Germán Pírez, del maquis a líder del PCE en Canarias

Acontecimientos y luchas sociales durante el franquismo

Rafael González Morera

Las Palmas De Gran Canaria —

Creo que sería a finales de 1957 o principios de 1958 cuando me vi en casa de Agustín Millares, en Escaleritas, acompañando a mi padre, y con Fernando Sagaseta, Armando León, Carlos Suárez Látigo Negro, Isidro Miranda, Germán Pírez, y alguien más que ahora no recuerdo, en una reunión clandestina del grupo OPI (Oposición de Izquierda) que normalmente se hacían en casas diferentes una vez al mes más o menos. Era la primera vez que veía a tantos rojos juntos. En esa ocasión mi padre, Felo González, me llevó a la cita porque mi madre tuvo que salir con mi abuela para llevar a mi hermano Óscar al médico, pero una evocación que tengo de aquella tarde invernal fue una dura discusión entre Sagaseta y Pírez, en lo más alto de la calidad dialéctica y oratoria, mientras Isidro Miranda hacía de mediador y hasta de pacificador.

Por entonces, los más críticos del PCE estaban entre el grupo de la OPI, y más tarde nació el de Brújula, pero mi padre, Agustín Millares, Isidro Miranda, y otros más, propugnaban con firmeza en el afán de la unidad que siempre los caracterizaba, y por su parte Sagaseta no cedía un ápice en sus convicciones y lanzaba filípicas constantes a los rivales en las discusiones y disquisiciones, de ahí que con su vehemencia surgiera años más tarde sus posteriores encontronazos políticos con José Carlos Mauricio. Fue mi primer conocimiento de Germán Pírez, que en aquellos años imponía por su aureola comunista, por haber luchado al lado de la República, ser comisario político con Enrique Líster, estar en campos de concentración en Francia, por su enorme personalidad, siempre serio y firme en sus alocuciones. Con respecto a las discusiones de Sagaseta y Mauricio nunca fui testigo presencial de ninguna de ellas, pero me contaban que alcanzaban un diapasón gigantesco, y Fernando y José Carlos nunca cedían un ápice.

En 1960, creo que fue en el mes de enero o febrero, me dirigí desde la Escuela de Comercio a las Academias Municipales en donde Felo Monzón estaba de director. A mis amigos compañeros de clase les dije que iba a hacer un encargo de mi abuela, o de una de mis tías, o de mi madre, no era cosa de decirles que derrotero tomaba por aquello de la clandestinidad. Mis padres eran muy amigos de Felo Monzón y de su esposa Mercedita Geara, hasta el punto de que muchas veces salían juntos; había quedado mi padre en llamarle para advertirle de mi visita, pero se olvidó, y cuando le dije de bote pronto y sin anestesia a Felo Monzón que quería ingresar en las Juventudes Socialistas, dio un respingo, se le demudó el semblante, me llevó a un rincón, y me dijo en voz baja: “Calla, calla que las paredes oyen y podemos tener un disgusto. La Brigada Político Social viene a veces por aquí porque hay muchos artistas de izquierda. Mira, ven la semana próxima y te daré algún periódico y propaganda, algún libro, ya veremos”. A la semana siguiente volví y Felo me dio un número de El Socialista, órgano oficial del PSOE, de principios de 1958. Un periódico tan atrasado había quedado muy viejo, y eso de entrada me produjo una mala impresión. Estuve con mucha paciencia tratando que Felo me diese alguna que otra actividad, pero por aquellos años había muy poca marcha en el PSOE. Juanito Rodríguez Doreste no estaba ni se le esperaba, y desde hacía algunos años andaba más bien imbricado con la derecha, y hasta con la extrema derecha, porque se había hecho muy amigo del asesino falangista Eufemiano Fuentes Díaz, hasta el punto que estuvo negociando con Matías Vega Guerra, Antonio Junco Toral, y el propio Fuentes, la fundación de Editorial Prensa Canaria, y la publicación de Canarias Deportiva y más tarde Canarias Económica, hasta por fin lograr la autorización de la salida del Diario de Las Palmas. Juanito Rodríguez, que le pegaba a todo, incluso llegó a escribir algunos artículos  en Canarias Deportiva, que normalmente firmaba XXX. Fue un psicodélico periodista deportivo, y tal.

