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Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar
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La pobrea de Dios: el tiempo pasado que no acaba de pasar

Un hombre porta una bandera independentista catalana

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Cuando terminé el bachillerato, sospechaba yo que debía desconfiar de casi todo lo aprendido, arrimando las leyes de la Física, las tablas de multiplicar y alguna otra cosilla, que diría Rajoy. Me desconcertaba que llamaran “babiecas” a los bobones de baba desmereciendo al caballo del Cid de una de cuyas patas, según los genealogistas de garrafón, descendían los casacones veguetudos que dirigían los tronos de Semana Santa porque quien paga las flores, manda. Me llamaba la atención, en fin, lo desangelada que venía la Magdalena, Obispo Codina abajo, sin señoras con rosario alrededor. Para mí que barruntaba ya el Código da Vinci de un Dan Brown todavía no nacido.

Había superado de sobra, por entonces, mi primera conmoción vital al saber quienes eran los Reyes Magos y pisaba el umbral de la segunda, la que me dejaría tocado de por vida a manos de la Historia del Derecho Español, del maestro García Gallo.  A fuerza de oír en el colegio lo de España Una, Grande y Libre gracias al denuedo de los Reyes Católicos, no comprendía bien la selvatización de tantas legislaciones como reinos ibéricos hubo que desplegaba en sus libros don Alfonso. Aunque algo intuía al no cuadrarme tanta unidad de destino de las Españas con el peregrinar de todo un Carlos I de España y V de Alemania, nada menos, por los parlamentos regionales para conseguir los ducados con que darle duro a los franceses, meter en cintura a los malamañados príncipes alemanes propensos a la herejía y otros excesos y pagarle a Andrea Doria sus galeras y servicios que mantenían a  raya al turco. Así tuvo el hombre que endrogarse hasta las cejas con los banqueros, los Fúcares alemanes a la cabeza, abocando a su hijo Felipe a decretar la primera suspensión de asientos, vulgo pagos, de la Cristiandad. Luego dirán que lo de Podemos con la deuda es de extrema izquierda, angelitos.  

Entre una cosa y la otra, entreveradas de libros de Ruedo Ibérico y de otras editoriales pecaminosas ratoneados en los sótanos de la antigua librería Selecciones, frente a la Plazuela de las Ranas, supe que el sistema federal iba más allá de la federación de fútbol; que Pi y Margall no era solo una calle y que los cantonalistas se pasaron de pesados con la I República. Alguien me sopló lo de la estructura federal de España pero ocurría que ni en la clandestinidad se hablaba de federalismo; si hago excepción de los catalanes, que ya saben como son cuando se les mete algo en la cabeza.

Dando un salto en el tiempo, me encontré con Franco de cuerpo presente y supuse que el país cogería rumbos federales. Pero el palabro tabuado y su concepto estaban en San Borondón, la aprósita, o se habían diluido en el sucedáneo de la descentralización autonómica con Madrid siempre presta (por ley, claro) a meter cuchara donde fuere menester por mor de la unidad de los hombres y las tierras de España. Ahora se sabe que los efectivos funcionariales centrales no se redujeron a la espera de que pasara el sarampión identitario y volviera la “recentralización” que, por lo visto, está en el ánimo del PP. Quizá no contaran que habrían de surgir nuevas clases políticas en las comunidades que no se dejan. Quién sabe. Lo cierto es que el PSOE, que presumía de organización federal, no supo, no quiso o no pudo imprimir ese sello a la invención.   

