Pequeños cooperativistas por un curso

Miembros de la Cooperativa “Los Compis Unidos para Vender” realizando labores de caja el día del mercadillo.

Rayco Bejarano

Las cooperativas escolares llevan cuatro años fabricando sus propios productos para luego venderlos en una feria insular. Con la colaboración de distintas instituciones los tutores de distintos centros de Gran Canaria se implican durante todo el curso en un proyecto que busca fomentar los valores del emprendimiento entre los más pequeños. Hemos asistido a los distintos talleres para conocer cómo se organizan estas cooperativas en los colegios y también al mercadillo final para comprobar de primera mano la desenvoltura de los más pequeños a la hora de defender sus creaciones.

Un curso entero de trabajo y esfuerzo que se expone en un solo día ante profes, padres, amigos y también desconocidos que acuden a comprar sus productos. Meses trabajando en las aulas para sacar adelante los distintos proyectos de las cooperativas y sobre todo para aprender. Unas semanas que han servido para que unos 550 chicos de toda Gran Canaria hayan podido formalizar sus cooperativas y comenzar a rodar como si de una empresa real se tratase. Unas horas compartidas entre tutores, alumnos y también familia que han servido para afianzar valores como la participación, el compromiso y el esfuerzo. Poco importaba que finalmente se consiguiera vender todo, el objetivo estaba ya cumplido mucho antes del día de la gran exposición.

Pero vayamos por partes, las cooperativas escolares surgieron hace cuatro años con el impulso de la Consejería de Educación, Universidades y Sostenibilidad del Gobierno de Canarias y la colaboración de la Fundación Universitaria de Las Palmas (FULP). La responsable de ésta área de emprendimiento dentro de la Fundación, Ely Rodríguez, recuerda el surgimiento de esta iniciativa de una manera un tanto fortuita. La Fundación cuenta desde hace unos años con unos programas para apoyar a estudiantes y titulados que deciden emprenderse en nuevos proyectos de emprendimiento pero comprobaban año a año cómo no existía un gran número de personas que se animaran a participar a él. A pesar de disponer de los recursos y los materiales no conseguían que los jóvenes se interesaran lo suficiente. Se preguntaron entonces si no sería más útil comenzar a formar a los niños para que cuando alcancen etapas superiores de la educación no tengan miedo a emprender: “'Nos dimos cuenta hace unos años que nos faltaba la masa crítica, teníamos recursos y oportunidades de negocio pero nos faltaban universitarios con motivación para hacer cosas. Empezamos a indagar y descubrimos que el problema en este país, y en Canarias en particular es que no tenemos cultura emprendedora'”.

La FULP se encarga de la formación del profesorado a través de diferentes charlas y cursos y son ellos quienes llevan la iniciativa a sus centros escolares. Todo depende de las ganas y empeño que pongan los docentes pues este proyecto no cuenta con financiación alguna y no reciben una asignación por implicarse en este tipo de iniciativas. En los cuatro años de vida las cooperativas escolares han contado con la participación de 1800 alumnos de 55 centros de Gran Canaria. Ahora mismo se encuentran en una fase de desarrollo del mismo en las islas de Fuerteventura y Lanzarote. También en Tenerife este ha sido el cuarto curso que se ha desarrollado las cooperativas en los centros con la colaboración de la Fundación General de la Universidad de La Laguna.

Valores, compromiso y esfuerzo dentro del aula

Fomentar el emprendimiento, constituir una cooperativa y vender por su cuenta los productos que fabrican son términos más relacionados con la economía de los tiempos que corren que con escolares de educación primaria y secundaria. Ely Rodríguez asegura que aunque esas sean precisamente las premisas del emprendimiento no es necesariamente lo que se busca con la iniciativa de las cooperativas escolares: “El espíritu emprendedor va más allá que crear empresas, es fomentar estas habilidades que son emprendedoras pero no tiene que ser para crear una empresa. Puedes ser emprendedor y trabajar por cuenta ajena, se busca hoy en día gente flexible en las empresas, que tenga iniciativa, ideas...”.

Prueba de ello es que las cooperativas escolares no buscan recaudar fondos per sé. Dentro de los cursos de formación a los profesores se les recomienda qué hacer con el dinero ganado una vez se han vendido los productos que han fabricado durante todo el año. En el recorrido que hemos hecho por distintos colegios participantes nos hemos encontrado con una tónica dominante y es que en primer lugar la gran parte de las cooperativas buscan recuperar la inversión inicial que han hecho los alumnos, o cooperativistas en este caso. Estamos hablando de una cantidad simbólica que oscila entre los dos y cinco euros y que sirve para comprar al inicio del curso los materiales de las cosas que van a fabricar. Si consiguen cubrir los gastos iniciales y además les sigue quedando dinero muchas cooperativas deciden donar parte a alguna organización benéfica o gastarlo en una fiesta final de curso con los compañeros y profesores. En algunos casos las ventas van tan bien que han conseguido fondos para satisfacer las tres opciones y además guardar algo para la compra de materiales para el curso siguiente.