Juan Rodríguez se “entendía” mucho con la derecha, incluso con Eufemiano Fuentes

Juanito Rodríguez, que eso sí, tenía una capacidad dialéctica con un gran poder de convicción, cuenta cómo hizo amistades con Matías Vega Guerra, y lo que es peor y deleznable, con el asesino Eufemiano Fuentes Díaz. Escribía Rodríguez Doreste: “Antonio Junco Toral, amigo entrañable, que compartió conmigo muchas horas de nuestra prisión en La Isleta y en Gando, se quedó, a la muerte de don Ernesto Pérez Miranda, anterior dueño de la cabecera del Diario de Las Palmas y esposo de una hermana de Antonio, con la mitad de la propiedad del título que compartía con Julio Pérez Junco, hijo de Ernesto. Habíamos hablado varias veces, cuando el terror fascista se iba diluyendo, de aprovechar la imprenta del diario para publicar un periódico deportivo, que era lo más innocuo que él y yo podíamos hacer, dados nuestros antecedentes penales. Sería ese el primer paso para abrir la vía a una futura reanudación del Diario de Las Palmas. El problema era que tanto él como yo carecíamos de amistades en los círculos gubernamentales donde se otorgaban las licencias oportunas. Reflexionando sobre el problema, se me ocurrió una solución que consulté con Antonio y mereció su aprobación. Entre mis muchos buenos amigos en la ciudad -yo no he tenido más enemigos notorios que unos cuantos jovenzuelos comunistas, ello a mi mejor gloria y a su mayor despecho- había dos personas con cercana relación de amistad. Uno de ellos era amigo desde la infancia, por ser muy amigas nuestras respectivas madres, doña Lucía la suya y doña Carmen la mía, colocado al azar del juego político en la Presidencia del Cabildo Insular de Gran Canaria, Matías Vega Guerra, a quien podría interesarle disponer de un órgano periodístico, como lo habían tenido siempre los jefes políticos de la isla, pues el diario Falange no tenía otra orientación que la de ser ”botafumeiro“ del régimen. El otro, Eufemiano Fuentes Díaz, al que conocí después de la guerra compartiendo cargos directivos en el Marino CF, aunque sí conocí mucho a su padre en los tiempos de mis gestiones tabaqueras, a quien como gestor incipiente de la UD Las Palmas, no le sería indiferente contar con un periódico que defendiese sus iniciativas deportivas. Hablé largamente con uno y otro, puse en convencerlo toda mi fuerza dialéctica y un día nos reunimos los cuatro fundadores de Prensa Canaria SA -Matías Vega Guerra, Eufemiano Fuentes Díaz, José Antonio Junco Toral y yo- y pusimos los cimientos de la obra”. Juanito Rodríguez Doreste dándose a la lengua con el asesino Eufemiano Fuentes, madre mía.

“Se logró primero, como empresa que no ofrecía peligro de politización, el permiso oficial para publicar el semanario Canarias Deportiva, en el que, firmando con tres XXX, yo inserté muchas reseñas de conferencias, crítica artística, exposiciones y otros eventos inofensivos. Después vino Canarias Económica, cuyos artículos de fondo y campañas en pro del puerto, de nuestros frutos, de nuestras franquicias, escribí y llevé yo personalmente. Fuimos preparando luego el terreno para lograr la salida del Diario de Las Palmas, y Canarias Deportiva sirvió de trampolín para el lanzamiento del personaje Pepe Monagas creado por Pancho Guerra (Francisco Guerra Navarro), entrañable amigo, que trabajó con nosotros hasta que marchó a Madrid. Creo recordar que Canarias Deportiva salió a fines de 1946 o principios de 1947. Las gestiones para el permiso del diario fueron más difíciles con el ministro de la isla canaria de La Palma, Blas Pérez González. Nuestra sociedad inicial, antes de posteriores aumentos de capital, se constituyó aportando cada uno de los socios cuatrocientas mil pesetas, es decir un millón y seiscientas mil pesetas en total. Ni Antonio ni yo desembolsamos ni un duro. Las nuestras fueron acciones liberadas, y entre los dos socios capitalistas se redondeó la cifra del capital social. Consideraron que lo que habíamos aportado uno y otro valía más que tal cantidad”. Ya ven como el “accidentalista” Juanito Rodríguez, que se “entendía” con la derecha, el centro, y un poquito con la izquierda, era también compañero en la directiva de Eufemiano Fuentes en el Marino Club de Fútbol, menos mal que no lo fue en mi querido Club Victoria, total que la camaradería con el falangista era muy grande, hasta que por fin lograron el permiso para editar Canarias Deportiva, que fue el embrión de la salida futura del Diario de Las Palmas que consiguieron en 1953. Lo cierto es que Rodríguez Doreste aprovechó la gran amistad que tenía con Antonio Junco Toral, que quedó a la muerte de Ernesto Pérez Miranda, con la propiedad del Diario de Las Palmas que compartía con Julio Pérez Junco, pero con la particular desgracia de que el periódico estaba clausurado desde el inicio de la guerra civil. Mi padre, Felo González, aún reconociendo las “debilidades” de Juanito Rodríguez, no le gustaba que se le criticara, y años más tarde asistió al acto de publicación de su libro Cuadros del Penal que prologó Felipe González. Pero los comentarios de muchos republicanos que habían estado presos en La Isleta era que Rodríguez Doreste deslizaba en sus relatos muchas mentiras, y era muy laudatorio para su persona. Su colaboración con el régimen fascista llegó a una buena amistad con Blas Pérez González, que fue un represor primero en La Palma y luego a nivel estatal desde su Ministerio de la Gobernación y tente tieso, que fue uno de los altos cargos del franquismo imputado por la Audiencia Nacional por delitos de detención ilegal y crímenes contra la humanidad. Menudos amigos tenía Juanito Rodríguez Doreste.