Al fin llegó la actual crisis política y de las JONS y saltó a la arena Pedro Sánchez, con gran satisfacción de las damas para las que resultó ser el yerno que les hubiera gustado. Por una parte, se encontró el flamante secretario general con una nueva entrega de la cuestión catalana, la misma que ocupaba las indignaciones de Quevedo, en los años 40 del siglo XVII; por otra, el fenómeno de Podemos, no tan sorprendente a la vista de lo que hay y se despacha. Para el problema catalán prescribió el nuevo mandarín socialista la reforma constitucional, federal por supuesto; una nueva Constitución, o sea. Lo que no está mal aunque la propusiera con la boca chica: que yo sepa, no la ha concretado no vaya a copiársela Pablo Iglesias. Aparte de que fue ocurrencia mayormente repentina pensando solo en los catalanes, de modo que tendremos los demás, los canarios sin ir más lejos, que ponernos serios si no queremos seguir esperando a que las ranas críen pelo.   

En cuanto a Podemos, habrán visto la propensión sanchiana a plantarle batalla. Imagino que habrá diferencias ideológicas, pero lo cierto y verdadero es que ha puesto el secretario socialista el acento en la recuperación de los votos que le ha arrebatado al PSOE el nuevo partido. Le ofendió que semejantes descastados se atrevieran a tanto. De momento, pues, las actitudes de Sánchez son electoralistas. Las mismas que le llevan a embestirse con el PP sin que, sospechosamente, haya abjurado claramente del bipartidismo. Este no vende ya sino entre el empresariado y en el PP que clama por una coalición y olvidemos nuestro enfado. Deben estar tan desesperados los peperos que están dispuestos a repartir con un número mayor de sobrecogidos. Según la Fiscalía, son miles los imputados hasta la fecha a los que Rajoy y Cospedal deben contar en unidades de cien cuando afirman que son solo unos pocos los sinvergüenzas. En cualquier caso, no deben preocuparse si vuelven a conchabarse: habrá para todos si, como dicen los inspectores de Hacienda, nada más que el volumen de fraude fiscal supera el déficit de todas las administraciones públicas.

Los socialistas han llegado a indignarse ante la insistencia pepera en el apaño y se niegan a compartir hasta la hora. De momento porque, creo, pecan de optimistas los que dan al bipartidismo por desterrado de la práctica política. Me temo que, a poco se debilite Podemos y haga frío en la calle, PP y PSOE volverán a comer huevo en el mismo plato sin importarles el qué dirán ya que lo importante es el qué podrán. En medios europeos, no en todos, dan como única salida el entendimiento en cuanto cambien las circunstancias y se sobreponga al cabreo social la melancolía de la impotencia. Puede ser un buen test para saber hasta donde mandan los poderes financieros y alcanza el sanseacabó social. Malo será que comencemos a escuchar que no hay más remedio o que es inevitable la desigualdad social en la línea medieval de que la existencia de pobres es designio divino. Predicaban los púlpitos del medievo a la pobrea resignación y el consuelo de que no tener donde caerse muertos servía de pasaporte al paraíso pues eran ellos, los de la pobrea, quienes daban a los ricos la oportunidad de ejercer la caridad y acceder el Reino de los Cielos por el ojo de la aguja antes que el camello.

Ya en plan de abundar, por exceso, en esta confluencia de la fe religiosa y resignación del pobre, recordaré al Guzmán de Alfarache del que se valió Mateo Alemán para asegurar que “no hizo tanto Dios al rico para el pobre como al pobre para el rico”. O al Guitón Honofre, algo más secularizado: “Buena es la pobreza, pues las ama Dios, mas ténganla los que la piden, que yo ni la quiero ni me venga. La abundancia apetezco”.

En el siglo XVIII, tan denostado por el Papa Benedicto, el debilitamiento de la religiosidad no desterró la creencia de que la pobreza la procura Dios en su infinita sabiduría: solo la convirtió en convicción científica de modo que no pocos economistas y moralistas sostuvieron la necesidad y conveniencia de que haya pobres para la buena marcha de la economía y la sociedad. Idea, pueden creerlo, que todavía alienta en ciertas formas de liberalismo económico; como el del PP si nos atenemos a la evidencia de que ni parpadea ante el incremento de la desigualdad en España. Para que luego digan que lo anticuado es pensar de otra manera. Lo moderno son los preferentistas de Bankia que se concentran todos los jueves a la espera de que los ricachos decidan ganarse el cielo ayudándoles en su pobreza recién adquirida no precisamente por voluntad de Dios.

