“Además de la tierra, cultivamos ideas, salud y ocio”

Juan Luis Sánchez cuidando una parcela en Huertos El Farmero

Eva González

Santa Brígida —

Juan Luis Sánchez estudió biología y en su búsqueda personal, siempre tendente a lo que le satisfacía, encontró una manera de vivir dedicándose a lo que le gusta. Hoy alquila espacios para el auto cultivo ecológico y extiende una práctica que nos enriquece a todos, directa o indirectamente. En años recientes, numerosos estudios psicológicos han relacionado la exposición a la naturaleza con el incremento de la vitalidad y una mayor sensación de bienestar. Por ejemplo, se ha constatado que las personas que participan en actividades en entornos naturales se sienten más vivas y que el mero recuerdo de sus experiencias al aire libre en esos lugares las hace sentirse más felices. Entramos al espacio que gestiona Juan Luis, en Santa Brígida, un lugar de encuentro y de usos diversos que giran alrededor del buen trato a la tierra y a las personas.

Parcelas, unas más frondosas y cargadas de cultivos que otras, bancales, colinos, un señor arrancando malas hierbas de su terreno, bancos, senderos, frutales, un baño ecológico, niños correteando y disfrazados de pequeños hortelanos, barbacoas, zona de reunión cubierta y un grupo de alumnos que atiende a un curso. Así, a simple vista, echando una visual en circunferencia desde la entrada, es lo que vemos en Huertos El Farmero. Nueve mil metros cuadrados de finca, con 47 parcelas en alquiler, gestionadas por Juan Luis y dedicadas al auto cultivo ecológico.

Entramos para conocer todo con más detalle, Juan Luis interrumpe la charla que mantiene con los alumnos que acaban de finalizar el curso y nos recibe. Le preguntamos de qué es el curso. “Cómo cultivar un huerto familiar ecológico”, -nos responde mientras nos invita a dar un paseo y hablar con los que hoy están pasando el día en la finca. “Los cursos están abiertos a todo el público”, nos comenta Juan Luis, “no tienes que ser arrendatario de una parcela para asistir, aunque a los que lo son, se les hace un precio especial”. Ahora mismo, cuarenta de las parcelas están alquiladas, aunque no todos coinciden en la finca. “Todos los días hay gente, pero los fines de semana es cuando tienen más tiempo y pueden venir con niños y familia”.

Lo primero que nos llama la atención son los cajones de madera sobre los que cultivan, no tienen fondo, están en contacto directo con la tierra y se llaman bancales. Juan Luis nos explica que, “en esta zona la tierra es arcillosa y por eso empleamos el modelo de cultivo en bancales, en los que nosotros mismos podemos elaborar la mezcla idónea de tierra y lograr el grado de humedad adecuado”. En zonas de tierra arcillosa, como esta, se produce un efecto de placa de arcilla que endurece la tierra y las labores de cultivo se hacen más complicadas. Con el uso de los cajones se consigue aprovechar más el espacio y cultivar más productos.

Pasamos por una zona de flora canaria endémica donde prevalece la laurisilva, “la idea es que la gente las conozca y se familiarice con las plantas de la tierra”, comenta Juan Luis. Dejamos atrás los tiles, laureles y un fresno venezolano, -“este lo trajo mi tío de allá”, explica Juan Luis. En el camino nos topamos con una señora, acompañada de su hija, ambas echan un vistazo y arreglan y sus bancales. Le preguntamos a la señora sobre la experiencia y para contestar, suelta los utensilios agrícolas y se dirige a nosotros. “En camino vienen coles de Bruselas, lechugas, puerros, brécol y tomates. Tú eliges lo que plantas y lo cosechas sin químicos ni transgénicos. Es un placer llevar a casa y cocinar estos productos. Otra cosa buena que tiene este lugar es que no estás sola, tenemos la posibilidad de intercambiar conocimientos y experiencias con los demás usuarios”. Asegura que lleva menos de dos meses alquilando su parcela en Huertos El Farmero, pero sabe que va para largo.

Juan Luis nos muestra en el recorrido los sanitarios secos, un modelo de servicios que no contamina el medio ambiente y ahorra en el suministro de agua. Los deshechos también se utilizan para la jardinería. “Los excrementos de humanos se compostan y sirven para abonar las plantas y los árboles. Para los cultivos alimenticios no es indicado porque es demasiado agresivo y las sustancias y medicinas que ingerimos formarían parte de esos abonos pudiendo contaminar los productos”.

