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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El derecho a la indignación más allá del 15M

Premium 15M

Fernando Del Rosal / Fernando del Rosal

Las Palmas de Gran Canaria —

“El primer palo se lo llevó el PSOE, muchos de los que estábamos allí éramos votantes desencantados con el PSOE tras las reformas, se le cayó la careta a Zapatero, y ya no había manera de ponérsela de nuevo”. De ahí, lo demás: “Vemos que los sindicatos no defienden nuestros intereses, los partidos políticos tampoco, tendremos que hacerlo nosotros solos, y en eso estábamos todos juntos”.

Cuando recuerdo el 15M, dos años y ocho meses después, surge la palabra expectativas, algo que refrendan algunas fuentes aún activas en el propio movimiento social, en Gran Canaria. “Sí, superó las expectativas del propio movimiento porque no fue planeado”.

El 15M nace de una manifestación de Democracia Real Ya (DRY), que no llegaba a la decena de miembros en Las Palmas. Su novedad vino porque fue organizada por la propia ciudadanía, quien quería se apuntaba, y DRY se encargó de coordinarla. Y si antaño era en los ateneos, universidades, cafeterías o bibliotecas donde surgía el movimiento social y político, esta vez la plataforma fue la red de redes. La chispa fue una publicación en facebook que versaba: “Hemos creado un grupo de coordinación de iniciativas para poder articular una voz común entre todos. Pedimos que se unan única y exclusivamente aquellos responsables y administradores de las distintas páginas y grupos que comparten los mismos ideales para luchar contra este sistema injusto, o bien aquellas personas que estén dispuestas a participar de forma activa para discutir, difundir y coordinar acciones”. De ahí al “gracias por compartir, me uno” o al “comparto”, tan sólo un clic, o varios cientos, o miles, al fin.

El movimiento tuvo unos procesos de participación novedosos que partían de aquella manifestación, una semana antes de las elecciones autonómicas del 22 de mayo de 2011, “y luego ya se vería qué hacer”. Pero a la marcha acudieron más de 10.000 personas en la capital grancanaria. En Madrid, mientras, unos 50 pasaron la noche al raso, lo que dio origen a las acampadas del 15M. El espíritu inicial era el apartidismo y asindicalismo, que no anti. Un movimiento prominentemente juvenil que, con la permanencia de aquellos pioneros sobre los adoquines de la Puerta del Sol de Madrid, encendió la mecha de la rebeldía cuando la Policía Nacional los desalojó. Como consecuencia, la gente empezó a acampar no sólo en Sol, sino en casi todas las ciudades y algún pueblo, en protesta contra aquel hecho. Ese fue el “aliento divino” que dio vida al barro original de DRY, a partir de entonces con menor control sobre una iniciativa que acabaría en las propias plazas. Además, se organizaba de forma asamblearia, un modelo de funcionamiento que salió de Sol, el referente. Hubo un contagio brutal, nadie marcaba las pautas. Por contra se optaba por copiar los modelos de acampada que gustaban más.

El primer día acamparon cerca de seis personas en San Telmo. Al segundo día se elaboró con urgencia un modelo para notificar la acampada a la Delegación del Gobierno y dotarla de consistencia legal. El trabajo en común seriamente organizado alumbró la primera comisión, una suerte de asesoría jurídica que permitiera a los acampados situarse en el ordenamiento y ante la ley. “Eso complicaba el sacarnos de aquí a palos saltándose la ley, conocer nuestros derechos”. La original protesta se fraguaba en un metal cada vez más fuerte a una semana de las municipales, “que eso hizo mucho daño”, recuerda uno de los activistas.

Qué pasaba, “la gente se paraba aquí y hablaba de política. Montamos un punto de información donde informábamos de cosas que en internet habíamos leído pero a la que mucha gente no tiene acceso por la manipulación mediática. Sabemos que los grandes medios de comunicación están todos en unas pocas manos”. No había despiste o interferencias, ruido informativo lo llaman los teóricos, pues en la plaza se iba al grano: “Al bipartidismo, tripatidismo en Canarias, se va a la corrupción, se va a cómo se favorece a los banqueros y se piden unas mejoras en lo público, por supuesto de la manera más inclusiva posible, recordemos que el 15M funciona mediante la búsqueda del consenso”.