Margot es profesora del Colegio Público Atlántida situado en el barrio de Parque Central de la capital grancanaria. Como profesora de primaria ha participado en los cuatro años de vida del proyecto y se sienta orgullosa de haberlo introducido en su actual colegio hace ya tres años. Para este curso han conseguido constituir un total de cuatro cooperativas con la novedad de que una de ellas realiza todo su trabajo en inglés. Al igual que desde la FULP destaca una serie de valores que se inculcan a los niños durante todo el curso por encima de la recaudación final. Cuenta Margot que todo el proceso se hace en el aula como en la vida real: comienzan en octubre con la presentación del proyecto ante el consejo escolar y cuando tienen el visto bueno constituyen la cooperativa. A partir de entonces el trabajo se desarrolla la mayor parte dentro de la clase e incluye tareas como idear los productos que van a fabricar, realizar labores burocráticas como la proclamación de los estatutos de la cooperativa o elegir a los directivos y presidentes de la misma. “Ca Margot y sus trastillos” es el nombre de la cooperativa de su tutoría en este curso escolar y también el nombre ha sido elegido por votación entre los cooperativistas. Ellos son también los que deciden qué saben hacer bien y cómo lo pueden enfocar hacia un producto que sean capaces de fabricar y vender fácilmente. Otro de los aspectos que destacan de las cooperativas, sobre todo de aquellas que se realizan en los cursos iniciales de primaria, es la integración de las familias en el proyecto. A la tutoría de Margot vienen padres y también abuelas algunas horas a la semana a ayudar a sus hijos o nietos en la fabricación de los productos. También hay abuelas que por diversas causas no pueden venir y ayudan a los nietos en sus casas: “el año pasado cuando acabó el curso una abuela me decía que ahora no tendría nada que hacer con su nieta, que desde que colaboraban juntos se sentía más querida. Con una sola respuesta como esta creemos que ya el proyecto vale la pena”.

Pero no sólo para fabricar productos y su posterior venta se organizan estos jóvenes emprendedores. Todo está planeado hasta el más mínimo detalle, el día de nuestra visita ya hay un portavoz elegido por votación que será el encargado de hablar con la prensa. También tienen los permisos bien completados para presentarlos ante las autoridades que lo soliciten el día del mercadillo y por su puesto su blog en Internet donde exponen sus productos y atiendan las dudas de posibles compradores. Nada se deja a la improvisación, el tesorero tiene las cuentas desde el inicio del proyecto y la presidenta conoce al dedillo la labor de cada uno dentro de la cooperativa. Todas estos roles y actividades las han ido desarrollando durante todo el curso según la materia a la que concierne. Semanas antes de la culminación del proyecto todo son ajetreos en clase: hay que dar el último retoque a los productos, actualizar la página web de la cooperativa, tener los permisos preparados y etiquetar todo con sus precios. También hay una parte de la cooperativa dedicada a la decoración del stand y de la confección de la cartelería que usarán para atraer al mayor número de clientes posibles.

A diferencia del Colegio Atlántida, en el de Guanarteme este es el primer año que participan. Les llegó la información del proyecto a través de la difusión que la Consejería pero también del boca a boca entre profes. En este curso escolar han trabajado tres cooperativas distintas, todas de sexto curso de primaria. Silvia es la tutora de una de esas clases. Su valoración del primer año de participación es muy positiva y asegura que las últimas semanas han sido intensas porque empezaron en el proyecto bien avanzado el curso. Aunque en la mayoría de las cosas se trate de una simulación los alumnos se lo toman muy en serio y se han comprometido con la cooperativa desde el principio. Al igual que sus compañeros de otros colegios sabe que el fin último no es recaudar dinero sino que va más allá: “Es verdad que al final lo que motiva a los chicos es poder ver su esfuerzo recompensado en junio con una excursión a los karts o en una comilona todos juntos pero el objetivo de las cooperativas escolares va mucho más allá, se trata de fomentar valores como el trabajo en equipo, la participación o la solidaridad entre los alumnos”.