El espacio cuenta con una zona de barbacoas al aire libre y cubiertas por unas carpas, lugar donde se reúnen y celebran comidas de fin de semana.

En esta comunidad que se va formando, los arrendatarios de parcelas tienen la posibilidad de apadrinar uno de los frutales por un euro al mes. Hay mandarinos, limoneros, higueras y naranjos. Ellos mismos los abonan, los riegan, hacen las podas y recogen la cosecha. Por un precio simbólico, tienen la oportunidad de conocer el cultivo de los frutales, el tratamiento y cuidado que precisa y recolectar los frutos, algo que logra la mayoría de los padrinos, ya que cuentan con el apoyo de Juan Luis y del resto de integrantes de la Finca.

Juan Luis tiene proyectos en mente que ampliará la oferta de Huertos El Farmero. Nos adelanta que uno de ellos está relacionado con la educación de escolares y otro con la idea de poder pernoctar y ofrecer un desayuno ecológico en el propio terreno. “Todo se andará”, -concluye esperanzado.

Mónica Palacios también ha venido hoy a pasar el día con su hija Dara. Es publicista y aunque siempre ha tenido relación con la jardinería, ahora vive en la ciudad y siente gran necesidad de estar en contacto con la naturaleza. Le resta importancia a sus habilidades de cultivo pero al fijarnos en su parcela, salta a la vista que se le da de miedo. Echa de menos las zonas verdes y estar al aire libre con su hija y ese ha sido el motivo que le trajo a Huertos El Farmero. Habas, guisantes, judías, lechuga, brécol, berros, canónigos y papas están siendo cuidadas a cuatro manos, su hija, aunque sobre una esterilla porque no está acostumbrada al contacto con la tierra, le echa una mano. “Es divertido ser principiante, -nos cuenta Mónica- ”en el intento de hacer una compostera, traje restos de calabaza y ¡mira! La compostera no salió muy bien pero me han crecido ya cinco plantas de calabaza“.

Mónica expresa su preocupación, observa que en Gran Canaria, la dependencia que tenemos con la alimentación es total. “La mayoría de alimentos vienen de fuera. Sólo en esta isla hay muchísimas tierras baldías, no tenemos ni idea de cómo plantar una papa, hemos perdido todos los conocimientos, creo que no podemos seguir dependiendo de que las cosas vengan de la otra punta del mundo. Para mí, no tiene sentido contaminar el planeta dejando una huella de carbono innecesaria para comerte una pera que puedes plantar aquí mismo. Es absurdo”.

Abierto de ocho de la mañana a ocho de la tarde, Huertos El Farmero, supone una experiencia para todo el que quiera aprender, disfrutar de los beneficios de la naturaleza y compartir con otras personas de inquietudes similares. Buena vida a este negocio que, mientras cumpla como lo ha venido haciendo en sus más de tres años de vida, con los tres elementos que resultan claves en la agroecología; preocupación medioambiental, enfoque ecológico y preocupación social, marcará el camino de nuevos y cada vez más empresarios, ayudando a expandir, ya no ideas, sino hábitos y maneras de estar.

La naturaleza manda, no hay duda. Mónica agradece poder contar con este espacio al aire libre y poder estar en contacto con gente, “lo bueno es que aquí, además tienes algo que hacer, no es lo mismo que estar sentado en un banco en la ciudad”. Conocer la vida en el campo, algo a lo que hemos restado importancia, a Mónica le parece fundamental, por eso trae a su hija a pesar de que no se ilusiona cuando se le posa algún bicho al que no está acostumbrada ni le gusta mancharse con la tierra. “Me da pena y quiero que ella vaya aprendiendo, no me extrañaría que un día, tal y como está el mundo tenga que apañárselas para producir sus propios alimentos”.

Habrá alguno que diga, ¿cómo voy a alquilar una parcela si no tengo ni para una casa? Yo también lo pienso, y tengo mis desquicies y no tengo dinero ni respuestas. Pero mientras unos lo pensamos, otros lo hacen. Y es que al fin y al cabo, como ya dijo Henry David Thoreau, de qué sirve una casa si no cuento con un planeta tolerable donde situarla.

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