En definitiva, que por aquellos tiempos el PSOE estaba en estado de hibernación, en los cuarteles de invierno, y todos muy agazapados y miedosos. Había no obstante algunos que con Felo Monzón se movían, intentaban al menos tener reuniones aunque fueran reducidas en el número de participantes, y en eso destacaba un buen amigo de mi padre, Ángel Tristán Santana, padre de Ángel y Pepe Tristán Pimienta, Manuel Hernández Muñoz, artistas como Santiago Santana, Eduardo Gregorio, y en Telde, Leonardo Peñate y Vega Hiedra, mientras que Juan Espino Romero y Manolo Estupiñán hacían intentos de organización en Ingenio y Agüimes, con reuniones en una casita en la playa de El Burrero, y el interventor del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, Francisco Cruzat también trataba de impulsar a otros grupos en el sur, todos estos auténticos socialistas y luchadores por la libertad. Otro socialista de grato recuerdo fue Manuel Suárez García, que mucho más tarde llego a ser presidente de la Agrupación de Las Palmas de Gran Canaria.

Mi padre había conectado años antes con una serie de comunistas, socialistas, republicanos federales de Franchi y Roca, de Izquierda Republicana, y con muchos fundadores del Partido Comunista de España en Canarias en 1927,  la mayoría eran partidarios del lema “PSOE y PCE, juntos al Poder”. Entre ellos estaban Jacinto Alzola, luego gran amigo, y que le facilitaba libros prohibidos por la censura franquista, igual que Rafael Roca, se reunían muchas tardes en la casa de Alzola en la calle Peregrina. Hice una gran amistad con Jacinto porque mi padre algunas veces me decía que al salir de la Escuela de Comercio me pasara por la Peregrina que “don Jacinto tiene algo que te dará para mí”, y eran uno o dos libros, o una revista sobre marxismo, algún periódico clandestino, o cualquier panfleto. También tuvo mucha amistad con Ambrosio Hurtado de Mendoza, Juan Morales Santana, Rafael Roca Suárez, otro librero e intelectual de izquierda, y conoció en el campo de concentración de La Isleta a Manuel Monasterio, José Sanz Iraola, Joaquín Masmano, Primitivo Pérez Pedraza, y al resto de los asesinados por los falangistas en el río Tajo, comunistas y socialistas canarios en su mayoría. La noche del 5 de septiembre de 1936 fueron sacados “los diez del Dómine” (el barco que los llevó a Cádiz), y al día siguiente todos los presos del campo de concentración de La Isleta, entre ellos mis dos abuelos y mi padre, estaban enterados y con gran preocupación. Fueron asesinados y arrojados al río Tajo.

