Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Una crisis triste, sin alma

El actual panorama sociopolítico de nuestro país sigue siendo gris y desalentador.

Jorge Batista Prats

He titulado empleando la palabra crisis cuando desde hace mucho tiempo pienso que la actual coyuntura, en su más amplia acepción, no sólo política y económica, no lo es. Porque una crisis tiene recuperación y, al menos para España, no va a haberla de momento, dense los apretones de manos que se den emergentes y no emergentes y pacten lo que pacten para conseguir un Gobierno que, al final, en muy poco reflejará lo que dijeron los ciudadanos en las urnas. Si en una carretera hay un bache, el problema es el bache; pero si la carretera es un paisaje lunar poblado de hoyos y cráteres, el problema es la carretera.

Estamos ante un triste cambio de paradigma – luego explicaré por qué digo que es triste – ante un gravísimo problema estructural del que va a ser complicadísimo salir. No recuerdo ahora quién era el economista que señalaba hace pocos días que, en el futuro, a corto y medio plazo – yo lo extendería también al largo plazo – la Economía no va a ser otra cosa que la administración de la escasez. A mi juicio, ninguno de los gobiernos que puedan formarse en nuestro país, ninguno de los presidentes que puedan acceder a La Moncloa, va a ser capaz de enfrentarse a un Estado hipertrofiado que hace bastante tiempo emprendió una huida hacia delante sustentada en el más salvaje endeudamiento. La sociedad civil está sola como solos se quedan los muertos, después de una vez más haber acudido a las urnas tras escuchar a lo lejos el tañir de campanas que hablaban de cambio. ¿Crisis? ¿What crisis?. ¿Cambio? ¿Qué cambio?. Los partidos políticos no pueden llevar a cabo cambios de calado puesto que ello implicaría tener que actuar en contra de sí mismos. ¿Van a hacerlo? No. Eso, en cuanto a conformación interna. ¿O todavía existe alguien por ahí que cree en el horizontalismo asambleario? Por lo que se refiere a reducir las redes clientelares y modificar los tejemanejes financieros que los sustentan, eso sí que es la madre de todas las entelequias. Sólo existe una forma de que el Estado de las Autonomías se modifique, cosa que sería real y brutalmente un cambio: la secesión. De momento, de Catalunya y País Vasco. Una vez que Mariano Rajoy pensó, o Soraya le susurró algo al oído, decidió llevarse a Javier Arenas desde Andalucía a Madrid para que modificara la estructura del Estado, en la medida de lo posible, con objeto de que barones, mangantes y bandoleros no quemaran las tarjetas a cargo del dinero público. Por aquel entonces, no habíamos visto ese fantástico peinado hacia atrás de Bárcenas, ni a Rodrigo Rato con pinta de indigente falto de Gillette camino del juzgado. Eso sí, con chófer. Nadie supo nunca a qué se ha dedicado Arenas toda esta amplia temporada. Nadie conoce si ha permanecido estático o se ha movido como una duna sahariana. Pero lo que sí sabe todo el país es que no ha sido capaz siquiera de unir dos municipios de 100 o 200 habitantes en uno. ¿Qué alcalde dejaría de serlo?¿Qué corporación perdería poder, nóminas y dietas? … a quejarse al maestro armero. Ahora estamos ante las disputaciones sobre las Diputaciones. Y el Senado, ni tocarlo. ¿O a qué cementerio de elefantes calavéricos y ociosos va a ir el hijo del Rey León para que le ataquen las hienas contratadas por el malvado hermano?

Dar el pego

Desde que Juan Carlos Corínneo I, alias Mataelefantes John, abdicara para retirarse al merengue, la bachata y el vacilón – “Pedro Navajas, matón de esquina, quién a hierro mata a hierro termina” – dejando a España con dos reyes y dos reinas, la Casa Real únicamente ha tenido un objetivo: recuperar el prestigio que estaba sumergido en la ciénaga de Shrek. En principio, se optó porque Felipe VI, conocido como El Preparao, mantuviese la boca cerrada – excepto para no decir nada de interés en Navidad – y Letizia (ya saben que ahora hay peatones y peatonas) se dedicara a pasear modelitos, compararse con otras altezas, y reivindicar dietas y regímenes cuasi anoréxicos en los pink media. Incluso hasta en los más ramplones.

