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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Las otras tres veces que Soria mintió o presentó recibos falsos ante un juez

Recibos con los que José Manuel Soria justificó que pagaba el alquiler del chalet a Javier Esquivel.

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

El ministro de Industria, Energía y Turismo no tiene una factura con la que justificar ante el juez y ante la opinión pública que pagó enteramente sus vacaciones en el hotel Breathless Punta Cana, como ha denunciado este periódico. Si, como él mismo ha sostenido este miércoles, todo lo que tiene de ese asunto ya está en poder del juez, se repite la historia porque no es la primera vez que José Manuel Soria presenta documentos insuficientes o directamente falsos ante un juzgado para tratar de justificar los tratos de favor de que es objeto en consideración a su cargo. Su trayectoria de veinte años en cargos públicos (fue elegido alcalde de Las Palmas de Gran Canaria en 1995) está plagada de comportamientos sospechosos que le han requerido un notable esfuerzo de inventiva para zafarse de la justicia o, en la mayoría de los casos, para intentar meter en la cárcel al periodista incómodo.

21 meses de gorra en un chalet de lujo

Siendo presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Manuel Soria permuta el pequeño chalet en el que vivía en el barrio residencial de Tafira Alta, en Las Palmas de Gran Canaria, por un solar. Mientras le construían su nueva mansión, en la que vive ahora, necesitaba una vivienda a la que trasladarse con su familia, pero sin perder calidad de vida. Más bien lo contrario, porque lo que consigue es un fabuloso chalet en el vecino municipio de Santa Brígida, también en una urbanización de lujo. Se lo pone a su disposición un generoso empresario, Javier Esquivel, presidente de OPCSA, la operadora de la terminal de contenedores del Puerto de La Luz y de Las Palmas.

Durante los 21 meses que Soria habita ese chalet no paga un solo euro. Así lo demostró en su día Canarias Ahora consultando la contabilidad oficial de la empresa propietaria del chalet en la que no aparecía ningún cobro por ese inmueble y sí un asiento contable en el que toda la deuda se cargaba a la cuenta de socios, concretamente a la que correspondía al empresario Esquivel.

¿Y qué sacaba a cambio de esta generosidad el empresario? Muy sencillo: una concesión directa, ajena a cualquier clase de concurso, para instalar megaturbinas de producción de energía eólica en el muelle de Arinaga (Agüimes) para lo cual era necesario que Soria desde el Cabildo hiciera decaer un proyecto público que tenía esa misma intención y, en compañía de su hermano Luis, consejero de Industria del Gobierno canario, conseguir la concesión en la Autoridad Portuaria de Las Palmas, en cuyo consejo de administración ambos eran vocales.

Al ser descubierto y frustrarse la operación, Soria se querella contra los dos periodistas que habían publicado y divulgado la información, uno de ellos el mismo que ahora ha divulgado sus vacaciones a precio de saldo en el Caribe. Y para conseguir que prosperara la condena que pedía (dos años de cárcel y 1,5 millones de euros de indemnización), presentó al juzgado un contrato de arrendamiento y unos recibos que el juez rechazó por completo al considerarlos “pintorescos” y ajenos a “lo que es habitual en el tráfico jurídico arrendaticio”.

Los recibos no tenían membrete ni cuño, a pesar de tratarse de una mercantil dedicada al arrendamiento de inmuebles; tenían todo el aspecto de haber sido extendidos deprisa y corriendo por la misma persona el mismo día, con la misma tinta y con errores de fechas propios de esas urgencias. Para ajustar el pago de un año contable, se extiende un recibo por cuatro mensualidades cuya suma no coincide con la renta mensual que se paga en el resto… Un desaguisado de tal calibre que quedó patéticamente de manifiesto en el juicio oral durante las declaraciones como testigos del empresario amigo y de su esposa, a la que endosaron la responsabilidad de ser quien confeccionó los recibos y quien cobraba mes a mes cada cuota en metálico de mano de la esposa del ministro, la procuradora de tribunales María del Carmen Benítez.

Los periodistas fueron absueltos y José Manuel Soria condenado a las costas por manifiesta mala fe en su querella. Pero la Audiencia Provincial de Las Palmas aceptó sus explicaciones y se las perdonó posteriormente ratificando el resto de la sentencia.