Por aquellos años de finales de los 50 recuerdo a mi padre oyendo a Radio España Independiente, Estación Pirenaica, y a mi abuela Maye diciéndole: “Felo, baja la radio que te van a detener otra vez”. También se oía mucho la BBC de Londres, Radio Paris, Radio Moscú, y mi abuelo Andrés, siempre critico, recuerdo que comentaba: “la BBC de Londres es más creíble, más informativa, los de la Pirenaica están anunciando la caída de Franco todos los meses”. Mis dos abuelos y mi padre habían estado en el campo de concentración de La Isleta, y tanto mi abuela como mi madre tenían todavía metido el pánico en el cuerpo, y siempre pedían que bajaran el volumen de la radio, pero las dos estaban siempre firmes y valientes pese haber padecido el terror franquista en las carnes de sus seres queridos. Del carácter de mi padre no me olvido de una anécdota. Un buen día estaba merendando en la calle mientras jugaba al fútbol con los amigos, y de repente un grandullón me quitó el bocadillo, y llegué llorando a mi casa. Mi padre muy serio me dijo: “Deja de llorar y vete a ver si encuentras al ladrón, y procura recuperar el bocadillo”. Pasada una hora o algo así vi a mí atracador en la profunda Isleta, hacia la calle Fuego, pero como me llevaba cinco o seis años, y casi medio metro de altura, desistí de la operación de recuperación del bocadillo. Volví a casa y le conté a mi padre la situación. “Bueno, muy bien, por lo menos intentaste recuperar el bocadillo, pero me imagino que a estas horas estará en el estómago del grandullón”.

Pero volviendo a la actividad del PCE, que era “el partido” en el argot clandestino porque era el único que se oponía a la dictadura, la segunda imagen que tengo de Germán Pírez fue por esos años en un torneo de ajedrez en el Club Victoria. Era un gran jugador, incluso participó muchos años antes en la Olimpiada Popular de Barcelona, en 1936, en donde le cogió el golpe de estado del General Franco, alistándose inmediatamente en el Ejército Popular de la Republica. Tuvo un ascenso vertiginoso y llegó a ser Comisario Político de Enrique Lister, en el famoso V Cuerpo de Ejército, con el Quinto Regimiento como bandera, siempre en primera línea luchando contra los fascistas/franquistas. Su historia es de auténtica película de aventuras, porque al terminar la guerra civil pudo trasladarse a Francia, estuvo luchando en la Resistencia francesa contra la ocupación nazi, y allí fue hecho prisionero por la policía secreta de Petain, y estuvo en campos de concentración tres años.

La vuelta a Canarias de Germán Pírez, tras muchas peripecias en Francia

Después de unas peripecias enormes, Germán logra entrar en España, y desde Barcelona clandestinamente viaja a Canarias en 1942, en donde se refugia en casa de Domingo Valencia, gran sindicalista y comunista, que lo ampara y protege en su casa primero, y luego lo traslada a casa de una tía de confianza, también de izquierda. Pronto se convierte en el secretario general del Partido Comunista canario, y por el año 1946 trata de organizar con Pepe Fariña, miembro del PCE en Moya, una guerrilla por los Tilos, el barranco de Azuaje y la selva de Doramas, o lo que quedaba de ella. Años más tarde alquilé una casa en el barrio de Trujillo, en Moya, y conocí a Pepe Fariña, con el que trabé una gran amistad, hasta al punto que a veces cuando a mi hijo Alexis le daban ataques de asma me acompañaba hasta de noche a la costa, porque el doctor Domingo Ponce, presidente de la Unión Deportiva, me recomendó que cambiara de altitud Alexis cuando tenía un acceso.

