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Echar las campanas al vuelo: recorrido histórico por las iglesias de Gran Canaria

Campanario de la Ermita de San Francisco de Paula y Nuestra Señora de la Concepción, 1735. (Cedida a CA).

Cristóbal D. Peñate

Las Palmas de Gran Canaria —

Casi dos terceras partes de las campanas de las iglesias distribuidas en Gran Canaria no son conocidas, según un estudio del investigador e historiador Gustavo Trujillo Yánez, que defendió recientemente en el Edificio de Humanidades de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria su tesis doctoral titulada Historia, epigrafía e iconografía de las campanas de Gran Canaria: contribución al estudio del patrimonio histórico insular, calificada con la máxima puntuación académica.

El historiador terorense contabiliza 300 campanas de iglesia en la isla Gran Canaria, de las que 185 son inéditas o prácticamente desconocidas. Uno de los bronces más antiguos es el que se encuentra en la Parroquia de San Pedro de Bañaderos (Arucas), fechado en el año 1527, probablemente el más antiguo del Archipiélago.

Le siguen en antigüedad la campana flamenca de la Parroquia de La Concepción de Jinámar (1562), las tres campanas viejas (también flamencas) de la Catedral de Canarias, fundidas entre los años 1599 y 1600, y la campana grande de la iglesia parroquial de Agaete y el esquilón de la ermita de San Pedro de Tenoya, vaciadas en el año 1664.

Patrimonio cultural

Gustavo Trujillo expone en su tesis, que fue dirigida por el doctor Manuel Ramírez Sánchez, profesor titular del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que las campanas y sus toques forman parte de nuestro patrimonio cultural. A lo largo de su tesis doctoral se ha puesto de manifiesto el papel relevante que desempeñaron en la sociedad tradicional.

“Sus tañidos marcaban señales horarias, oficios religiosos, fiestas y solemnidades, rogativas, peligros y actos de carácter civil. Pero también eran portadoras de sentimientos y de estados de ánimo, cuando no de ideologías y de orientaciones políticas, como tuvimos ocasión de comprobar con los episodios vividos en las localidades de Arucas y Valleseco durante la revolución Gloriosa de 1868 y durante la Segunda República (1931-1939), respectivamente”, afirma.

“Tradicionalmente, el interés por estos evocadores instrumentos se ha centrado en hacer constar el año de compra o colación de la pieza, peso, precio y lugar de procedencia. Mientras que por su parte, las menciones al maestro fundidor han sido siempre más raras y ocasionales. También han suscitado interés sus tañidos y toques”, añade Trujillo Yánez.

Algunos historiadores del arte, en los escasos trabajos publicados hasta el momento, se han ocupado de sus aspectos más materiales y perceptibles: iconografía, ornamentación e inscripciones epigráficas. De entre todas las campanas existentes en Gran Canaria, han sido las de la Catedral de Santa Ana las que mayor atención han recibido por parte de eruditos e investigadores, según aporta Trujillo.

No obstante, su estudio definitivo aún está pendiente de hacer, “pues la suciedad que se acumula sobre ellas impide registrar sus inscripciones, así como sus motivos ornamentales e iconográficos, hasta que no se acometa su limpieza y restauración”.

“A pesar de todas estas aportaciones, carecíamos de una obra de referencia o catálogo que nos permitiese conocer el número, autoría, procedencia y calidad de las campanas existentes en los edificios religiosos y civiles de carácter histórico de la isla de Gran Canaria. Creemos que con la realización de este trabajo, hemos cubierto, al menos en parte, este vacío de conocimiento con respecto a este capítulo del patrimonio cultural de la isla. Así, tras el trabajo de campo realizado hemos podido contabilizar la cifra de 300 campanas, de las que 185 son inéditas o prácticamente desconocidas”.

Inventario de bronces

De los bronces contabilizados en la isla, hay que destacar las piezas más antiguas (siglos XVI, XVII, XVIII y primer tercio del siglo XIX) y por consiguiente de mayor valor patrimonial. El número de campanas de iglesias, aunque escaso, ha puesto de manifiesto la necesidad de contar con un inventario o corpus que haga mención a su existencia, con vistas a su conservación o restauración, cuando sea necesaria.

Gustavo Trujillo ha comprobado no solo la identidad de los fundidores o fabricantes, sino la de los centros o lugares de procedencia de la gran mayoría de los bronces. “Así, durante todo el siglo XVI y, al menos hasta el primer tercio del siglo XVII, fue la región de Flandes la principal suministradora de campanas al Archipiélago. De esta época son los valiosos bronces catedralicios del afamado maestro fundidor Peeter Van der Ghein III, así como el vaciado por Pierre de Ransart, también para la Catedral de Canarias”.