Pasado el tiempo y llegada la resaca del 20-D, aprovechando lo que señala la Carta Otorgada de 1978, cambia la estrategia. Ahora el rey debe parecer que realmente es el Jefe del Estado, mientras la reina se va a tomar cañas con las amigas por Malasaña. ¿Que si quieres arroz, Catalina? Que Rajoy se raja y deja colgao al monarca y Pedro Sánchez no consigue lo que pretende conseguir como toro embolao. Porque Iglesias, desde un puesto más bajo, quiere estar más alto. Rápidamente, los periódicos afectos al no meneallo lanzan una noticia que no es noticia, titulada como si lo fuera. Algo así: “El rey se harta y paraliza el proceso de consultas porque ésto no puede ser”. No. El rey rentabiliza lo poco que puede hacer, después de ver al Congreso convertido en la churrería La Habana de amanecida. Y eso no le viene nada bien. El descojono de los articulistas extranjeros es de antología. Pero el VI tendrá que volver pronto a lo mismo o, en junio, nuevas Elecciones Generales y punto. Mientras, se conoce su respeto – y el de su mujer – a la Justicia, al dar palmaditas en la espalda a un reconocido black card, después de desearle que lo pase bien en San Francisco “lejos de este barullo”. España es el barullo. Decía Omar Kheyam que “como saber no puedes del mañana, la angustia que te causas está basada en una ficción”, cosa muy cierta. Que gire el segundero. ¡Hagan juego señores! Play it again, Sam. Soy el novio de la muerte. Siempre nos quedará el régimen del 78.

La sociedad civil o 'argo'

Hace semanas o meses que me pregunto si realmente en España tenemos sociedad civil. Tuvimos los civiles de Lorca, que siempre venían con sus calaveras de negro y acharolado tricornio, y, según advierto, todavía hay serios civiles por la calle, a los ciudadanos me refiero, que van a los centros comerciales, a las tiendas de telefonía móvil o a las rebajas que ahora duran todo el año, cosa que pone de manifiesto que los precios de antes eran de verdadero tocomocho o timo de la estampita. Pero no veo convivencia ni, por supuesto, civismo y alegría. Algún conspiranóico debe haber decretado “¡Sálvese el que pueda!” y ya, salvo excepciones, es difícil que te contesten los buenos días en el ascensor. La masa es simplemente una suma de individualidades sin unión entre sí. A lo más que se llega es a la secta.

¡Qué curioso y revelador resulta que un sindicalista (?) como Cándido Méndez (UGT) se retire con una comida en el Ritz! ¿Acaso Carmena o Ada Colau han ordenado ya que la mujer del César ni debe serlo ni parecerlo? No sólo los partidos han escapado de la ciudadanía para apoderarse del Estado. También lo han hecho los sindicatos de clase castuza. Se han arrimado sin pudor al sol que más calienta – cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo – y, con la Reforma Laboral de AP/PP en carpetas de la mejor piel, sus mandamases se dedican a los almuerzos de trabajo y mariscadas de ácido úrico mostrando, al remangarse para atacar las centollas, brillantes relojes de lujo. De los más horteras, claro. Desde los tiempos de la Universidad, todos conocíamos a la derecha o derechona y a los grises – Gramsci: “La Policía es el órgano represor de la clase dominante” – pero no habíamos caído en el grado de traición e infamia al que podía acceder la izquierda – una izquierda sin valores jamás puede denominarse izquierda, aunque las ideologías en el sentido clásico estén más que trasnochadas – la izquierda, digo, la misma que ya dio muestras de su hacer cuando se montó la lluvia dorada de la llamada Transición. ¿A dónde?

Nuestro amigo, el muy estimado señor Albert Einstein – una vez más en la cima de la Ciencia, al haberse comprobado la existencia de las ondas gravitatorias – pronunció una vez una frase maravillosa que he recogido en algún escrito: “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez, esperando diferentes resultados”. Y los españoles han vuelto a votar sin elegir. Para, con total seguridad, tener los mismos resultados: una partitocracia carente de escrúpulos. Y, si no es así, que se demuestre con hechos. Las promesas, a Cristo, Buda o Allah.

¿Por qué tristeza?

