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El bonito juego de las dos sillas

Coalición Canaria coquetea con diferentes fuerzas políticas, sin tomar una decisión clara. (CA).

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Si no es así, lo parece. Me refiero a las ganas que tienen socialistas y nacionalistas de prescindir mutuamente los unos de los otros; o sea, el PSOE y ATI ampliada ma non troppo. Y digo que parecen tenerla, las ganas, porque miren que los nacionaleros les han hecho feos a sus sin embargo socios que no han venido a reaccionar hasta hace un par de días; sin que tampoco sea seguro eso de que José Miguel Pérez le ha propuesto a Antona un apaño para sacar del Gobierno a los áticos y sus nacionaleros agregados al descubrir, repentinamente por lo visto, que llevan veintitantos años en el Gobierno. Y uno creyendo que habían conseguido su récord gracias justamente al juego de las dos sillas en que los dichos nacionaleros ocupan de fijo una de ellas y disponen a conveniencia quien ocupará la otra, todo, eso sí, con un sentido del equilibrio interinsular tan exquisito que la vicepresidencia (antes) recaía en grancanario/a colaboracionista dando por descontado que en la llamada “isla redonda” se ambicionaba semejante honor de consolación más allá de los estrictos ámbitos profesionales de la política.

Mucho ha tardado José Miguel Pérez en darse cuenta de que no tenía que aguantar carros y carretones en lo que toca a Gran Canaria, pero por último, se decidió a dar el paso no de coger puerta sino de echar por la ventana a sus sin embargo socios. Lo que, sospecho, debe ser un simple globo sonda para comprobar si cabe ya entonar el “amigos que fuimos” equivalente al “¡adiós muchachos!” sin argentinos. Digo yo que estará Pérez hasta los pinjantes del sorroballo y que le llenó la buchaca el añadido al juego de las dos sillas del no menos entretenido del “policía bueno y el policía malo”, en que Fernando Clavijo, el buenazo de la supuesta comisaría, asegura que sigue queriendo estar con el PSOE mientras Carlos Alonso, el malo, dale que le pega al mono hasta que hable inglés.

Si el asunto no está claro y conviene esperar a que acabe de disolverse el tiro de gofio de José Miguel Pérez, una vez haya sacado sus conclusiones (ahí es nada un historiador metido en experimentos de ciencia impura) ni les cuento si lo pasamos por Madrid donde resulta que Rajoy está de lo más agradecido a Ana Oramas, a la que ve como una especie de Juana de Arco a la que le debe no el Trono, que sería demasiado pedir, pero sí un tiempito más en La Moncloa que retrase el momento en que se vea obligado a convocar elecciones anticipadas. Porque, queridísimos míos, no coneja el agradecimiento a Oramas, es decir a CC, con que ahora el PP se compinche con el PSOE para bajar a los nacionaleros del machito. Aunque todo pudiera ser. Es por eso que comprendo la desolada viñeta de El Roto que resucita a Franco en el momento de explicar cosa parecida a que para evitarle a los españoles quebraderos de cabeza proscribió Él las elecciones.

En llegando al punto y aparte anterior y como no acababa de aclararme le pedí a Alexis González retrasar unas horas la entrega de esta semana, pero la verdad es que pudimos ahorrarnos la demora. Todo el mundo (el de la política) estaba al tanto de que algo había aunque disentían en el alcance de los ya nada supuestos contactos. Pero como tenía que quedarme con algo, decidí hacerlo con la especie de que el origen del rumor sobre las idas y venidas (ciertas) de José Miguel Pérez eran los nacionaleros para aglutinar y cohesionar a los suyos ante la posibilidad de quedarse con los glúteos al aire, que cuatro lustros dan para mucho enchufado que vive con el sobresalto periódico de que se les puede acabar lo que se da con una moción como la rumoreada. O sea: se lanza rumor o se destapa la noticia cuando hay algo más que un rumor, el personal se acojona y entra en fase de jurar fidelidad y la dirigencia filtradora queda con las manos libres para completar la operación que escondía bajo el cubilete, que en este caso sería romper con el PSOE y emprender una nueva singladura de la mano del PP. Así es si así les parece con la advertencia de que al final, será lo que sea; o no.

Ya en plan añadido diréles que no sé si son o no figuraciones mías, pero cada vez que hay cosa parecida a un conato de movida de este calibre, sale Román Rodríguez calificando de “inaplazable” la reforma electoral. Como si se le activara algo y más en esta ocasión en que todo indica que está en el mejor momento de las relaciones de su partido, Nueva Canarias, con el PSOE. Pero no motiva este suelto constatar una vez más que, en efecto, los animalitos se conocen, sino darle a Román toda la razón porque no puede mantenerse la actual situación; lo que debe entenderse como una forma de hablar porque si se ha mantenido es porque se puede. Indica Román algo que, como digo, es rigurosamente cierto: el 83% del electorado canario elige a la mitad de los diputados regionales; la otra mitad sale de los votos del 17%. La razón, ya saben, es la triple paridad que si bien estuvo en su día plenamente justificada por la situación de abandono de las islas no capitalinas, hoy resulta cuando menos injusta pues es justamente en las capitalinas de Gran Canaria y Tenerife donde crecen las áreas de miseria. En su día hubo solidaridad con las no capitalinas pero ocurre que ahora no quieren en ellas oír hablar de reciprocidad, que es nombrarles la bicha. Nada sorprendente para quienes venimos observando el retroceso del espíritu canario de solidaridad y bien sabemos que no es fenómeno que se considere desde la perspectiva política.

Cuando Clinton largó aquello de “¡es la economía, estúpido!” se refería, seguramente, a los sacrosantos mercados a los que se agarra el PP hasta el cansancio para amargarnos la existencia. Bueno, el PP y Bruselas que ya habla del recorte de 5.500 millones más en el presupuesto 2017 y otros tantos en el de 2018. Vamos dados, pues. Y digo que dijo Clinton “economía” y no “mercados” porque tanto los liberales como los socioliberales, de los que anda cerca el ex presidente USA, no quieren recordar que el mismísimo Adam Smith, el padre del liberalismo, tenía sus reticencias respecto a la dichosa “mano invisible” del mercado que aquí, por cierto, se está “visibilizando” de mala manera por cuenta de los ciento y pico acusados, miembros o ex miembros del PP, que ocupan ahora mismo el banquillo; Y no como suplentes por más que alguno lo sea realmente y siga el verdadero titular todavía en la cancha.

Pero, a lo que iba: Smith, en La riqueza de las naciones, tras describir la “mano invisible”, advierte que debe estar siempre controlada por el Gobierno para evitar grandes males; que es la parte que no entienden los liberales. Quiere decirse, en definitiva, que es un engaño vender el mercado como una especie de panacea cuando realmente, como estamos viendo, carece de respuestas efectivas para los grandes problemas, como son el paro tecnológico, el agotamiento de las reservas energéticas, el deterioro del medio natural, la pobreza…

Vivimos o quieren que vivamos dominados por un concepto economicista de la libertad, que no es sino libertad para aplastar a los débiles mediante la aplicación estricta de la leyes del mercado. Un concepto, economicista, que se ha entronizado en el discurso político español. Pero, ya ven, ocurre que si algo tienen en común el mercado político y el económico es que sólo responden a la demanda solvente. El asunto es, pues, qué solvencia ofrecen los dimes y los diretes políticos en Canarias o en el centro de las Españas donde un personaje como Rajoy es posible.

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