Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

La España de los rumiantes

Mariano Rajoy y Carles Puigdemont.

Jorge Batista Prats

Hasta el momento en que escribo estas letras, seguro que de efímera existencia dado el correcaminar de los tiempos endemoniados que nos viven, siempre había considerado que en el animal apartado de los rumiantes estaban colocados, algunos con hierba y otros sin ella, los bóvidos, los cérvidos, los jiráficos y los camélidos. Ahora, motu proprio, sin permiso ni autorización de nadie o ningú, he decidido colocar a los políticos, a bastantes de ellos al menos, en esa categoría de bichos que, aparte de bien comer y no dejar comer, como el perro de Trajano, se toman su tiempo y el de los demás en masticar y regurgitar los alimentos para volver a masticarlos y regurgitarlos one more time hasta que te sacan de quicio, te desquician y acabas rompiéndote la crisma intelectual en el quicio de una puerta sin salida que no hay quién demonios explique con claridad qué hacía allí donde fue situada por no sé quién. ¡Hable en cristiano! Pues que el procés y sus circunstancias revolucionario/represivas, esa tragicomedia hispana de imbéciles desnortados, me tiene hasta las mismísimas partes pudendas. Que, a pesar del calor que hace en estas islas clavecinas, clavicordias, clavicémbalas y hasta clavelitas, miro hacia abajo y nada de lo más apreciado aprecio. Justo como si estuviera bañándome en aquellas aguas de Islandia de dónde nadie vino jamás.

Es de todos y todas sobradamente y sobradamenta, hierbabuena o hierbahuerto conocido, que los testículos son elementos tan vehementes y empecinados que, aparte de servir a los hombres para descojonarse, acojonarse o hacer las cosas por cojones, llegan a llevarle la contraria a Newton y suben y bajan a voluntad mucho más en función de la meteorología que de la Ley de la Gravitación Universal. Aunque parezca que, en principio, esto no tiene nada que ver con patriotismos, independencias, secesiones, xenofobias, ADN, odios, fraticidios, Estado-Nación, mentira, hipocresía, Gobierno y Govern, izquierda, derecha, delante y atrás, quién sepa leer entre líneas como Pointer, Braco de Weimar (ojo con lo que vino después) o Sabueso, habrá inferido ya que no hay peor huida que la huida hacia delante. Esa que casi siempre lleva al abismo, en tierra, o a las zonas abisales, en la mar.

Esa huida hacia un futuro doblemente desconocido no es más que una brutal ceremonia de la confusión y la manipulación a múltiples bandas, no es otra cosa que una nueva y terrible herida más en el costado de la sociedad civil española, no otro universo que un apocalipsis babeliano y, me temo, el inicio de la desmembración de España o, si no, en cualquier caso, la inmersión de Catalunya en un infierno cuyas llamas no apagarán ni los heroicos bomberos que acudieron a las Torres Gemelas. “El que sí que passarà i està ja succeint és que hem entrat en una crisi llarga i confusa, en la qual tots, catalans i espanyols, sortirem perdent, a més de patir i de barallar-nos entre nosaltres” (Lluis Bassets). Esa combustión, ese incendio, no se extinguirá nunca, que todavía quedan ascuas de la Guerra Civil. Tal vez para España ha llegado el momento de cerrarle la boca a Otto Eduard Leopold von Bismarck , aquel canciller de hierro que nunca logró entender cómo los españoles, a pesar de intentarlo constantemente, aún no han logrado acabar con su país.

Lo más actual de la actualidad

Sería presuntuoso y estúpido pretender dar la última campanada cuando aún no ha sonado la penúltima. El denominado problema catalán dejó hace mucho tiempo de ser una cuestión de la sociedad civil para convertirse en un complejo entramado donde cabe lo peor del ser humano. La actualidad más imperiosa, esa que buscan periodistas y analistas, ha dejado de ser un momento para convertirse en un continuum mutante. La noticia en su profundidad no está por conocer, que es de todos conocida. Estamos pendientes de un Alien, de un monstruo devastador. Conocemos su ser y esencia – cualquier mente sana sabe que ese endriago está ahí – pero dependemos de sus mutaciones, presas de un escenario desquiciado. Así, no tiene interés alguno margullar en cada porqué de la madre de todos los porqués y la mare que el va parir. De eso ya se ocupan aquellos que deben informar de lo que está pasando, en la mayoría de las ocasiones sin saber qué es lo que pasa. Cuando lo que pasa, ya lo dijeron Valle-Inclán y algunos otros, cuando frente a nuestros rostros camina el desfile más recóndito hincado en la piel del toro torturado y desangrado hasta la muerte. No el de La Hispanidad ni el de La Victoria. Es el sentido trágico y deformado de la vida española el que pasa. Es el esperpento.