“O retiras el recurso o no trabajas más en Gran Canaria”

Para poder querellarse contra el mismo periodista que descubrió la dádiva del chalet, José Manuel Soria tuvo que mentirle a dos jueces. A una primera, en un juicio oral, le dijo que él jamás se había preocupado por el agua de abasto de Las Palmas de Gran Canaria mientras fue alcalde de la ciudad más poblada del Archipiélago que tiene que recurrir al agua de mar, previa desalinización, para poder atender la demanda. Lo sostuvo para negar que hubiera dejado instrucciones a su sucesora en la alcaldía, la también popular Pepa Luzardo, para que adjudicara un concurso de membranas para potabilizadoras a la empresa Isolux a pesar de que su oferta quedó novena en el concurso público convocado a tal fin.

Luzardo se vio obligada a pedir otro informe a un técnico manifiestamente incompetente (un ingeniero destinado en recogida de basuras) para que la oferta de Isolux pasara de la novena a la primera. Y así se hizo, el concurso se adjudicó a la compañía que por entonces presidía Luis Delso a pesar de su inexistente experiencia en el sector, lo que motivó severos problemas en el abastecimiento de agua, incluida una contaminación por alta concentración de boro.

Lo que no esperaba Soria es que durante el juicio declarara, a propuesta de la defensa del periodista, un empresario que siempre había tenido buenas relaciones con el que por entonces ya era presidente del Cabildo de Gran Canaria. Ese empresario era el representante de la empresa que inicialmente había ganado el concurso, quien declaró ante el tribunal que Soria le dijo delante de varios testigos que debía retirar el recurso porque de lo contrario su empresa no volvería “a trabajar más en Gran Canaria”. El recurso fue retirado y la adjudicación a Isolux se produjo sin mayores contratiempos, hasta que apareció Canarias Ahora para denunciarlo.

No contento con la absolución del periodista también en este caso, Soria lo denunció, junto al empresario que declaró como testigo, por el delito de presentación de testigo falso a juicio. También durante la instrucción de esa querella, Soria volvió a desplegar su verbo mendaz: cuando el magistrado le preguntó si conocía al testigo al que había demandado, el ministro declaró que no, que no lo conocía de nada. Su esposa, la procuradora María del Carmen Benítez, es madrina de una de sus hijas. La cara del juez cuando supo la verdad fue todo un poema.

Pagaba más de 4.000 euros en metálico

Pero el caso judicial que catapultó a Soria al estrellato nacional fue, sin duda, el del viaje del salmón, así llamado porque tuvo como dádiva más evidente tres vuelos en jet privado desde Gran Canaria hasta Salzburgo, desde Salzburgo hasta Gran Canaria y de Gran Canaria hasta Trodheim (Noruega), a la pesca del salmón. El regreso a la isla se produjo en vuelo regular porque el aparato fue enviado a Londres a una revisión.

Soria era todavía presidente del Cabildo de Gran Canaria, institución que tenía que decidir la declaración de interés general de un proyecto turístico de lujo y de gran envergadura (5.000 camas) propiedad del dueño del jet, el empresario noruego, ya fallecido, Björn Lyng. La urbanización recibió todas las bendiciones del Cabildo y del Parlamento, donde el hoy ministro de Turismo votó favorablemente, aunque a la juez que le investigaba le dijo que no.

Cuando estalló el caso Salmón, José Manuel Soria y su familia llevaban varios años veraneando en la modalidad Punta Cana en el complejo de lujo Anfi del Mar, del mismo empresario noruego. Cuando a petición de la magistrada la Policía investigó aquellas estancias durante los años 2003 a 2007, justo el periodo en el que el ministro fue presidente del Cabildo, no apareció en sus cuentas corrientes rastro alguno que se correspondiera con las facturas que milagrosamente Soria sí aportó a aquella causa, abierta años después. No había pagos con tarjeta, ni transferencias ni reintegros en cajeros automáticos.

La respuesta que dio el imputado a aquella situación tan extraña fue que antes de salir de vacaciones siempre preparaba unas cantidades en metálico para hacer frente a los gastos. Esas cantidades que desembolsó en Anfi del Mar oscilaron entre los 1.500 euros de su estancia en 2006, a los 4.286 que puso billete sobre billete por sus vacaciones de 2004. ¿Y de donde sacaba esas cantidades? Siempre según sus explicaciones, de los pagos que recibe su esposa como procuradora y de lo que él cobraba del Grupo Parlamentario Popular en concepto de sobresueldos.

Ahora, con ocasión de sus cuatro noches en el hotel Breathless Punta Cana, Soria sostiene que “siempre” paga sus vacaciones con tarjeta “previa factura” del establecimiento. No siempre, o mejor dicho, casi nunca, ha sido así.

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