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Desatarse el nudo de la corbata del patriarcado

AHIGE, Asociación de hombres por la igualdad de género.

Nanda Santana

“La corbata del patriarcado tiene un nudo tan apretado que ahoga. Desde Hombres por la Igualdad de Canarias (Ahige) les proponemos que se lo aflojen, que desaten el nudo, que se liberen de creencias y de tópicos que lastran su bienestar”, explica José Antonio Ojeda García, al frente de la asociación en las islas a día de hoy. La metáfora, muy simbólica y plena de significado, se le ocurrió a Néstor Bolaños Paz, un joven psicólogo que explica cómo “las corbatas denotan estatus y sobriedad. Ejemplifican los mandatos de género con mucha claridad, son una trampa, una soga que separa a la cabeza del cuerpo; a la razón del instinto. El padre tradicional es el cabeza de familia, un ser al que no se le permiten emociones como la alegría, la fragilidad, la cercanía, la ternura, el comprmiso. Desde Ahige queremos recuperar esa capacidad y asumir el trabajo doméstico como propio, para completarnos y hacernos mejores hombres, mejores padres, en definitiva, mejores personas”.

Ojeda, padre y abuelo a sus 54 años, hombre de campo, espíritu joven e ideas muy claras, anima a sus congéneres a liberarse de tan pesadas mochilas y a que se embarquen en otros roles, opuestos a los heredados de una cultura patriarcal que por desgracia sigue muy activa. Explicarles los beneficios personales de implicarse en las tareas domésticas, de compartir la crianza y educación de hijos y nietos o de entrenarse en el cuidado cotidiano de otras personas forma parte de su tarea habitual en los grupos de hombres que organiza Ahige. Unos espacios de diálogo y confidencias donde afloran -con notable dificultad inicial- los miedos, inquietudes o vergüenzas de sus participantes, poco acostumbrados a desnudar su alma ante otros, a expresar emociones y sentimientos que teóricamente les están vedados. Unos grupos a los que asisten varones que un buen día decidieron rebelarse contra el modelo aprendido de lo que debe ser un hombre.

De moderarlos sabe mucho el también psicólogo Pedro Unamunzaga Falcón, que forma parte de la organización desde sus inicios y trabaja activamente en sus proyectos y programas. En Ahige les enseña a romper moldes heredados, seriados, para crearse uno nuevo, propio, más humano, más justo, más satisfactorio y en absoluto frustrante. Un molde hecho a la medida de las necesidades, deseos e ilusiones de cada uno.

Buscando un camino social estructural

“Cada hombre es una revolución interior pendiente, reza uno de los lemas de la entidad. ”A los grupos se viene a trabajar lo personal; a cuestionar la cultura que han recibido. Y la resistencia al cambio es grande al principio -explica- porque, sobre todo cuando ya son mayores, no se ven haciendo otra cosa distinta de lo que llevan viviendo décadas, que es ser proveedores. Aprender que se puede ser cuidador, y que serlo además te hará muy feliz, reivindicar por convicción propia ese espacio privado… no es tarea sencilla. Los hombres no terminamos de asumir los beneficios que supone cuidar. Ni siquiera nos cuidamos a nosotros mismos. Y por ahí empieza todo“, explica.

Con otros miembros de AHIGE Canarias, ambos visitan también centros de Secundaria donde dan charlas sobre la materia, en las que han comprobado cómo sorprende entre adolescentes ver a un hombre hablando de igualdad. “Es para preocuparse. Queda un mundo de cosas por hacer. Porque la herencia del patriarcado es todavía muy sólida y persistente. También en las nuevas generaciones, que se supone que ya estaban más concienciadas con el tema”, concluyen.

Nacido a principios de los 70 en los países nórdicos, el movimiento de hombres por la igualdad llega a España en 1985, año en el que surgen los primeros grupos de hombres -que es el modo en que tradicionalmente se ha organizado- en Valencia y Sevilla AHIGE. De allí saltan a Málaga, Vitoria, Murcia y otras provincias. En 2009 se implanta en Canarias, con el objetivo claro de luchar contra la discriminación estructural que genera el machismo y favorecer el cambio de los hombres hacia posiciones igualitarias. El medio: mostrar y enseñar nuevos modos de vivir las masculinidades y la paternidad.