Aún así, por sus propias características, atrajo a portadores de principios opuestos o tangenciales; “yo entré siendo socialdemócrata y salí siendo anarquista”, dice la misma fuente. Cambió conciencias. Los primeros días, aparte de las reivindicaciones políticas, aquella modalidad posmoderna de ágora clásica “se usaba para que la gente se desahogara y hablara de y con otras personas en asambleas de 200, 300 ó 500 personas, donde la gente venía y hablaba, no era un trabajo tan organizado como se hizo luego”. Sí que se empezó desde un primer momento a organizar, pero tenía mucho de despresurización.

Fue un movimiento que nació de la auto acción, las personas actuaban motu proprio, se empiezan a organizar motu proprio, y al hacerlo comenzaron a molestar, se le pegó el olor de la alegalidad, no encajaba en los esquemas de las administraciones. Ahí empieza el problema del orden y la ley.

La segunda gran rebelión del 15M, tras la acampada en sí, que se lleva a cabo entre domingo y lunes, se precipita cuando el viernes la Junta Electoral Central emite un dictado que dice que las acampadas no pueden estar en la jornada de reflexión, el sábado. “No, nosotros nos quedamos porque estamos contra esto, porque no vemos a todos los partidos quitando los carteles que inundan la ciudad, y sabemos que la prensa afín se la va a pasar por el forro”. Desobediencia civil: “No era justo, ¿saltarnos la jornada de reflexión? En ningún lugar hay más reflexión que en esta plaza”, reivindican en el colectivo asambleario. Luego, ocupaban las calles sine die, y “decidimos quedarnos desafiando a la junta electoral”. En esas se manifestó la empatía y la solidaridad recíproca entre los acampados. “Tuvimos situaciones de conflicto y les opusimos la acción colectiva, si había una reyerta iba todo el mundo a interponerse”. Llegó a intervenir la policía en la céntrica plaza frente al Hoyo, se activó el protocolo de conflicto y sin aviso las fuerzas de seguridad vislumbraron a entre 200 y 300 personas aproximarse. “Hubo, miedo, llegaron refuerzos, la Unidad de Intervención Policial (UIP). Pero no terminó en nada, el 15M siempre ha sido no violento”.

Además, estaban todos los ojos puestos en la plaza, no podía haber actuaciones indiscriminadas o que al fin quedaran impunes. Una espada de Damocles pendía sobre la Administración, “si desalojaban, con la simpatía que adquirió el 15M iban a tener un bajón increíble en las urnas”. Ya se estaba hablando en la calle, de hecho y más allá de las reivindicaciones emitidas por la oposición del Partido Popular, del adelanto de las Elecciones Generales, un hecho poco después.

Seamos realistas, pidamos lo imposible

Y ganó la derecha aquellas elecciones, y las siguientes, “porque la izquierda se desmoviliza, es normal. El problema es que la derecha suele ir en bloque, y aún así ganó la derecha con voto prestado de los indecisos”, opinan en la asamblea de San Telmo, donde aún se reúnen algunos con cierta regularidad. Los partidos con más medios propagandísticos consiguen un mayor porcentaje de adhesión de los indecisos. “La incultura de gran parte del pueblo español no es fortuito, es un esquema de dominación”. Y sin embargo, “va a ser de los pocos períodos donde un partido no gane dos legislaturas seguidas, la gente está diciendo que estos dos años han parecido cuatro, si llega a los cuatro es que el pueblo está dormido aún, si repite más vale emigrar que quedarse aquí porque no hay salvación posible”.

Desde una perspectiva materialista, el 15M propició la victoria de la derecha, pero no se debe menospreciar la reacción de la segunda marcha, en junio, y las acciones y plataformas en que ha derivado el movimiento social desde entonces. “Eso es el corto plazo, casi todos los partidos tuvieron que pillar elementos del discurso del 15M. Los cambios no se dan de un día para otro, son resultado de un cambio de mentalidad; ahí empezó y los partidos lo intentaron mitigar adoptando parte de sus formas. Bajo el miedo de que gane la derecha hemos tenido siempre que elegir al PSOE incluso cuando no estábamos convencidos de ello, el voto útil. En la plaza se decía, si siempre estás votando al menos malo vas de mal en peor, porque es menos malo que lo que había antes, que era menos malo que lo anterior, no, no, vas a peor, ya está bien, hay que romper la baraja porque te metes en el juego de que te quitan y te quitan puesto que vas siempre a lo menos malo”.

