El lugarteniente de 'El Chino' niega haber cambiado droga por explosivos

El supuesto lugarteniente de Jamal Ahmidan, El Chino, Rachid Aglif, El Conejo, negó haber intervenido en el intercambio de hachís por los explosivos empleados en el 11-M, aunque admitió haber participado en una reunión con los principales acusados en la trama asturiana de los explosivos.

Aglif, décimo acusado en declarar en esta quinta jornada de juicio que se enfrenta a una petición del fiscal de 21 años de cárcel, negó también haber traficado con drogas con El Chino -uno de los siete suicidas de Leganés-, pero luego reconoció haber “trapicheado” con el acusado Rafá Zouhier y con Lofti Sbai, supuesto “socio” de Ahmidan en este negocio ilegal.

Sobre la reunión en la que dijo haber estado, aseguró que en ella sólo se trató de la venta de hachís, aunque negó que los asturianos -el ex minero José Emilio Suárez Trashorras y su mujer Carmen Toro-, así como el ex confidente de la Guardia Civil Rafá Zouhier, también allí presente, le ofrecieran explosivos a cambio de la droga.

Esta reunión se celebró el 28 de octubre de 2003 en un restaurante de comida rápida y en ella, según la investigación, se produjo el acuerdo entre la trama asturiana y la célula que lideraba El Chino para la obtención de los explosivos con los que se perpetraron los atentados.

En cuanto a su relación con El Chino, Aglif, detenido el 6 de abril de 2004, admitió que tenía confianza con él, pero no porque traficara con drogas con él, sino porque era “buen cliente” de la carnicería de sus padres, aunque admitió haber trapicheado con el acusado Rafá Zouhier.

Respecto a las 21 llamadas registradas entre él y El Chino en uno solo día las justificó en que “tenía amistad con él como un amigo y nos llamábamos”, y calificó de incierto que su tarjeta de móvil pudiera estar en el terminal Ahmidan el 9 de marzo a las 21.23 horas “porque yo a ese hombre no le vi” ese día.

Relató que cuando El Chino volvió de Marruecos de cumplir condena, éste regresó “un poco más serio” y “más cerrado” y reconoció que se convirtió en “extremadamente religioso”.

Aglif también reconoció que en alguna ocasión le compró tarjetas telefónicas al acusado Jamal Zougam en el locutorio que éste regentaba en el barrio de Lavapiés.

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