Durante el siglo XVIII los principales centros de producción en los que se adquieren campanas se encuentran en Andalucía (Sevilla y Cádiz), seguidos de Italia (Génova) y el Reino Unido, mientras que en el siglo XIX Andalucía (Sevilla y Málaga) seguirán enviando campanas al Archipiélago, a las que suman las procedentes de algunos talleres de Cantabria, Barcelona y Valencia. Junto con éstas, también se encargan campanas a América, especialmente a Cuba, y sobre todo a las firmas británicas, quienes además de campanas serán las principales suministradoras de relojes de torre.

Por su parte, el siglo XX supondrá el predominio de la producción nacional (Badajoz, Barcelona, Burgos, Logroño, Madrid, Palencia, Salamanca, Santander, Valencia y Valladolid) frente a los fabricantes extranjeros (Alemania, Francia y Holanda).

Gustavo Trujillo señala que junto con los citados fabricantes “también fue importante la fabricación o producción local, de los que hemos constatado la presencia de maestros fundidores naturales del Archipiélago o de paso por las islas, desconocidos la gran mayoría de ellos”, tales como Juan de Arce, Juan de Vallado y Antonio Ribera (siglo XVI), Antonio de Alpuin, Juan Pérez, Juan Ruiz de Espejo, Juan y Francisco de Quesada (siglo XVII), Simón González, Manuel de Estrada, Manuel Ferrera, Luis González Chocho, Domingo y José Pérez Barreto, Francisco Pascual de Toledo, José Ventura Navarro y Antonio de Miranda (siglo XVII), así como de Enrique Sánchez Gaviria e Hijos y de José Santana Fleitas, quienes permanecieron activos hasta la década de 1960 y 1980, respectivamente.

Inscripciones y econografía

En esta tesis sobre las campanas de Gran Canaria, igualmente importante ha sido el análisis y descripción de las inscripciones e iconografía de cada uno de los bronces. “Lamentablemente, el escaso número de campanas datadas durante los siglos XVI al XVIII nos ha impedido poder llevar a cabo un tratamiento estadístico de dichos letreros y motivos ornamentales e iconográficos, al objeto de hacer constar cuál ha sido su evolución a lo largo del tiempo, en qué medida se han visto influidos por la evolución de los estilos artísticos, o indicar los posibles cambios en las advocaciones y representaciones”, dice el investigador.

Trujillo estima que esta tarea sólo podrá realizarse cuando se cuente con un número de campanas mucho mayor y representativo del que se dispone ahora, lo que será posible cuando se esté en condiciones de añadir a esta muestra aquellos otros bronces procedentes del resto de islas orientales (Lanzarote y Fuerteventura), y especialmente de los procedentes de las islas pertenecientes a la provincia de Santa Cruz de Tenerife (Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro).

 

Identidad y procedencia

El historiador grancanario ha comprobado cómo en la gran mayoría de las ocasiones las inscripciones de las campanas se limitan a hacer constar la identidad, procedencia y fecha de fabricación de cada una de las piezas. Tras éstas, le siguen en importancia los letreros o leyendas alusivas a los donantes o promotores de los bronces, de los que destacan los miembros de la Iglesia, así como aquellos de contenido religioso o simbólico. Entre las menciones a la divinidad, destacan sobre el resto las dedicadas a la figura de la Virgen, especialmente al dogma de su Inmaculada Concepción, seguidas de las referencias a la Sagrada Familia y a Jesús.

Cada una de estas inscripciones figura reproducida de forma íntegra en el catálogo de piezas, contribuyendo con ello a completar otra línea de investigación novedosa en Canarias, como es la de las llamadas escrituras expuestas, cuyas principales aportaciones se deben al profesor Manuel Ramírez Sánchez. Por lo que respecta a los motivos iconográficos, es la cruz de calvario o sobre pedestal el símbolo más representado, seguido de los relieves en los que se reproduce la imagen de la Virgen María, siendo también la figura más representada aquella en la que aparece bajo la advocación de la Inmaculada Concepción.

El investigador señala que, en relación con la presencia de la cruz, ha podido constatar cómo en muchas ocasiones dicho símbolo está orientado de forma errónea hacia el interior del templo, cuando lo correcto habría sido disponerlo en dirección hacia la fachada principal de la iglesia o ermita de turno, pues sólo así cumple con su función simbólica de alejar el poder maléfico del demonio o de actuar como detente ante los fenómenos meteorológicos adversos. “Sin duda, esta falta de cuidado a la hora de emplazar las campanas en las torres o espadañas es una muestra de la secularización de la sociedad y del progresivo abandono de las costumbres y creencias tradicionales relacionadas con estos objetos”.