El gran día del mercadillo final

La jornada del mercadillo de las cooperativas es la más esperada, con el permiso del de la fiesta fin de curso. Todo el trabajo de un año expuesto en un stand y durante unas horas donde tendrán que poner su mayor esfuerzo y empeño para lograr vender todo lo que han estado fabricando a lo largo del año. Los roles se han ensayado en clase por lo que cada uno sabe lo que hacer en cada momento. El casco histórico de Gáldar, la ciudad donde se celebró este año, se llenó de chiquillos, gritos y color. Los nervios se mezclan con la diversión y las ganas de que sus padres los vean haciendo lo que han aprendido en clase. No sólo van a vender sino que durante la jornada también se organizan una serie de actividades para que puedan rotarse en el stand y junto al tiempo de trabajo también tengan un hueco para el ocio y la diversión. En las diferentes carpas encontramos las cooperativas del Colegio Atlántida y Guanarteme pero también muchas más, entre ellas la del Colegio Arenas, único colegio no público que este curso participa en la iniciativa. Todos sus carteles y talleres son también en inglés. Llama la atención como muchas cooperativas del centro y medianías han orientado su producción hacia los recursos más conocidos de sus municipios. Así, los colegios de San Mateo tienen distintos stands dedicados a las flores y verduras o el de La Aldea cuenta incluso con tomates de su huerto.

Luisa es la tutora del Programa de Cualificación Especial de Floristería y Jardinería de San Mateo, durante el mercadillo se muestra encantada con su primera participación en la iniciativa y ya adelanta que para el próximo curso pretenden repetir la experiencia. El stand está plagado de plantas en pequeñas macetas pero también verduras: “Son todas del huerto de los chicos, ecológicas y además a buen precio” añade Luisa. A primera hora de la mañana andaban todavía con las primeras ventas pero ya tenían en mente comprar herramientas para el centro con lo que consiguieran recaudar.

En la otra esquina de la plaza de Santiago de Gáldar está Bea rodeada de todos sus compañeros. Ella ha sido elegida presidente de su cooperativa del cuarto curso de la ESO del IES Vecindario. Los materiales que exponen los chicos han sido fabricados entre ellos con la ayuda de los alumnos del aula enclave, a lo largo de la mañana las ganas y la ilusión van en aumento a medida que los compradores empiezan a interesarse por sus productos. En el stand del Colegio Atlántida acaban de empezar con las ventas, los gritos de orden se entremezclan con los de los voceros que tratan de atraer a los clientes que pasean por la calle. El tesorero pendiente de la caja, la presidenta a la espera de que la autoridad pida el permiso de ventas y por supuesto la profe supervisando que todo va sobre ruedas. Justo en el stand de al lado también tienen todo preparado, en este caso se trata del sexto curso que ha constituido su cooperativa íntegramente en inglés: mensajes, carteles y precios se muestran en ese idioma y los propios cooperativistas se afanan en contarnos los entresijos del proyecto en la lengua inglesa. Además en esta cooperativa han contado durante el año con distintas charlas sobre el diseño y la creación de la mano de caras conocidas como la diseñadora Nieves Barroso o el escultor José Manuel Rodríguez Naranjo.

Entre los diferentes stand del colegio Guanarteme se va moviendo su director David. Su labor principal es la de supervisar a sus alumnos pero también disfrutar de la jornada después de meses de trabajo en clase: “Hasta ahora todo va bien y los chicos se muestran muy entusiasmados”. Entre los productos de más éxitos durante la mañana están las pulseras y también los llaveros, aún les queda mucho por vender pero si no consiguen dar salida a todo, su tutora Silvia nos cuenta que están pesando en rebajar los precios a última hora o llevarse lo que falta al centro y hacer un mercadillo interno con el resto de los alumnos.

La mañana va cayendo en la ciudad de los caballeros y ya es casi imposible que alguien que pasee por el centro no se percate de estas decenas de escolares que invaden hasta el último rincón de la Plaza de Santiago. Algunos vecinos ya conocían la iniciativa y se han pasado por la zona especialmente para ver si había algo que les interesaba. Carmen es vecina del casco y aprovechó la ocasión para llevarse unas lechugas del huerto ecológico de San Mateo: “Verduras buenas y además a este precio son una auténtica ganga y si además sirve para colaborar con el proyecto de estos muchachos mucho mejor”. Pero también hay quien no duda en tratar de regatear con los cooperativistas, en este caso sin éxito. Quizá en sus normas internas tuvieran prohibido aceptar el regateo de los clientes o quizá no tuvieron tiempo en clase para desarrollar el rol del cliente y el vendedor regateando.

Los padres también juegan un papel importante en este día. Algunos de ellos han podido desplazarse hasta Gáldar para comprobar in situ como sus hijos se manejan dentro de sus cooperativas. A algunos los hemos visto ya colaborando en las aulas ayudando a sus hijos y compañeros y otros han pedido incluso permiso en sus trabajos para poder darse un salto hasta la feria de cooperativas. Al igual que los profesores, muchos de ellos se muestran encantados con la iniciativa y con el valor de compromiso que han demostrado. Rosi es madre de una de las cooperativistas, nos cuenta que desde que participa en el proyecto se siente más unida a su hija y que estaría encantada que siguiera participando en más cooperativas en los cursos que aún le quedan de educación primaria.

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