Y las réplicas del terremoto fueron a más antes de decaer. La primera manifestación tuvo un impacto, pero la verdadera efervescencia nació de las acampadas, de las que deriva la manifestación de finales de junio y la marcha del 23 de julio. “No llegaron a las magnitudes de la huelga general, pero en parte también el 15M ha influido en todo esto, cada vez hay más gente con ganas de luchar, y no sólo queda eso, queda el desencanto con el bipartidismo, hay mucha gente de derechas que no piensa votar al PP. Se habla de la necesidad de una regeneración democrática, a día de hoy casi nadie dice que esta democracia funciona bien y eso es algo que es mérito del 15M también”, subraya el mismo joven activista.

Se hablaba de una aspiración hacia la abstención como arma política. “En el 15M, en general dábamos información en contra del voto en blanco, decíamos que votar en blanco es probablemente la peor de las medidas si quieres acabar con el bipartidismo”. Había varias corrientes dentro del 15M, unos hablaban de abstención, otros de voto nulo y otros hablaban al principio del voto en blanco. Desde el consenso se abogaba por el voto anti-bipartidista o tripartidista, desterrado el voto útil. “El problema del voto en blanco se explicó, cómo suponía una barrera para que los partidos pequeños entren al reparto de representaciones al aumentar el porcentaje total de votos válidos emitidos. Es la de que gane el más grande,” postula el grancanario, “no es lo mismo repartir 100 diputados entre tres, que hacerlo entre cuatro”. La labor fue absolutamente informativa. Se habló del voto protesta, como la abstención activa, introducir un chorizo en el sobre, por ejemplo, dejar claro que “te abstienes porque no estás a favor por el sistema que hay”.

Así pues, el caos se erradicaba de las plazas, “el método de organización es el método anarquista, totalmente horizontal, de abajo a arriba, libre asociado y asambleario. Ahora, todos los que estaban y están no son anarquistas, simplemente se coge el modelo”. El movimiento cosechó dos manifiestos iniciales, declaraciones de principios. Ante el grito de “que no nos representan” y “cuando el problema que la gente percibe es la corrupción de los representantes” se buscaba un sistema que no ofreciera la susceptibilidad de corromperse y que busque la representación directa. Esta es más una consecuencia, que una causa, “si no hay cabezas que sobresalgan no hay cabezas que cortar”.

¿Qué ha quedado? En San Telmo dicen que son “cuatro gatos sí, pero resulta que somos 10 personas activas en San Telmo, otras ocho en Schamann, unas pocas en el Cono Sur, en La Isleta y Guanarteme, sumas el número de activistas que quedan del 15M y la proporción no es despreciable, son más de los que van a más de una de las asambleas en un partido”.

Permanece el 15M en la Aldea, el Sur, Arucas o Santa Brígida, la mayoría como células independientes, adheridas a su realidad interna, al acecho del poder. “Aún así se mantiene vivo, y es una amenaza latente, si hay que volver a salir esto está, no hay que partir de cero porque hay un trabajo previo, unas actividades en curso”. Es interesante apreciar que el 15M ahora va con voz, cierta autoridad moral y consideración a las reuniones de la Asamblea Popular, donde trata de tú a tú a sindicatos y organizaciones de izquierda. Así que las asambleas ciudadanas se han hecho un hueco en el activismo y “nadie con un poco de visión puede negar que el 15M tuvo un impacto muy grande, y que en parte creo que nadie quiere que muera. Se ha dicho que se transforme”.

La efeméride se ha perpetuado, los distintos grupos barriales y plataformas ciudadanas producto del 15M “han cumplido su función porque han intentado enfocar su trabajo a su entorno, algunos lo han conseguido, otros no”. San Telmo, por ejemplo, siempre se quedó como algo más general, no ha tenido esa interactuación con su entorno y es algo que precisamente después de dos años y medio evoluciona, “porque estamos hablando de que nuestro proyecto fundamental ahora mismo no es ya hacer manifestaciones, porque vemos que la gente no responde a eso, sino emprender una serie de acciones que modifiquen el entorno y ayuden a cambiar la forma de pensar, tirar más por la vía de protestas sorpresa que llamen la atención” y hagan pensar pero que no acarree la erosión que supone organizar grandes concentraciones.