Digresiones aparte, es significativa la propuesta sanchiana de retocar el artículo 135 de la Constitución que socialistas y populares reformaron salvando sus escrúpulos para tocar su texto en otros aspectos. Aquella reforma, recuerden, ponía el pago a los bancos alemanes (dicho sea por lo derecho) delante del cumplimiento de los mínimos constitucionales para que los españoles tengan una vida decente. Zapatero la aceptó y Pedro Sánchez la votó como integrante del grupo parlamentario socialista. No entro en si se evitó así o no el rescate dichoso, pero sí anotaré que todavía no estaba Podemos ni eran tan evidentes las movilizaciones sociales, por lo que no encontraron mayor oposición que la de algunas plumas despendoladas fuera de la realidad.  

Ahora solicita el secretario general del PSOE retocar, completar, matizar o como se quiera decir ese artículo 135. Y no están mal sus argumentos: dado que Rajoy lo ha utilizado alevosamente para recortar más allá de lo recortable a costa de parados, pensionistas, enfermos, dependientes y demás ralea, es preciso asegurar a los millones de perjudicados la debida atención sin eliminar el artículo, eso sí que no, pero completándolo para no dejar tirada a la ciudadanía más de lo que está. No dudo de que esa sea su intención, pero bien pudieron los socialistas pensárselo cuando pactaron la reforma al gusto de frau Merkel. Es lícito, por tanto, temer que de bajar la marea política las cosas seguirán igual; incluso en el supuesto de que el PSOE gane las próximas elecciones generales, no nos engañemos. Si quiere recuperar la credibilidad perdida tendrá Sánchez que redoblar esfuerzos para convencer a ese tercio de sus votantes que, según él, se ha pasado a Podemos. Empeño en el que le conviene dejar de acusar a los “podémicos” de copiar sus propuestas porque no creo que a los electores interese la cuestión de la propiedad intelectual.

De Rajoy poco hay que decir si se empeña uno en ser mesurado. Se proclama presidente de todos los españoles, incluidos los catalanes y se planta en Barcelona no a explicar su política a todos ellos sino a convencer a los suyos de lo que se les supone convencidos. A lo que dedicó dos horas de estancia pues tenía que regresar a Madrid; para asistir a una boda, creo sin miedo a que lo fotografíen con los de Gürtell o con el “pequeño Nicolás” agazapado detrás del Evangelio, a la espera del mejor momento para saltar y poner el careto. Cabe suponer que el desplazamiento de Rajoy lo pagó el partido.

Punto fuerte de su intervención ante los catalanes convencidos fue el anuncio de que el Estado, faltaría más, continuará pagando las deudas contraídas por la Generalitat durante el viaje de Mas a ninguna parte. Y ni una palabra, ni por aproximación, de cómo afrontar el independentismo que no sea la estricta aplicación de la ley y el recurso a los tribunales. No ha tenido la entereza inteligente de Cameron que se plantó en Escocia a explicar a todos los escoceses, no solo a los conservadores, las razones por las que les conviene continuar en el Reino Unido. Los ingleses no pierden de vista su historia y debía tener Cameron muy presente que torpezas semejantes a las de Rajoy determinaron en su día la independencia de Irlanda. Tras el referéndum, el premier británico propuso medidas para satisfacer a los escoceses sin cometer el error rajoyano de pasarles por los bezos el providencialismo del Estado central para que no duerman bajo los puentes más catalanes de la cuota de pobres que corresponda a su Comunidad. Olvidó que uno de los puntos esgrimidos por los secesionistas es el maltrato presupuestario a pesar de su superior aportación al PIB español. Pero no olvidó, se limitó a no recordarlos, los tiempos en que una de las consignas anticatalanas del PP era acusar al Gobierno, socialista por supuesto, de quitarle dinero a las comunidades españolas para dárselo a los catalanes. ¿Está haciendo eso Rajoy?    