Tenía idea de las andanzas de Fariña con Pírez por Moya, y un buen día le pregunté por el asunto/trasunto. Pepe Fariña me miró muy serio, y pasado un minuto largo como un año, me dijo: “Lo que te cuento no se te ocurra publicarlo en tu periódico. Sí, Germán estuvo escondido en una cueva en el Lance y en otra en Carretería, a veces incluso en el barranco de Azuaje”, y un domingo que tuve libre en el trabajo me acerqué con Fariña a la cueva de Carretería, que estaba cerca del barrio de Trujillo en donde tenía una casa para pasar los fines de semana. Fariña me seguía contando que “Germán estaba obsesionado con crear una guerrilla, ahora creo que hubiese sido un disparate, pero llegamos a tener tres pistolas y bastante dinamita. También teníamos una ”vietnamita“, como se decía de las multicopistas. Dos camaradas, José Hernández Vega y Federico Ruano Moreno también estaban involucrados. Hubo un chivatazo y un buen día llegó la Guardia Civil y detuvo a Federico Ruano, y Germán pudo escaparse por el Barranco de Moya para abajo, y Pepe Hernández se escabulló camino de Firgas. Entonces fue cuando el partido decidió ocultar a Pírez en casa de Domingo Valencia, y así estuvo en varios refugios, hasta que en 1955 lo detienen y es condenado a 13 años de prisión, y lo van cambiando de Cádiz a Sevilla, y luego a Madrid, hasta que por fin lo encarcelan en la prisión del Dueso, en Santoña, Santander. Germán decía cuando recobró la libertad que había hecho ”turismo carcelario“. Domingo Valencia, sindicalista de Comisiones Obreras y miembro del PCE, jugó un papel importante esos años de la década de los 50 y 60. Su nombre verdadero era Domingo Santana Armas, y lo de Valencia le venía por el apodo de su abuelo. Nació en el seno de una familia humilde en 1920, y desde los 14 años se afilió al Partido Comunista. Cuando Franco da el golpe de estado en julio de 1936 se reunió con el alcalde de San Lorenzo, Juan Santana Vega, y otros comunistas y socialistas. Pronto los falangistas empezaron a detener a todos los republicanos significados, y a Domingo lo detuvieron en el Mercado del Puerto, en donde vendía frutas y verduras. Fue condenado a muerte con 26 años, y le conmutaron la pena por cadena perpetua. Estuvo ocho años en la cárcel. Más tarde gran amigo de Pírez jugó con él un gran papel en la reorganización del PC, y con Pepe Fariña formaban el núcleo duro del PCE desde Costa Ayala hasta Moya y todo el norte de Gran Canaria.

La muerte de Pepe Fariña en 1989 supuso un duro golpe para mí, incluso para mi hijo Alexis que le había cogido mucho cariño. Por su parte Germán Pírez en 1957 es indultado y regresa a Las Palmas, en donde se incorpora nada más llegar a la lucha antifranquista. Ya dije que Germán era un apasionado del ajedrez y aparte de verle en varios torneos en el Club Victoria, recuerdo el Torneo Cairasco en el que participó compitiendo con Arturo Pomar, Juan Pedro Domínguez, Pedro Lezcano, Fernando Sagaseta, y otros excelentes ajedrecistas canarios. El torneo lo ganó Pomar y Pírez fue el subcampeón. Germán murió en el Hospital San Martín en 1992, después de padecer un profundo alzheimer, abandonado incluso por sus camaradas del Partido Comunista, incluido Mauricio, que apenas se interesaron en el proceso de su enfermedad por un comunista histórico, serio y honrado. Los únicos que le acompañaron hasta en sus últimos días fueron Fernando Sagaseta y Armandito León, quizá alguno más que ahora no recuerdo.

La ejecución de 'El Corredera' causó gran impacto en la sociedad grancanaria

Me tengo que detener aunque sea brevemente en el año 1959 cuando en el mes de octubre fue asesinado Juan García Suárez El Corredera por el régimen franquista a garrote vil. La vileza cometida contra Juan el Nuestro, como le llamábamos toda la izquierda, tuvo su origen en el odio de los falangistas de Telde. Al negarse a cumplir el servicio militar, pasó a la clandestinidad, y el jefe fascista de la ciudad de los faycanes, Vicente el carnicero, se dedicó a perseguir a su familia. Unos años más tarde trabajó en la empresa Lloret y Llinares en Las Palmas de Gran Canaria, en la zona del Rincón del barrio de Guanarteme. En 1947 vuelve a Telde, y se entera que Vicente el carnicero había torturado a su madre y su hermana, y El Corredera lo mata de varios disparos de pistola. Está huido y oculto en diversos sitios de la isla, hasta que en 1958 es detenido por la Guardia Civil. La historia de la persecución política a Juan García tiene dos etapas diferenciadas. La primera abarca desde el inicio de la guerra civil hasta el año 1947. La segunda, desde esa fecha hasta su ejecución en octubre de 1959. La primera fue de naturaleza política y se enmarca como continuación del contexto represivo tras la guerra civil. Se perseguía a un militante comunista, en opinión de los nacionales, aunque esto no dejase de ser una excusa usada repetidamente para justificar con ella lo que se quisiera. En algunos casos era cierto. En otros no. En éste, y por el tipo de información recogida, tanto oral como escrita, lo que hay detrás de la persecución al Corredera en esta primera etapa es consecuencia directa del odio de clase, que se intensificó durante los primeros años de la dictadura militar.

