''No tememos el desalojo, esta casa no tiene dueño''

“La gente que nos conoce, nos conoce y sabe lo que hacemos”. Nahuel, un joven bonaerense, ejerce de anfitrión en La Tomatera, una de las viviendas ocupadas en el barrio de Guanarteme.

El inmueble perteneció a un pintor y fue adquirido por la promotora Fadesa en el auge inmobiliario propiciado por la firma del convenio urbanístico Gran Guanarteme, que permitía edificar más plantas de las previstas en el Plan General de Ordenación para la zona.

La Tomatera es, en palabras de Nahuel, “una casa con mucha gente por dentro y mucha por fuera”. El trasiego de jóvenes en la vivienda es incesante, sólo 6 o 7 permanecen “estables”. En su interior se habla español e inglés y en ella habitan malabaristas, payasos, músicos y artesanos.

Sus ocupantes quieren imprimir al centro un fuerte componente cultural, convertirlo en un referente en la zona.

“Al ser un espacio ocupado, tenemos nuestra misión, que es contribuir a la evolución del barrio, queremos que tenga un papel cultural importante en Guanarteme”, destaca Nahuel, que muestra orgulloso el papahuevo con forma de tomate con el que participaron en las fiestas de El Pilar.

En un tablón ubicado en la fachada de la vivienda, los okupas publicitan los talleres que imparten, desde el de plástica, dirigido a los más pequeños, hasta el de serigrafía. “Queremos que la gente se interese por esto”, apostillan.

Los jóvenes reconocen que el alto grado de movilidad de sus habitantes y de entradas y salidas en la casa impide el desarrollo de algunas actividades.

“Muchos están aquí sólo de paso, Había un taller funcionando para clowns, pero estuvieron 6 meses y se fueron. También organizamos unos ciclos de cine, la gente respondía y venía, pero el dueño del proyector se marchó y no hemos podido seguir con esta iniciativa”. Nahuel enumera los proyectos culturales del centro que se han paralizado, para concluir que a La Tomatera “le falta constancia”.

A los okupas de esta vivienda les une, entre otras cosas, el desprecio que sienten hacia la sociedad de consumo. “En esta ciudad se botan muchísimas cosas útiles”, denuncia el joven originario de Buenos Aires mientras muestra el free-shop del centro, donde exponen ropa y todo tipo de artilugios recogidos en la calle, que distribuyen de forma gratuita.

La despensa de la casa, bien surtida de productos naturales, fotografía el modo de vida de sus habitantes. “No te puedes ni imaginar la cantidad de comida que se tira y lo que se tira”, dice al tiempo que abre la nevera para enseñar restos de una pata de jamón serrano.

Sin problemas y sin miedos

Nahuel asegura que los habitantes de La Tomatera no han tenido problemas con “casi nadie” en el barrio, “salvo con una vecina que llama a la policía cuando hacemos mucho ruido los fines de semana”.

Este okupa aboga por desterrar la corriente de opinión que establece un vínculo entre la ocupación y los comportamientos violentos o amenazas a la seguridad. “La fama está a veces justificada, pero pagan justos por pecadores. Se ha creado una idea, una visión, que no tiene nada que ver con lo que se hace aquí”, apunta.

Nahuel niega que estén atemorizados por la posibilidad del desalojo. “No tenemos miedo, esta vivienda no le pertenece a nadie, no tiene dueño”, zanja.

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