Lamentaría que Cataluña se fuera y confío en que no lo haga. Imagino a Rajoy tan convencido de que así será que no le preocupa generar cada vez que abre la boca nuevos independentistas de la corriente del puro cabreo con tal de aparentar firmeza y que se jodan. A veces se me ocurre que su único plan, frente a la muy concreta hoja de ruta de Mas para llegar al Estado catalán, es la rendición incondicional sin resolver el problema de fondo y  que arree quien venga detrás.

Juez Ruz sí, juez Ruz no

Estamos a la espera de que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) decida si prorroga o no al juez Pablo Ruz al frente del Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional. Ruz lleva cuatro años con el caso Gürtel y casi dos con su pieza separada, la de los famosos “papeles de Bárcenas” que no resultaron ser, como dijeron los peperos, fotocopias de fotocopias. Ya es sabido que con el paso del tiempo se ha ido confirmando buena parte de las anotaciones del ex tesorero, en prisión incondicional desde hace 16 meses. Entre los dos asuntos, Ruz sentará en el banquillo a dos decenas de altos cargos populares, entre ellos tres ex tesoreros; al tiempo que mantiene imputados a ocho grandes constructores y ha señalado al PP como partícipe a título lucrativo en las afanadas de la trama. El mismo motivo que obligó a la dimisión-cese de Ana Mato como ministra de Sanidad.

Por mucho que presuman los peperos de su respeto a la Justicia y a la independencia de los jueces, no faltan, más bien sobran, antecedentes que legitiman no creerles. El que haya división en el CGPJ acerca de qué hacer con Ruz apunta en esa dirección. De no prorrogarse a Ruz ni dar con alguna fórmula que le permita continuar, como la de quedar de juez de refuerzo del nuevo titular de la plaza saldrían los peperos muy beneficiados. Las causas se paralizarían y el juicio oral no tendría lugar hasta después de las próximas elecciones municipales y autonómicas e incluso las generales; lo que conviene al PP que, además, vería retrasarse  otras investigaciones en marcha relacionadas con las finanzas del partido. Y otras cosas, Rajoy dixit.

La posibilidad de que ocurra, de que salga Ruz, la proporciona el sistema de elección de los miembros del CGPJ que da una mayoría de jueces conservadores. A mi juicio, hay una hipersensibilidad en la opinión pública que no vería bien el retraso y a la que se induciría a pensar que los tiempos de la política condicionan los de la Justicia. Al parecer, la decisión se adoptará la semana que entra.

Hernández Bento y las prospecciones

Aunque es posible que no haya indagado en la dirección correcta, lo cierto es que sigo sin encontrar quien me explique la diferencia que hay entre el Mediterráneo español y Canarias en materia de prospecciones petrolíferas. Salvo la de que allá el Ministerio de Industria les ha puesto proa y aquí las apopa. O sea, que los intereses peperos son distintos allá que aquí. Se ha dicho así que el Mediterráneo es un mar cerrado y que donde es ancha Castilla, por lo visto, es en el Atlántico donde la mierda se nota menos sin dejar de serlo y de estar. Me temo que aún quedan siglos para que entienda esta gente que las cuestiones medioambientales son un problema planetario y no va uno a fatigarse para que lo comprendan.  

