Silencio, se pacta

Un político tan bregado en patinazos dolorosos y consensos históricos, como es José Miguel Bravo de Laguna Bermúdez, no podía salir del salón de plenos del Cabildo de Gran Canaria sin decir al menos esta boca es mía. Se debatía crear una comisión de investigación sobre la gestión de su vicepresidente primero Juan Domínguez al frente de la vieja Feria del Atlántico, por la denuncia al pleno del ex presidente ejecutivo de Infecar, Lorenzo Olarte, cesado este mes por ello.

Y se trataba también, ante la insistencia constante de PSC-PSOE, NC y lo que queda de CC, de aclarar aquel almuerzo en el hotel Parque, en el que Olarte asegura haber recibido una proposición indecente. Aquel almuerzo descrito por el presidente del CCN, Nacho González, por el hecho de que Bravo no paraba de pedir “platos y más platos” y que, en un momento dado, la presidenta insular del PP, Australia Navarro, comenta a Olarte que presidir la Zona Franca le reportaría 4.500 euros mensuales, mucho más del doble que al frente de Infecar.

El almuerzo del Parque no pasará a la historia isleña como el pacto de Las Cañadas, aquel parto de la Autonomía en que el centrismo grancanario de los Olarte, Bravo y compañía prefirió tener la Delegación del Gobierno de España y la Jefatura Superior de Policía en Las Palmas de Gran Canaria a compartir, al menos, el Parlamento de Canarias con Santa Cruz de Tenerife. Pero de este almuerzo, sí que su menú y sus cafés, sus disquisiciones políticas y laborales, quedarán adosados hasta 2015 a la presidencia de este Cabildo, sujeto, no al capricho e instigación al transfuguismo de un político correcto como es Bravo, sino al desastre que hizo con su lista CC en la isla por querer hacer daño a NC.

Porque, más allá del ruido a veces cómico, las otras vergonzoso, de cómo desde NC solo Carmelo Ramírez sabe sacar pimienta en un debate cabildicio, o cómo el propio Juan Domínguez se arrastra por el fango de su asesoramiento de trinchera gladiadora poniendo el ventilador en marcha para, además, encharcarla hasta el fondo, lo que realmente quedó en el aire es que Bravo almorzó el 21 de diciembre con Olarte y en presencia de todos los capitostes ya publicados: en su impecable y esperado alegato final, el presidente del Cabildo se limitó a enumerar lo que ha hecho desde el 27 de diciembre, la fecha en que el ex presidente de Infecar desveló los pufos al pleno. Y de paso a repartir a todos a diestro y siniestro, recordando los cadáveres que tiene cada cual en su armario. Ni media del hotel.

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