No obstante, a pesar de todas las aportaciones realizadas, Trujillo Yánez es consciente de que ningún trabajo consagrado a la Historia, y de forma más concreta a la Historia del Arte, es definitivo. En este sentido, el trabajo del historiador no hace más que sentar las bases o plantear otras líneas de investigación que son necesarias llevar a cabo. “Nos referimos, a modo de ejemplo, al oficio de campanero ejercido en la Catedral de Canarias desde el siglo XVI hasta la década de 1990, capítulo que por su volumen y amplitud podría constituir por sí solo el objeto de estudio de otro trabajo de investigación o tesis doctoral”.

“Lo mismo podríamos decir con respecto al oficio de fundidor de campanas, de los que sólo hemos aportado algunos nombres, quedando pendiente la realización de un diccionario o catálogo al estilo de los que ya existen para otros oficios relacionados con la actividad artesanal o artística, así como un análisis mucho más concienzudo sobre las condiciones en las que éstos llevaban a cabo su trabajo, tipos de pagos y contratos, formas de aprendizaje, o los lugares y centros de producción, entre un largo etcétera”, agrega.

Registro sonoro de los tañidos

Por su parte, y debido a su naturaleza intangible, para el historiador también se hace imperativo realizar un estudio o registro sonoro de los toques y tañidos tradicionales de las campanas de los templos y localidades. El experto Lorenzo Arribas propone, al modo que se hace en los cortes musicales del CD, registrar en todos los lugares que se pueda los toques y tañidos de manos de los propios sacristanes y campaneros, “al objeto de garantizar el registro de un lenguaje que está condenado a perderse irremisiblemente”.

No en vano, como ya se encargó de señalar el estudioso Llop i Bayo en el prólogo del libro consagrado a las campanas de Soria, obra de José Ignacio Palacios Sanz, “las campanas bien conservadas son la única voz que se transmite, intacta, a lo largo de los siglos”.

Sin embargo, toda investigación de carácter científico daría como resultado un esfuerzo en vano si las conclusiones del trabajo no revierten en la sociedad, o carecen de algún tipo de aplicación práctica, según el autor de la tesis doctoral. “En este sentido, la simple realización del catálogo de las campanas históricas de la isla de Gran Canaria ya tiene importancia por sí misma, puesto que todo inventario constituye una triple herramienta: de conocimiento, de difusión y de protección”.

En este sentido, según Trujillo, se hace necesario, cuando no urgente, llevar a cabo la limpieza de las campanas de la Catedral de Santa Ana, la restauración de sus melenas o yugos, así como la instalación de algún sistema disuasorio o anti-aves que impida la acumulación de excrementos y palomina sobre unas piezas de contrastado mérito y valor artístico, “que merecen la misma consideración que el resto de piezas artísticas que posee el templo catedralicio”.

Bienes de interés cultural 

De igual manera, el estudioso propone a los organismos pertinentes el inicio de los trámites para la incoación y declaración como Bienes de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Bien Mueble, de aquellas piezas más excepcionales y antiguas, como son las datadas en el siglo XVI hasta la década de 1830, aproximadamente.

Otras comunidades autónomas ya han puesto en marcha iniciativas de este tipo, como es el caso de la declaración de Bien de Interés Cultural Inmaterial, dada a los toques manuales de las campanas de la Catedral de Valencia y de otros templos de la misma región, a instancias del Consell de Cultura de la Comunidad Valenciana. O la llevada a cabo por el Ayuntamiento de Utrera (Sevilla) para que los toques de sus campanas ―con volteos a cuerda, salto y balanza― se incluyan en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. “Constituyen todo un ejemplo a seguir. Sin duda, los toques tradicionales y las composiciones musicales dedicadas a nuestras campanas catedralicias poseen el mérito suficiente para ser distinguidos de la misma manera”.

A su juicio, el diseño de rutas y visitas guiadas a los campanarios, siempre con las cautelas y medidas de seguridad necesarias, pueden completar y enriquecer la oferta cultural y turística de la Isla, a juicio del historiador terorense. “Y si a estas rutas temáticas les unimos la celebración de conciertos de campanas, como los llevados a cabo en el barrio histórico de Vegueta durante la década de los 90, o las complementamos con recitales literarios o actuaciones musicales, el éxito quedaría garantizado. Sin duda, una parte integrante de estas rutas culturales tendría que ir encaminada al conocimiento de nuestras matracas y relojes, también necesitados de un estudio y análisis mucho más profundos que el que nosotros hemos realizado, y que los ponga en valor”.

Para lograr todos estos propósitos es necesario que las instituciones públicas se comprometan a presupuestarlos para que los técnicos y especialistas puedan llevarlos a cabo. Eso esperan los estudiosos en la materia para materializar su plan. Porque tampoco se trata de vender la piel del oso antes de cazarlo. O de echar las campanas al vuelo antes de tiempo.

 

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