En este punto me tropiezo con unas declaraciones a Joaquín Anastasio, en La Provincia, de Enrique Hernández Bento, subsecretario del Ministerio de Industria. No entro en sus consideraciones más o menos jurídicas aunque sí en que tildó de “maquiavélico” al Gobierno de Canarias, lo que denota que no ha leído a don Nicolás. Porque lo que defiende es que las conveniencias del Príncipe, en este caso del Estado, están por encima de cualquier otra consideración de la índole que sea, incluidas las morales. Puede el Príncipe mentir, engañar, aterrorizar y lo que haga falta para imponer lo que le de la gana: justo lo que hace el Estado y su señorito de adalid con las prospecciones impuestas a los indígenas canarios al tiempo que con su no menos maquiavélica arbitrariedad las impide en Valencia y Baleares donde los peperos defienden su tierra.

Es posible que Hernández Bento no haya leído a Maquiavelo y cogió en la nube su sentido más pedestre de pérfida astucia para caracterizar a Paulino Rivero. Lo que, la verdad, es demasiado decir. A lo más que llego es a reconocer que Paulino, como buen isleño, tiene el colmillo lo bastante retorcido para poner en evidencia al muy ministro bien pertrechado de poder centralista como el colonizado que es. El mismo Paulino que cuando lo de Tebeto no dejó a su señorito entregar a la primera una buena pasta, pública por supuesto. Soria estaba empeñado en pagar sobre la marcha y no reclamar ante los tribunales y Paulino se opuso, le retiró las competencias en el asunto, recurrió a la Justicia y le ahorró a los canarios una buena montonera de euros. De ahí viene el coraje que le tiene Soria y allá Bento si se mete en asuntos de personas mayores.

Si me ocupo del subsecretario soriano es porque vuelve a lucir una frivolidad señoritil que debe ser marca del equipo. Repetiré, en primer lugar, que no tiene derecho a descojonarse de las inquietudes de un buen número de canarios que fueron los que arrastraron, no al revés, a Paulino a posicionarse. Su propio señorito, el muy ministro, ha dicho más de una vez que Rivero estuvo al principio por las prospecciones. Lo mismo que él, Soria, estuvo tan en contra que promovió el recurso contra ellas. De lo que se arrepintió por sus motivos de él.

Junto a lo anterior, añadiré que no son pocas las instituciones y las autoridades científicas con conocimiento de la materia que también las han desaconsejado. Creo que la frívola falta de respeto de Bento y su desprecio por las inquietudes de unos y las opiniones autorizadas de otros lo retratan y no precisa subrayados.   

La respuesta de Bento con que remata Anastasio la entrevista lo dice casi todo: “Ya llevamos 20 días de sondeos y se ha demostrado claramente que ni el cachalote que apareció muerto en Costa Calma, en Fuerteventura, es consecuencia de los sondeos; ni las playas canarias están llenas de chapapote; ha pasado un temporal tremendo por Canarias y al barco que hace las catas no le ha hecho ni cosquillas. Ni se han manchado las playas de petróleo, ni se ha hundido el barco, ni se ha incendiado y ha generado ninguna tragedia ecológica”. Está claro que no se entera, por ejemplo, de que técnicos de la propia Repsol han explicado que los riesgos existen y que aun no creándose situaciones catastróficas espectaculares como a las que alude, los sondeos entrañan peligros porque se vierten al mar sustancias peligrosas, como las utilizadas para el mejor funcionamiento de las máquinas. Y no recuerdo bien si fueron ellos o lo leí en otro sitio los que se refirieron a los efectos en la fauna marina de los ruidos bajo el agua provocados por estas actividades, muy capaces de desorientar a especies que frecuentan estos mares. Que el cachalote a que se refiere Bento muriera por causas naturales no implica nada: veinte días no son nada y se necesita algo más de tiempo para que se produzca el daño. Y perdonen que no me tome la molestia de rebuscar en el archivo para abundar en tanta majadería bentiana/soriásica. Si quiere defender las prospecciones, está en su derecho y no seré yo quien se lo reproche. Pero debería ser un poco más educado, que no por eso dejará Repsol de estimarlo en lo que vale para continuar quemando la imagen de la propia compañía que, por cierto, no es muy lucida. Y sobre todo que no nos tome por idiotas.

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