¿Y qué pasará con esta historia?

No hay otra forma de conocer la Historia que esperar a que pase. Por ello, el poeta árabe Omar Kheyam comentó un día que “como saber no puedes del mañana, la angustia que te causas está cimentada en una ficción”. Aún así, el hombre, sin poder conocer lo que ha de venir, siempre ha sentido terror ante el futuro. Tanto, que la mayoría de las veces ha olvidado el presente sin saber que el mañana no es más que el hoy batido por el temporal de los tiempos. La tradición oral y el refranero lo han recogido desde siempre. Aquellos polvos trajeron estos lodos. No somos otra cosa que el tiempo que se fue. Tanto va el cántaro a la fuente hasta que por fin se rompe. De tal palo tal astilla. Dios los cría y ellos se juntan … Yo mismo escribí hace tiempo que vivir no es más que el arte de hallar felicidad en conducir la carne a la putrefacción. Lo mantengo.

Andan hoy abatidos en la cárcel aquellos mártires que jaleaban a las gentes en la calle repartiendo no bíblica bondad sino odio, que esa cosa que tenemos entre las manos no es una revolución a la antigua usanza. No. Es el Gobierno el que trabaja a las masas. Y ya hay quien ha pensado y dicho que, quizá, en el acto final de la obra, Puigdemont – más alienado y autista que independiente – se enroque en su despacho de la Generalitat y Rajoy – eso ya es cosa mía – deba plantearse, también desde el esperpento, el caos y la perversión de los tiempos, revisitar a su modo el asalto de la Bastilla mientras suena imponente y desafinado La cabalgata de las walkirias.

Si vuelvo la vista atrás, pienso que la transición al paraíso aún no ha sido inventada. Por ello, estoy con Stanley G. Payne en que “El estado de las autonomías fue el gran error, porque debía haber sido más firme en sus límites; su laxitud ha permitido el adoctrinamiento del pensamiento único a través de las escuelas y los medios de comunicación oficiales, y eso es lo que ha llevado a Cataluña a la situación actual”.