Día del padre igualitario

Con motivo del pasado 19 de marzo, AHIGE celebró su Día del Padre igualitario, reivindicando el derecho a vivir y disfrutar de tener hijos, implicándose en su cuidado, educación y crianza, compartiendo en corresponsabilidad con las mujeres estas tareas. La asociación apoya por ello la petición de la Plataforma por los permisos iguales e intransferibles de nacimiento y adopción (PPiiNA). “En los comienzos de esa reivindicación -recuerda Ojeda- parecía que desde Ahige exigíamos algo para nosotros; la realidad es que es un beneficio para toda la sociedad. Es bueno para los menores, que disfrutan de su padre y de su madre, se alivia a la mujer de su carga de cuidadora, se hace posible que no tenga que ser ella la que pida reducción de su jornada laboral. También ganan las empresas. Aunque hay que reconocer que éstas aún no se lo creen. Hasta que empiecen a notar en la cuenta de resultados que un empleado bien motivado rinde el doble. Que si está feliz en su vida privada, trabaja mejor, rinde más, se implica más. Eso está probado”, afirma.

Pero a día de hoy, apenas hay varones que pidan reducción de jornada. E igualmente a día de hoy, las mujeres siguen siendo objeto demobbing maternal: la maternidad continúa siendo una de las principales causas de discriminación laboral. No es de extrañar que decidan retrasarla cada vez más, ante las dificultades para desarrollar una carrera profesional compatible con su vida personal y familiar. De hecho, con datos de 2014 recientemente publicados por Eurostat, las españolas son las segundas -solo superadas en una décima por las italianas- que más esperan para tener su primer hijo. A los 30 años y medio. En cuanto a la tasa de fertilidad, España sigue a la cola, con un 1,32 hijo por mujer frente a la media europea, de 1,58. “En los grupos de hombres -explica Ojeda- les enseñamos a visualizar esa problemática específica de la mujer, que corre el riesgo de perder su puesto de trabajo, por el hijo de los dos. Ellos a priori no lo ven. Por eso les preguntamos: ¿tú cómo te sentirías si tuvieras que pedir un mes libre para cuidar de tu bebé? Huy, nos dicen, estaría poniendo en juego mi puesto de trabajo. Pues esa es la desigualdad -les respondo- no me vengas con que las mujeres lo tienen todo”.

Como recoge en sus Pensamientos de un padre apasionado su autor entrepapas, “soy un padre normal. Visto a mis hijos, les hago de comer, les leo cuentos, los llevo a la cama. Vamos juntos al parque, los baño si toca. Soy padre todo el año, todos los días a todas horas. No ayudo a mi mujer, ¡no! hacemos los dos, estamos los dos, somos los dos. No hago ni menos, ni más. Somos y estamos y queremos ser y estar”.

Políticas de igualdad para hombres 

Al hablar de valores y referentes de masculinidad basados en la libertad e igualdad es inevitable mencionar también conceptos como patriarcado, injusticia, relaciones de poder asimétricas y violencia de género. El perfil tradicional de la identidad masculina implica, cuando menos, la pervivencia de las desigualdades y cuando más, actitudes más graves como la misoginia; y tiene unos costes económicos, sociales y emocionales que una sociedad democrática y moderna no debería asumir. De ahí que, según Ahige, los poderes públicos deben actuar y ser ejemplares diseñando y aplicando políticas de igualdad específicas para hombres, que a medio plazo den como resultado la transformación de la identidad masculina tradicional en otra más acorde con los valores de justicia e igualdad. Y ello, sin detraer un solo euro de las partidas destinadas a las acciones con mujeres. De hecho, tanto la ONU como la Unión Europea se pronunciaron hace unos años al respecto, con la publicación en 2004 y 2006 de El papel de los hombres y los niños en el logro de la igualdad de género y Los hombres y la igualdad de género. De “vital para el crecimiento económico, el bienestar y la competitividad” la califica este último informe.

Desatarse el nudo de la corbata del patriarcado, un gesto muy simbólico. Aprender otras formas de ser hombre, de vivir la paternidad, una carrera larga, para la que hay que entrenar con constancia. Reivindicar el segundo apellido, el materno, pidiendo que en este reportaje les nombraran con los dos. Disfrutar de este nuevo modo de estar en el mundo, un privilegio. Apoyar a las mujeres en sus justas demandas, una cuestión de justicia. Así lo ven ellos. Por ahora son pocos. Pero ya salen en la prensa nacional. Todo lo grande empieza pequeño. Y nadie les dijo que fuera a ser fácil.

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