El Corredera había participado en una huelga organizada en la ciudad de Telde, a principio del año 1936, y seguro que nunca se imaginó que haber actuado como piquete contra el establecimiento del carnicero –de profesión- y falangista Vicente Trujillo, le iba a costar la vida. Le hacen un juicio sumarísimo, y lo ejecutan a garrote vil el 19 de octubre de 1959. Pese a los intentos del Obispo, monseñor Pildaín Zapiaín, de Fernando Sagaseta, Manolo Padorno, y otros muchos ciudadanos progresistas, Franco no concede el indulto y Juan García Suárez muere con una gran entereza. El abogado Alfonso Calzada Fiol años más tarde cuenta emocionado los momentos de la ejecución. La muerte de El Corredera impresiona a mucha gente, a muchos jóvenes, entre los que me encuentro, y ahí empieza el caldo de cultivo para el nacimiento de Canarias Libre, cuya eclosión se origina con motivo del partido de fútbol entre la UD y el Córdoba en marzo de 1962 con un gran escándalo en el Estadio Insular motivado por una injusta decisión arbitral, que le permitió el Córdoba empatar el encuentro a dos minutos del final tras un gol en clarísimo fuera de juego que el árbitro Martín Álvarez, del colegio aragonés, concedió con enormes protestas del público, con una tremenda manifestación popular posterior que para algunos politólogos y sociólogos fue el gran impulso de Canarias Libre.

Sobre el nacimiento de Canarias Libre, el Partido Comunista, tuvo desde el principio muchos celos y hasta recelos, políticamente hablando, y  la dirección nacional redactó un informe para el VII Congreso que la describía de la siguiente manera: “Era un movimiento de intelectuales, capas medias de la población, gente joven. Ese movimiento de Canarias Libres, con unos planteamientos muy infantiles, y muy fuera de la realidad de las Islas, pero que caló inmediatamente, más que nada porque el Partido no realizó ningún trabajo de orientación, caló en los sectores pequeños burgueses y en algunos sectores campesinos y sirvió durante unos dos o tres años de actor de agitación y movilización de cierta parte del pueblo. El Partido en estas circunstancias, fue arrastrado a remolque de ese movimiento de Canarias Libres, de tal manera que en la base de ese movimiento los militantes del Partido eran los que ayudaban fundamentalmente a la tirada de octavillas, de letreros, y a las acciones, pocas acciones, de agitación que realizó ese movimiento. No influía, ni mucho menos, ni orientaba: la prueba de ellos es que los militantes, e inclusive algunos dirigentes de Canarias Libres, eran militantes y dirigentes del Partido. Los militantes y dirigentes del Partido actuaban en Canarias Libres, pero no con una política propia, sino siguiendo la política de esos intelectuales”.

Ese punto de vista oficial del PCE fue compartido por algunos protagonistas que respetaron un seguidismo que venía de la máxima “dentro del partido todo, contra el partido nada”, el “centralismo democrático”, pero sirvió para que otros, entre los que se encontraba Fernando Sagaseta en línea destacada, con el transcurso del tiempo fueron alejándose de los comunistas carrillistas, y en el caso de Sagaseta fue motivo años más tarde de la gran victoria de la Unión del Pueblo Canario, derrotando incluso electoralmente a José Carlos Mauricio. El proceso del trasvase de cuadros dirigentes del PCE en la etapa final del franquismo tuvo su origen en la Oposición de Izquierdas (OPI), que más tarde se convertiría en el Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC), embrión con la participación de muchos de sus militantes de Pueblo Canario Unido (PCU), que posteriormente se transformó en la Unión del Pueblo Canario (UPC), que al disolverse dio lugar al nacimiento de la Unión Nacionalista de Izquierda (UNI), entre otros pequeños grupúsculos de una izquierda ya muy dividida. En toda esta fase final de la crisis del PCC/PCE, José Carlos Mauricio puso de manifiesto su prepotencia y altanería, hasta acabar siendo derrotado electoralmente por Fernando Sagaseta con la UPC.

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