular anglofilia familiar"

El edificio donde está el museo alojó, en su día, la redacción de la revista Sansofé, una de las pesadillas del franquismo al aglutinar a la oposición al Régimen Económico y Fiscal, desde los liberales a los comunistas, incluso monárquicos e incluso, de forma más discreta, algún procurador en las Cortes franquistas partidario de los Puertos Francos. El antifranquismo asomó por entonces la cabeza y eran notables las crecientes dificultades para combatirlo.

Los recuerdos, las anécdotas, se amontonan. Como la considerable cantidad que tuvo que abonar por un desayuno con churros al que invitó a los luchadores del Adargoma en el mercado de Vegueta. Él presidía por entonces al equipo y no contó con que eran gente de mucho comer y le salió por un pico. Ya por entonces Pepe había asumido que lo suyo era el periodismo.

Mucho habría que decir de él pero con lo dicho basta para dejar sentado que fue un hombre generoso, enamorado de su tierra, con notable curiosidad cultural perteneciente a una distinguida familia que cabe considerar el modelo de referencia ideal y nada frecuente de la burguesía grancanaria que nos gustaría.

 

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