Al comienzo de este texto decía que, a mi parecer, estamos ante “un triste cambio de paradigma”, dado que sufrimos un gravísimo problema estructural. Y me comprometía a explicar por qué usaba ese calificativo, triste, sin que Chopín me hubiera soplado nada acerca de su Estudio OP. 10 nº3. A ello voy. Y, para ello, reflejo ahora y aquí mismo una corta opinión a la que tuve acceso hace bastante tiempo, cuando me dio por vérmelas con Francis Scott Fitzgerald y su esposa Zelda. Alcohólico y demenciada, frívolos en ocasiones, pero, aún así, genios al describir qué diáblos era lo que pasaba por los años veinte, los clubes de Jazz, los mafiosos, el crack del 29 y la impecable figura de Gatsby. Venía caminando con decisión, impoluto, elegante, con sombrero … todo de blanco … ¡Implacable!

Bien, pues es el escritor francés Gilles Leroy, quién ganó en el año 2007 el premio literario Goncourt con su novela Alabama Song, el que dice: “Es verdad que la crisis” – la de hoy – “se parece a lo que contaron en sus libros, pero lo que no siento es la gran explosión de creatividad que marcó los años veinte, cuando se forjó una nueva pintura, una nueva literatura, se cimentó el lenguaje del cine… Ahora tenemos la crisis; pero no el fantástico impulso creador”. Por ello es triste, patético, esperpéntico, el cambio de paradigma. Que no es construcción sino destrucción y se vio venir (salvo Zapatero), llegó, sigue llegando y continuará con lenguas de fuego aún más terribles. No hay Cultura. Y vuelvo a recomendar la lectura del libro de Antonio García Trevijano Ateismo estético. El arte del S.XX y también, ¿por qué no?, El progreso decadente de Luis Racionero. Cualquier otro – serio, eso sí – sobre el posmodernismo, también vale. No está mal hablar con Chomsky un rato.

La economía se ha convertido en burda explotación en los antípodas del prometido Estado del Bienestar – Va pensiero. Muy pronto llegarán nuevos modelos de depredación que ahora se gestan en las sombras – y la política, en espectáculo grotesco donde el pudor ha desaparecido. ¿Que se fizo de aquellos perroflautas que hacían potajes – políticos y gastronómicos – en las plazas de las ciudades españolas?¿A dónde fueron los rastas de las decisiones horizontales?¿Dónde quedaron esos temas tan fundamentales que había que cambiar para salvar al planeta y sus sociedades? No woman, no cry. ¿Dan vueltas en círculo?¿Marean la perdiz? Política es hoy cambiar el nombre de una calle, exigir a los muertos que se incorporen para cachearlos e identificarlos, levantarse la falda para miccionar en la vía pública, considerar arma blanca el pene del hombre, pervertir el lenguaje oral, escrito e icónico abanderando una esquizofrénica defensa de la igualdad sexual. Política es la mala educación, lo soez y lo grosero. La exhibición obscena de lo más íntimo buscando la foto del escándalo. Me temo que política ya nada tiene que ver con polis. El término está mucho más cerca del Infierno de Dante.

Ahora les dejo con Scott. Imaginen, mientras leen – si quieren hacerlo – que, merodeando sus nostálgicas palabras, suena How deep the ocean, interpretada por Ben Webster al saxo tenor y Oscar Petterson al piano:

“Ahora tenemos apretado el cinturón una vez más y ponemos la expresión de horror adecuada cuando volvemos la vista hacia nuestra desperdiciada juventud. A veces, sin embargo, hay un rumor fantasmal entre los tambores, un susurro asmático en los trombones que me devuelve a los primeros años veinte, cuando bebíamos alcohol de madera y cada día, en todos los aspectos, nos hacíamos mejores y mejores, y hubo un primer intento abortado de acortar las faldas y las chicas parecían todas iguales con sus vestidos suéter y personas que uno no quería conocer cantaban: Yes, we have no bananas, y parecía sólo una cuestión de unos pocos años que la gente se hiciera a un lado y dejara que el mundo lo manejaran quienes veían las cosas como eran – y todo eso nos parece rosado y romántico, a nosotros, que entonces éramos jóvenes – porque no sentiremos tan intensamente lo que nos rodea nunca más”.

Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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