El asalto de la Bastilla

El 14 de julio de 1789 un grupo armado de varios cientos de personas tomó por asalto la fortaleza de la Bastilla. Las defensas de la Bastilla consistían en unos 30 guardias suizos y alrededor de 85 inválidos (soldados veteranos no aptos para servicio de campo). Para la fecha, en la Bastilla se encontraban solo siete prisioneros (cuatro falsificadores, dos “lunáticos” y un aristócrata “pervertido”) ninguno de los que podrían calificar como presos políticos o disidentes. La multitud se reunió en las afueras de la Bastilla al final de la mañana, solicitando la rendición, el retiro del cañón y la entrega de las armas y pólvora almacenada. Dos representantes de la multitud fueron invitados a la fortaleza y comenzaron las negociaciones, y otro representante fue admitido al mediodía con demandas definitivas. Las negociaciones se prolongaron mientras la multitud crecía y se volvía impaciente. Alrededor de la 1:30 pm la multitud penetró en un patio exterior indefenso. Un pequeño grupo subió a la azotea de un edificio y rompieron las cadenas de un puente levadizo, aplastando a uno de los parisinos cuando caía. Los soldados de la guarnición ordenaron a las personas retirarse, pero fueron ignorados. Hubo ruido y confusión. Cuando comenzaron los disparos, la multitud se convirtió en una turba violenta. Alrededor de las 3:00 pm los atacantes fueron reforzados con guardas franceses amotinados. El gobernador de la Bastilla, Marquis De Launay, ordenó un cese del fuego a las 5:00 pm y una carta con sus términos de rendición fue entregada a los atacantes a través de una brechabastille en la puerta interior. Sus demandas fueron rechazadas, pero De Launay igualmente capituló, dado que con una limitada reserva de alimentos y sin suministro de agua sus tropas no resistirían por mucho. De Launay abrió las puertas al patio interno, y los asaltantes entraron a “liberar” la fortaleza a las 5:30. La lista oficial de los asaltantes de la Bastilla (en francés: vainqueurs de la Bastille; en inglés: conquerors of the Bastille) compiló 954 nombres. La mayoría eran comerciantes y artesanos de la localidad, en particular ebanistas. También hubo desertores de la guardia francesa. Durante el asalto a la Bastilla fallecieron 98 de los atacantes y uno de los soldados de la guarnición de la Bastilla. Pero más tarde, ya habiendo capitulado tanto la Bastilla como Los Inválidos, el número de soldados y funcionarios monárquicos asesinados por los parisinos se incrementó. El gobernador de la Bastilla, De Launay, supuestamente debió ser escoltado hacia el Ayuntamiento por uno de los líderes de la insurrección, (futuro general), Pierre-Augustin Hulin, pero fue asaltado en el camino. Según una obra del historiador Simon Schama (Citizens: A Chronicle of the French Revolution), ya encontrándose brutalmente golpeado, De Launay habría gritado “¡Suficiente! ¡Dejenme morír!” y pateó en la cara a un pastelero de nombre Dulait. De Launay fue acuchillado repetidamente hasta que cayó en el suelo, su cabeza fue aserrada por un carnicero de nombre Mathieu Jouve Jourdan y clavada en un palo para ser llevada por las calles de París. Los tres soldados de la guarnición de la Bastilla y dos de los Inválidos (veteranos) fueron también linchados, pero la mayoría de los soldados suizos del regimiento Salis-Samade fueron protegidos por Guardias Franceses que se habían unido a los asaltantes de la Bastilla y fueron escoltados a través de la turba y más tarde liberados. Su comandante, el teniente Louis de Flue, escribió un reporte detallado sobre la defensa de la Bastilla que sirvió de registro histórico.

Todo no es Catalunya

Todo no es CatalunyaAunque lo parezca, todo no es Cataluña, porque la historia y la vida no se paran para que suceda un acontecimiento, que son muchísimos los que ocupan los instantes como si de la interpretación de una orquesta sinfónica se tratara. Marruecos, por ejemplo, ha dado un importante salto tecnológico que lo colocará en una situación ventajosa frente a la inmigración, el fundamentalismo y el Frente Polisario. La noche pasada, me comentó un amigo periodista que “con ese satélite seguro que podrán saber si Carmelo Ramírez está en Tinduf o en el Cabildo”.

Por otro lado, sin dejar el mismo, hay quien ha tenido tiempo para apartar el contencioso catalán y dedicarse a otros asuntos. Es el caso de algunos periodistas que se han preguntado acerca de si la economía se había detenido. No ha sido así. Han pasado muchas cosas mientras Puigdemont lanzaba pañuelos al rostro de Rajoy y éste le contestaba de soslayo y con aparente indiferencia, mientras cedía la palabra a Soraya. El circo nuestro de cada día dánosle hoy.

Epílogo

Y mientras esperamos a que en estos minutos pase lo que tenga que pasar, que no será nada bueno, ya que la cuestión va de monstruosidades y monstruos, resulta que hace 200 millones de años no eran esos repetidos y cargantes nombres y siglas que vemos en los periódicos los que cortaban el bacalao. Era el Kayentapus ambrokholohali quien imponía su ley. Su agresiva y carnívora ley. Y lo hacía, al parecer aquí al lado, en África, donde no ocurre nada y ocurre todo. Tenía la alimaña dinosauria 9 metros de longitud y no había quien le tosiera. Sus pisadas han sido descubiertas en Lesoto, hallazgo que ha posibilitado a los científicos afirmar con rotundidad que jamás hubiera sido capaz de tocar un Stradivarius: sus dedos medían 57 centímetros de longitud y 50 centímetros de ancho. Decididamente, Paganini sigue siendo el más grande.

Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Etiquetas
stats