Son los performances y acciones o el proyecto de crear un comedor social los fines de semana. “Hay un problema, la gente que está en la calle tiene que depender de los comedores sociales de La Isleta o Escaleritas, el objetivo es repartir comida por los alrededores, además de una manera no caritativa, sino solidaria, buscando que la gente que vaya al comedor se acabe implicando, montar una asamblea de comedor y ponderar el problema de esta necesidad, luchar contra la exclusión e intentar coordinarlo en el ámbito vecinal para que se participe”. Al modelo de la protesta se le implementa, pues, la actividad autónoma. “En los casos más claros de dejadez del Estado como garante del bien común, como es este, ¿dónde está? Pues ahí se trabaja”. La organización ciudadana tiene como objetivo forzar a la “casta” política a desmoronarse si no se reinventa.

Cabe recordar que la ola del 15M levantó movimientos por todo el Estado español, con manifestaciones de gran impacto social y mediático como “Nuestra educación no pagará vuestra deuda”, la “Manifestación por el derecho a la vivienda”, la “Marea ciudadana contra el golpe de los mercados” y el “Pueblos unidos contra la Troika (Peoples United Against Troika)”.

La labor del movimiento deja tras de sí plataformas autónomas, como Marea Azul; NúmeroDePlacaYa; Plebiscito Ciudadano (Marea Ciudadana); Yo no pago; Marea Verde; Estafa Luz; Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión social; Tribunal Ciudadano de Justicia; Marea Blanca y un sinfín de agrupaciones, todas con las redes sociales como canal primordial de propaganda. Pero el gobierno está prevenido y el reciente anuncio de una ley sobre seguridad ciudadana parece auspiciar un futuro ordenamiento con “blindajes” anti 15M.

Criminalización

La letrada isleña Isabel Saavedra participó activamente y como asesora en el 15M, y cree que el de la ley de seguridad ciudadana es un anteproyecto que, “como abogada, considero que es anticonstitucional, se está limitando el derecho de manifestación, de libertad de expresión y que además los están haciendo para protegerse los políticos como casta. Han visto que en un momento dado a ellos hay que exigirles su compromiso de representarnos y están asustados, no porque hayamos ido de forma violenta. Los escraches, la campaña que propiciamos por la Iniciativa Legislativa Popular (de que se ponderaran las propuestas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca para la ley sobre desahucios en el Senado) eran pacíficos. Acercarme a un político y esperar a que salga para preguntarle qué va a votar me parece lo mínimo cuando te está representando, a mí y a muchos millones de españoles”.

La controversia es palmaria, más dado el hecho de que en el Consejo de Ministros se sigue modificando. “Eso tuvo que ser un globo sonda que han echado y la gente se ha indignado, porque la ley pretende criminalizar estas actuaciones, ven que la gente cada vez está más quemada y encima lo sacan del ámbito penal, que da garantías para la persona imputada que tiene un juez que va a velar para que se cumpla la ley, y lo llevan al administrativo y otorgan a la autoridad administrativa el multarte o no”, asevera Saavedra.

El borrador desvelado tipifica 55 infracciones, como las protestas no autorizadas ante el Congreso si conducen a “la perturbación de la seguridad ciudadana que se produzca con ocasión de reuniones”, entre otras medidas como la de infracción menor del uso de imágenes de los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad.

Isabel pondera la medida como un abuso: “Me parece un disparate, no hay necesidad de crear sobre lo existente, no es una cosa nueva, es criminalizar a una ciudadanía que lo está pasando mal”. Y pone el acento en la particularidad de que es un anteproyecto sobre el que tanto asociaciones como Jueces para la Democracia, Jueces Francisco de Vitoria o el Sindicato Unificado de Policía, han dicho que les parece inconstitucional o va en contra de algunas leyes del Estado; “parece algo propio de Estados autoritarios”, sentencia.

“Espero que no nos tengan que tirar de las orejas desde Europa y que el Tribunal Constitucional, si esto sale para adelante de la manera que se está diciendo, sea el que ponga freno a esta locura, porque al final vamos a ser el hazmerreír de Europa” una vez más.

El borrador ha sido debatido en la Comisión General de Secretarios y Subsecretarios, algo que aparenta un traspaso rápido a las Cortes para su aprobación. Pero Saavedra se muestra cauta y esperanzada: “Espero que esta medida, si se da, no afecte demasiado a los ciudadanos, porque cuando ya lo has perdido todo y vives en la economía sumergida porque no tienes otra manera ¿qué más te da una multa? Lo que no hay que hacer es asustarse. Es algo que no se va a evitar con multas, estamos totalmente embargados por los bancos, no hay nada que perder, es poner a la gente al límite”.

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